EL PAíS • SUBNOTA
El líder bolivariano expuso su plan para repatriar a los rehenes de las FARC con el apoyo de ocho naciones latinoamericanas y Francia. Destacó el apoyo de Argentina, Cuba y el país galo y fue dócil con Alvaro Uribe.
› Por Eduardo Febbro
desde Caracas
Entre el retrato de un Simón Bolívar enflaquecido y la mesa desde donde habló el presidente venezolano en el salón Ayacucho del Palacio de Miraflores había un mapa cuya presencia presagiaba un montaje menos evidente que el calculado. Hugo Chávez apareció de saco y corbata y con un marcador en la mano que iba a servir de diseño del recorrido territorial que, entre Colombia y Venezuela, harían los aviones y helicópteros encargados de traer a los rehenes... y no precisamente desde Venezuela sino desde el corazón de Colombia.
Chávez sacó de la manga un juego de cartas complejo e inesperado. Los periodistas reunidos en el salón Ayacucho esperaban que el presidente venezolano presentara una fórmula simplificada e inmediata para la liberación de los tres rehenes cautivos de las FARC pero Chávez expuso un montaje que incluye la participación de 8 países de América Latina, Argentina, Brasil, Cuba, Bolivia, Ecuador, Colombia y la misma Venezuela, más un octavo país europeo, Francia. Esta “caravana humanitaria de la transparencia” (Chávez) no tiene precedentes en la historia diplomática del continente. Lo más cercano es el grupo de Contadora (México, Panamá, Venezuela y Colombia), creado para evitar la guerra en América Central y al que se le agregaron luego las democracias recién recuperadas en los años 80 de Argentina, Brasil, Uruguay y Perú en lo que se llamó el grupo de apoyo que después derivó en el Grupo de Río. Las seis naciones latinoamericanas y la europea fueron convocadas por Chávez para ir a buscar en territorio colombiano a Clara Rojas, su hijo Emmanuel y la parlamentaria Consuelo González.
Apenas inició su conferencia de prensa, el mandatario venezolano tuvo reiteradas palabras de afecto y agradecimiento hacia Cuba, Francia y la Argentina. Chávez mencionó con gratitud el apoyo incondicional que le ofreció horas antes Cristina Fernandez de Kirchner. “Desde el mismo instante en que recibimos la noticias de que las FARC habían tomado la decisión unilateral de liberar a Clara, a Consuelo y a Emmanuel nos pusimos a trabajar intensamente, con mucha paciencia, con mucha prudencia, para buscar la fórmula”, dijo Chávez. El jefe del Estado se burló de las versiones que circularon en la prensa sobre las eventuales maneras de liberar a los rehenes. Chávez incluso se rió cuando evocó el error –que todos cometimos– que consistió en afirmar que se había ido a pasar la Navidad en la región de la cual su padre es gobernador. No fue así, aseguró Chávez, la noche de Navidad estuvo en Caracas trabajando con todos los países para elaborar su fórmula. Es preciso destacar que en dicha fórmula no es Chávez quien recuperará a los rehenes sino los representantes de los países mencionados. Fidel Castro, Nicolas Sarkozy, Cristina Kirchner y Lula fueron, en las palabras de Chávez, los jefes de Estado más consultados en los últimos días. La opción decidida se articula en torno a la intervención de los 8 países y con la autorización del presidente colombiano Alvaro Uribe. El presidente aclaró varias veces que “la otra opción que teníamos era una entrega clandestina (de los rehenes, pero una entrega clandestina nosotros no queremos porque estaría sujeta a demasiados riesgos imprevistos. No queremos poner el mapa muy claro: que el gobierno de Colombia y el mundo sepan qué es lo que va a ocurrir (...). Queremos transparencia y hemos diseñado la fórmula de la transparencia (...). Nosotros no estamos sacando cálculos, ni protagonismos, ni buscando más nada. Liberar a toda esa gente”. Chávez, al evocar una conversación con Nicolas Sarkozy, resaltó que tenía fe en que hubiera otro grupo de rehenes liberados: “Ojalá allí venga nuestra amiga Ingrid Betancourt. (...) Desde aquí Ingrid, coraje muchacha, coraje compatriota, coraje compañera, ya oíste a tus hijos, a tu madre, te queremos mucho, y a todos los que están secuestrados”, dijo Chávez.
