EL PAíS • SUBNOTA › OPINION
› Por Maria Esther Tello *
A fines del mes pasado, Página/12 publicó una entrevista a Fernando López Trujillo y Verónica Diz, autores de una investigación sobre la militancia anarquista durante los ‘70, centrada en la agrupación Resistencia Libertaria. López Trujillo, que fue militante de esa agrupación, mencionó en el reportaje a María Esther Tello y la historia de sus hijos desaparecidos. Aquí, Tello responde a esas consideraciones.
En la edición del día 26 de noviembre se publicó una entrevista al autor de un libro sobre Resistencia Libertaria, Fernando López. Una extensa lista de errores, unida a exageraciones remarcables, resta legitimidad a este artículo de una manera inusual en las páginas de este periódico. Quiero puntualizar algunas de ellas. Fernando López dice que el 80 por ciento de los militantes, que estima entre cien y ciento treinta, se fueron al exilio, lo que no corresponde en absoluto a la verdad, pero no es ésta la mayor inexactitud. Fernando López no tuvo nunca relación directa y personal con lo que sucedía en la ciudad de La Plata. No conoció mi domicilio ni frecuentó el de mis hijos. Reconoce que en los “documentos” internos de Resistencia Libertaria no se menciona ninguna vinculación con el PCML de esa ciudad. ¿De dónde extrae entonces que los hermanos Bonafini visitaban “todos los días mi casa”? Doy fe de que es absolutamente falso. No hemos tenido el honor de conocerlos y sería de mi agrado que suministrara las fuentes de información de tales afirmaciones. En el mismo artículo menciona que “mucha gente del Uruguay se escondía ahí”. Hubo un solo caso de una joven que por su vínculo familiar –un hermano prisionero de la dictadura en ese país– cobijamos entre nosotros. Se trataba de una menor de edad. El otro uruguayo alojado en nuestra casa fue el de un enfermo del corazón, que operó Favaloro, y su esposa e hijo. Tampoco la carpintería tenía como función fabricar “embutes”, como ellos lo llaman, para proveer a varias organizaciones. En ella se hacían múltiples trabajos, entre otros, la fabricación de zuecos y algún mueble que un cliente encargó con cajones con doble fondo para guardar, supongo, documentos secretos o periódicos prohibidos. La multiplicación de exageraciones se repite cuando dice que “a su casa iban viejos anarquistas expropiadores”. Conocí uno solo, ya anciano: Emilio Uriondo. Lamento asimismo el tono policíaco que Fernando López emplea cuando habla de “atracos”. No he encontrado en ningún ex militante de los ’70, ni siquiera en los “conversos” que después de pertenecer a algunos de los sectores políticos que enfrentaron a las dictaduras militares se pasaron a los partidos burgueses, utilizar vocablos que los más aberrantes milicos incluyen en su vocabulario. Esto es olvidar las condiciones de desamparo y riesgo de muerte que los compañeros corrían.
* Madre de Plaza de Mayo.
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