Lun 20.02.2006

ESCRITO & LEíDO

La política exterior militar

› Por José Natanson

Compleja, problemática, tensa y contradictoria, la relación entre la esfera militar y la civil marcó la vida política argentina desde el comienzo de su historia y, sobre todo, durante el período de gobiernos democráticos interruptus que se extendió entre 1930 y 1983. Aunque prácticamente todo –la economía, la cultura, la vida cotidiana– puede analizarse a la luz de ese vínculo, la política exterior constituye un eje privilegiado.

En Generales y embajadores, el periodista y politólogo Fabián Bosoer analiza la historia de las democracias paralelas en la Argentina durante este período, la complicada interacción entre la línea cívica y la militar en el interior del Estado, y las implicancias de una conducción bicéfala que fue mutando hacia una progresiva disminución del liderazgo civil.

La idea central es que –pese a la inestabilidad y las grandes fluctuaciones políticas de los gobiernos, los golpes de Estado, los breves períodos democráticos y las dictaduras cada vez más duras– es posible encontrar durante esta etapa una misma clase de dirigentes, en el centro o en las adyacencias inmediatas del poder. Para ello, Bosoer recorre el medio siglo de gestiones militares y civiles y se detiene en tres períodos significativos: 1943-1946, con el gobierno del GOU previo al ascenso de Perón; 1955-1958, con el contraciclo “gorila” de la Revolución Libertadora, y 1962-1965, con las fallidas gestiones de los radicales Guido e Illia.

Aunque parecen diferentes, el autor sostiene que los tres momentos tienen elementos en común: se abren con la caída o el derrocamiento de gobiernos o presidentes constitucionales que se encontraban cuestionados; las Fuerzas Armadas tienen una intervención decisiva, como árbitro o como actor protagónico. Además, las tres etapas investigadas transcurren en medio de constantes disputas, vetos recíprocos y situaciones inestables de empate faccioso entre las distintas líneas y fuerzas internas. Al cerrarse, dejan paso al inicio de nuevas experiencias político institucionales, que contienen la promesa de establecer un nuevo régimen político y social (el Estado justicialista en el ’46), un nuevo modelo económico (el desarrollismo en 1958) o un régimen dictatorial modernizante (el Estado burocrático-autoritario en 1966).

La relación entre las dos esferas a lo largo de estos tres períodos orienta la política exterior argentina y –al margen de los contrastes y los matices– es posible encontrar líneas fuertes de continuidad. “La hipótesis que se postula es la existencia de una alta correlación entre la continuidad de una misma elite de poder –de sus bases constitutivas, modos de funcionamiento y fuentes de inspiración ideológica– y la debilidad, discontinuidad o erraticidad de las conductas gubernamentales y decisiones estratégicas adoptadas en materia de política exterior”, sostiene Bosoer. Lo central, entonces, es que hay una clase política que permanece, a pesar de los más espectaculares vuelcos político-institucionales. La paradoja es que, a diferencia de países como Estados Unidos, Brasil y Chile, donde la permanencia de una elite en el poder garantizó cierta continuidad entre los sucesivos gobiernos, en la Argentina ocurrió lo contrario: la permanencia de un mismo grupo dirigente implicó giros de todo tipo. Impecablemente escrito, con una prosa académica muy limpia que no cae en los lugares comunes de las ciencias sociales y el periodismo, Bosoer utiliza documentos de la época, archivos de la CIA y fuentes de primera mano. El resultado es un libro sólido, que se ocupa de un tema hasta el momento descuidado, y que viene con sorpresa: la inclusión del general democrático y hoy embajador Martín Balza como autor del epílogo, en un interesante acto de justicia poética.

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