El plan elaborado por Chávez y las FARC incluye el empleo de aviones y helicópteros venezolanos que ingresarán a territorio colombiano transportando a representantes de seis gobiernos, así como del Comité Internacional de la Cruz Roja. La comitiva recuperará a los tres rehenes en una zona no revelada del territorio colombiano para trasladarlos luego a Caracas. El presidente dejó claro que no iba a participar personalmente en la caravana aérea y que esa misión recaería en el ex ministro de Interior y Justicia, Ramón Rodríguez Chacín, coordinador general del operativo. Chávez rechazó la idea de que si los tres rehenes llegaban a Caracas y no a Colombia era por “capricho propio”: “Nos estamos acoplando a las exigencias de las FARC. Si cambiamos esto eso obligaría a cambiar la fórmula y esperar quién sabe cuántas semanas. Dejémonos de orgullo y cualquier otro pensamiento”, puntualizó el mandatario.
Los términos de la fórmula para la recuperación de los rehenes prevén escalas de los aviones venezolanos en varios aeropuertos. De allí saldrían las caravanas para converger en el aeropuerto de Villavicencio, en el Meta (Colombia). En ese punto permanecerían estacionados los pequeños aviones Falcón 90, y despegarían de ahí los helicópteros, equipados con tanques de combustible suplementarios, con destino el punto de encuentro con las FARC, mantenido en secreto. Los centros posibles del territorio venezolano previstos para el despegue son los siguientes: La Fría (Táchira), Guasdualito (Frente a Arauca), Santo Domingo (Táchira), Puerto Ayacucho (cercana a Vichada), Elorza (frente a Arauca y Vichada). Según explicó Chávez, el rumbo de los helicópteros que partirán de Villavicencio no será divulgado porque “es una exigencia de las FARC que entiendo como militar que soy”. A todo este andamiaje militar y diplomático Chávez le puso un nombre: “Operación Transparencia”.
Exceptuando a los Estados Unidos, contra el que cargó una y otra vez, el mandatario fue dócil al referirse a Colombia y a Alvaro Uribe. Un par de veces dijo que no quería volver sobre lo que había ocurrido pero aclaró que en la Cumbre Iberoamericana que se celebró en Chile Uribe lo había autorizado a ir al Caguán a encontrarse con las FARC si las FARC liberaban antes a algunos rehenes de forma unilateral. La reactivación de esa iniciativa no está descartada: “Con todo lo que ha ocurrido y todos los platos rotos entre los gobiernos de Colombia y Venezuela, lo que he dicho a Uribe y lo que él me ha dicho a mí, si el presidente Uribe autoriza mi viaje al Caguán (para reunirse con el jefe de las FARC, Manuel Marulanda), estoy dispuesto a retomar la gestión”. El presidente también se hizo eco de los rumores sobre el mal estado de salud de Ingrid Betancourt: “no está en estado de salud grave... creemos que está bien”, reveló. La opción multilateral lanzada ayer en Caracas puede despejar muchas de las dudas sobre las intenciones del mismo Chávez y sobre el papel de “retaguardia de las FARC” que algunos reportajes le asignaron a Venezuela.
A lo largo de su presentación, Chávez reiteró que la fórmula que estaba presentando fue pactada “hasta en los detalles más menudos” con la dirigencia de las FARC. Chávez evocó largamente su conversación con Nicolas Sarkozy, quien lo atendió cuando estaba de vacaciones en Egipto, y, en particular, con Cristina Kirchner. “Quiero agradecer a la compañera Cristina Kirchner, la primera que atendió la llamada y me dijo ‘cuenta con mi cooperación’. Está listo un comisionado de la Argentina para volar desde Buenos Aires a Caracas para cuando tengamos la autorización de Colombia”, dijo el mandatario. La caravana humanitaria compuesta por tantos emisarios de gobiernos no tiene precedentes y es el resultado de una intención política cuyo eje parece responder a una necesidad de consenso: sea cual fuere la opinión que se tenga de Alvaro Uribe es esencial no aislarlo: es él, junto a las FARC, quien detenta las llaves de la paz. Una intervención demasiado personalizada de Chávez hubiese resultado tal vez menos exitosa. París ha venido trabajando en las últimas semanas a favor de que se amplíe el círculo regional de países dispuestos a implicarse. La relativa indiferencia regional frente a la barbarie de los rehenes se tornó de pronto en una movilización con acentos de aventura. Habrán hecho falta muchos años y un icono del sufrimiento y lo absurdo del secuestro para que la caravana se ponga al fin en marcha. Tal vez vaya mucho más allá del caso de los rehenes (45) canjeables por guerrilleros de las FARC presos y habrá un corredor hacia la negociación, el silencio de las armas y la libertad de tantas vidas modestas enmudecidas en las selvas.
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