Lun 07.01.2008

EL PAíS • SUBNOTA

Las quejas en los hospitales por la prioridad a pacientes porteños

Página/12 compartió una mañana de espera en el Hospital Santojanni, de Mataderos. Allí acuden por mayoría los vecinos del conurbano. Aquí, la crónica de la fila: los que no sabían que se priorizará a los porteños, los que se oponen, los que se indignan.

› Por Emilio Ruchansky

A simple vista, en el Hospital General de Agudos Santojanni los pacientes, porteños o bonaerenses, esperan sin mayores complicaciones en la abarrotada armonía de una madrugada de llovizna. “Esto no es informes”, insiste un cartel prolijamente pegado en todas las ventanillas donde se atiende al público, sobre la calle Leguizamón. Los turnos y los estudios se entregan a partir de las 8, pero la cola empieza dos horas antes. Casi nadie está al tanto de la reciente decisión del nuevo jefe de Gobierno de dar prioridad a los porteños en la atención de los consultorios externos y clínica. Los médicos no quieren opinar o piden que los autorice el director para hacerlo. El director dice que la autorización las da el jefe de prensa del Ministerio de Salud de la Ciudad. El hospital queda a poco más de diez cuadras de la avenida General Paz y del distrito más grande y poblado de la provincia de Buenos Aires: La Matanza. Hay cola hasta en el kiosquito improvisado en una garita al lado de la Guardia.

“Vienen de Lomas del Mirador, San Justo, González Catán, Laferrère, Isidro Casanova. El 80 por ciento de la gente que se atiende no es de Capital; hay otros lugares, está el hospital (José Equiza) del Km. 32”, dice una chica desde la ventanilla de Admisión y Egreso. Su compañera le recuerda que ahí “no tienen médicos”. “Bueno –retoma–, igual para mí sería mejor que se priorice. No podemos atender a todos, hay que esperar un mes para conseguir una cama. Estamos colapsados.” En un costado, Luis y María Torres dicen que los derivaron de provincia a Capital. Son de Laferrère. Ella iba a tener un niño el domingo o el lunes pasado, pero allá no había salas de neonatología ni profesionales para atender el parto.

“Y... muchas opciones no hay. Si vas al (hospital) Paroissien te podés morir tranquilo, es un desastre”, comenta Luis, interrumpido por María que acaba de enterarse del anuncio del ministro de Salud porteño, Jorge Lemus, y no se recupera de la indignación: “No nos pueden hacer eso, somos todos seres humanos. En las salitas de salud de Laferrère no tenían ni agujas para coser. No nos pueden desalojar”. Después de cuatro horas viendo a los chicos corretear por los pasillos, estos padres ansiosos pudieron llevarse a su hijo y hacer la cola para que el Registro Civil lo anotara como Brian Torres.

Entre quienes esperan para retirar el resultado de un análisis, hay al menos 70 personas. En la fila, Raúl Pitrelli festeja la decisión del nuevo gobierno porteño (es de Mataderos). Cuenta que su abuela es diabética y sufre cada vez que la acompaña a sacarse sangre. “Es una señora muy mayor. Imaginate, yo tengo 40 años y laburo. Me hacen perder el día y ella se tiene que bancar la cola”, se queja y arremete mirando por encima de los hombros: “Este hospital está pensado para la gente de Mataderos, Lugano, Flores, Liniers o Villa Luro. La última vez que la traje tenía 180 números por delante. No da”. Detrás, un señor escucha y pone mala cara. Le dice que “el problema son los médicos, que deberían atender hasta las 20. Ganan bien y están solo seis horas. Me parece que son ellos los que tienen que trabajar, y no lo residentes, que al final, terminan haciendo todo”.

El hombre que atiende la cooperadora del hospital asegura que la medida “es una barbaridad” y que los médicos no van acatarla si se implementa. “No les pueden hacer eso, cómo van a recortar el servicio si allá no los atienden”, reflexiona. A veces, continúa, los pacientes no tienen para regresar a su casa y tienen que pedirle ayuda al área de Servicio Social; a muchas madres les dan comida para que no tengan que irse y volver para amamantar a sus hijos. “No, no. Nada de bonos contribución, no cobramos nada. Para juntar plata hacemos ferias o fiestas”, se ataja ante el cronista, que pregunta si la cooperativa también va a dar prioridad a la hora de las donaciones.

Con las horas y después de conseguir un turno, los pacientes se enfrascan en los pasillos angostos de los distintos consultorios externos. Los médicos, dice una señora que espera frente a traumatología, están más preocupados en que Mauricio Macri cumpla lo que prometió dos semanas atrás y destrabe los seis mil nombramientos pendientes en el sistema público de Salud. Algunos minutos después, su intuición es contrastada por Página/12, testigo del diálogo furibundo entre un familiar de un paciente que buscaba a la secretaria de guardia y un doctor que le contestó: “No está y la reemplazante no viene siempre. No está efectivizada, así que viene cuando puede. Yo no puedo hacer nada, dígale a Macri que la nombre y le pague”.

“La única prioridad es la urgencia”, sentencia Horacio, un conductor de ambulancias del SAME. Parado en la entrada de la Guardia, sobre la calle Acassuso, el hombre predice que priorizar a los pacientes porteños sobre el resto es impracticable: “Siempre se atiende al que está más grave, es un código que no van a poder cambiar nunca. Si estás de viaje por el interior y tenés un problema primero te atienden, después te preguntan de dónde sos”. A pocos metros, en la misma calle, en la sala de espera de la sección de Obstetricia un viejo cartel escrito a mano dice: “Hoy sábado no hay anestesia”; debajo, persiste un afiche de la última huelga, del 27 de noviembre pasado, por “la emergencia del servicio de anestesias por falta de personal”.

Sobre el final del recorrido, el cronista encuentra la oficina de Informes: está al costado de la entrada principal, atienden dos señoras mayores sentadas frente una mesita baja, como las que usan las tarotistas en las plazas, y no hay cola. Se niegan a hablar si no hay una autorización de por medio. “No hace falta preguntar nada, está todo a la vista”, asegura un anciano que oye la conversación y maldice a los gobernantes porteños y bonaerenses: “Construyen un hospital en Lugano en vez de hacerlo en el conurbano. ¿Por qué no se ponen de acuerdo? ¿Qué piensan? ¿Que a mí me gusta viajar desde (González) Catán hasta acá y esperar tres horas para que me den una receta?”

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