Lun 15.10.2007

ESCRITO & LEíDO

Las influencias y las circunstancias

› Por José Natanson

Pocos líderes latinoamericanos han merecido tal número de análisis, libros y biografías como Hugo Chávez. De los vivos, sólo Fidel Castro lo supera en cantidad de líneas protagonizadas. La montaña de papel incluye largos libros de entrevistas que funcionan como panfletos aburridos, como el de Marta Harnecker, Hugo Chávez Frías, un hombre, un pueblo (Tercera Prensa), y el clásico de Agustín Blanco Muñoz, Habla el comandante (Universidad Central de Venezuela). Hay análisis de ciencias sociales, como el de Margarita López Maya, con una visión cercana pero crítica y aguda, Del viernes negro al referendo revocatorio (Alfadil), o el de Steve Ellner y Daniel Ellinger, La política venezolana en época de Chávez (Nueva Sociedad). En cuanto a las biografías, la mejor es sin dudas la de Cristina Marcano y Alberto Barrera Tyszka, Hugo Chávez sin uniforme (Debate), que logra el pequeño milagro de construir una mirada equilibrada, profunda e impecablemente narrada de la vida de Chávez.

En ¿Quién inventó a Chávez?, Modesto Emilio Guerrero asume un enfoque interesante: se pregunta cuáles fueron las circunstancias históricas y las influencias de carne y hueso que moldearon la personalidad del presidente venezolano, bajo la razonable tesis de que ningún líder se forma en el vacío, por obra y gracia de su voluntad iluminada. Dedica un largo capítulo a la figura de Maisanta, el llanero venezolano que se alzó contra la dictadura de José Vicente Gómez y que Chávez elevó a la categoría de prócer porque, según dice, es uno de sus antepasados. Y se ocupa de otras influencias más concretas, como el viejo militante comunista Esteban Ruiz Guevara y el argentino Norberto Ceresole, un sociólogo lunático y antisemita que durante unos pocos años inspiró a Chávez con sus delirios acerca de la unidad del pueblo, el ejército y el caudillo.

Guerrero dice que su biografía no es aséptica ni neutra, pero tampoco apologética. Lo primero es cierto, lo segundo es más discutible: aunque el autor se mete en terrenos pantanosos y se ocupa de temas delicados que los chavistas más enfáticos prefieren ignorar, como la corrupción y el desorden de la gestión, lo cierto es que la mirada general termina siendo claramente favorable a Chávez, al que al final parece perdonarle todo. Y no es que está mal tener una posición política: el problema es cuando, como este caso, la posición conspira contra el libro.

Periodista venezolano de larga trayectoria, Guerrero fue diputado y dirigió diferentes publicaciones en Venezuela. Luego se trasladó a la Argentina, donde, según dice la solapa de su libro, “participó de la insurrección del 19/20 de diciembre como orador en la asamblea de Caballito dentro del movimiento asambleario argentino”. Quizá demasiado cercano a su personaje, Guerrero ha escrito un libro que parte de una buena idea pero que no parece del todo logrado, que gana interés cuando se acerca a la figura de Chávez y lo pierde cuando se extravía en interpretaciones políticas que resultan un poco rústicas: a uno podrán no gustarle las ideas de Anthony Giddens, pero de ahí a calificarlo de “estafador ideológico”...

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