› Por Javier Lorca
“Es una argucia muy común que, cuando alguien ha alcanzado la cumbre de la grandeza, retira la escalera por la que ha subido para privar a los demás de los medios para trepar detrás de él.” A mediados del siglo XIX, el economista alemán Friedrich List criticaba con esas palabras la prédica británica a favor del libre comercio, recordando que el poder económico del Reino Unido había sido alcanzado apelando al proteccionismo y las subvenciones. En ¿Qué fue del buen samaritano? Naciones ricas, políticas pobres –recién editado por la Universidad Nacional de Quilmes–, el economista coreano Ha-Joon Chang desnuda “la doble moral histórica” del mundo rico en desmedro de los países más débiles y esboza propuestas concretas para favorecer las economías sometidas. Sólo algunas de sus estimulantes ideas, que el capricho lector recomienda:
- “No todos los países han tenido éxito mediante protección y subvenciones, pero muy pocos sin ellas.”
- “Para los países en vías de desarrollo, el libre comercio rara vez ha sido una opción; fue a menudo una imposición externa.”
- “No dejar entrar empresas extranjeras puede ser bueno para los países pobres.”
- “Invertir en una compañía que va a registrar pérdidas durante 17 años puede ser una excelente propuesta.”
- “Algunas de las mejores sociedades del mundo son propiedad de, y están administradas por, el Estado.”
- “La baja inflación y la prudencia del gobierno pueden resultar perjudiciales para el desarrollo económico.”
- “Existe corrupción porque hay demasiado mercado, no demasiado poco.”
- “Libre mercado y democracia no son socios naturales.”
- “Las naciones no son pobres porque sus habitantes sean perezosos; su población es ‘perezosa’ porque ellas son pobres.”
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