Jue 05.01.2006

ESPECIALES

JOSE INGENIEROS

› Por Sylvia Saítta y
Luis Alberto Romero

José Ingenieros nació en Palermo, Italia, en 1877. Su padre, que era liberal y socialista, amigo de Garibaldi, Mazzini y Malatesta, emigró al Uruguay. Ingenieros vivió su infancia en Montevideo, Uruguay, y pasó luego a Buenos Aires, donde estudió en el Colegio Nacional y en la Facultad de Medicina. Se graduó de farmacéutico en 1897 y de médico en 1900. En la Universidad militó en el incipiente socialismo. En 1896 colaboró con Juan B. Justo y Nicolás Repetto –ambos médicos– en la fundación del Partido Socialista, del que fue su primer secretario. En 1897, junto con Leopoldo Lugones, editó el periódico La Montaña, donde combinaba el socialismo con posturas libertarias y anarquistas. En 1899 abandonó la militancia y se dedicó a su profesión.

Protegido por dos médicos famosos, Francisco de Veyga y José María Ramos Mejía, ingresó en el Servicio de Observación de Alienados, que dirigió desde 1904, al tiempo que ocupaba la cátedra de Psicología Experimental en la Facultad de Filosofía y Letras. Sus diversos intereses confluyeron en la Revista de Criminología, Medicina Legal y Psiquiatría, que dirigió entre 1902 y 1913. En 1911 fue nominado como profesor titular de la cátedra de Medicina Legal, pero el presidente de la Nación, quien por entonces designaba a los profesores universitarios, optó por otro candidato. Ingenieros renunció entonces a todos sus cargos, cerró su consultorio, regaló sus libros y marchó a un autoexilio en Europa. En 1913 publicó uno de sus libros más célebres, El hombre mediocre, en el que juzgaba duramente al presidente Roque Sáenz Peña.

Su estadía en Europa coincidió con el desarrollo de nuevas preocupaciones. La medicina y la psiquiatría se combinaron con la filosofía y los temas culturales. En 1915 fundó la Revista de Filosofía y organizó el Seminario de Filosofía de la Universidad de Buenos Aires. Ese mismo año fundó La Cultura Argentina, una de las colecciones más importantes de la tradición cultural nacional, que él mismo trató de caracterizar en La evolución de las ideas argentinas. La influencia del espiritualismo, por entonces en boga, se combinó con su sólida tradición positivista y maduró en dos obras muy conocidas: Hacia una moral sin dogmas y Las fuerzas morales.

El fin de la Primera Guerra Mundial influyó en sus ideas e inquietudes. Apoyó tempranamente la revolución comunista en Rusia, y en noviembre de 1918 pronunció una sonada conferencia sobre la significación histórica del movimiento maximalista. Adhirió con entusiasmo a la Reforma Universitaria iniciada en Córdoba en 1918, y en general al movimiento latinoamericanista y antiimperialista que la acompañó, y participó en todo tipo de emprendimientos político-culturales. En marzo de 1925, poco antes de esta entrevista, titulada “Un maestro de la juventud”, se constituyó en Buenos Aires la Unión Latinoamericana, e Ingenieros redactó el Acta Fundacional. En junio viajó a París para asistir a los actos de homenaje al sabio francés Jean Charcot y participar de un gran acto antiimperialista, organizado por la Societé des Savantes en la Sorbona. Asistieron personalidades como José Vasconcelos, José Ortega y Gasset, Miguel Unamuno, Manuel Ugarte y Víctor Raúl Haya de la Torre. De regreso a Buenos Aires, sorpresivamente, Ingenieros murió en octubre de 1925.

Ernesto Mario Barreda nació en 1899 y fue un distinguido escritor y poeta, de orientación modernista. En 1923 la Municipalidad de Buenos Aires premió su libro Himno al trabajo. Como periodista, colaboró también en La Nación y Nosotros. Murió en 1958.

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