ESPECIALES › HIPOLITO YRIGOYEN
Conocida es la dificultad con que debían enfrentarse los periodistas que querían entrevistar a Hipólito Yrigoyen. Enemigo de la exhibición pública, Yrigoyen privilegiaba su despacho de Casa de Gobierno o el ámbito de su casa, “la cueva de la calle Brasil”, para recibir a la larga concurrencia que esperaba en sus antesalas. Luis Pozzo Ardizzi recurrió entonces a personajes cercanos a Yrigoyen para armar una entrevista que diera cuenta de la vida privada del presidente. Los entrevistados, cuyas fotos ilustran la nota, fueron: Francisco Guerra, maître del Bristol Hotel de Mar del Plata, que revela los secretos gastronómicos de las comidas presidenciales; Antonio Giglio, un policía de seguridad del presidente; y los sastres Eugenio Inhouds, Fernando Conrnou y Ladislas Sobleck.
La entrevista se publicó bajo el título “¿Cómo es el doctor Yrigoyen en la intimidad?” y fue realizada en uno de los momentos políticos más álgidos de la segunda presidencia de Yrigoyen. A las elecciones para diputados de marzo de 1930, en las cuales el yrigoyenismo perdió la mayoría en la Cámara, se sumó un clima de violencia y de malestar económico traducidos en la inactividad del Congreso, la coalición de fuerzas opositoras, furiosas campañas periodísticas y altercados callejeros. Si bien no hay referencias directas al momento político, la entrevista menciona el atentado contra Yrigoyen del 24 de diciembre del año anterior, cuando Gualterio Marinelli disparó tres balazos contra el coche del presidente.
Luis Pozzo Ardizzi nació en Saavedra, provincia de Buenos Aires, el 13 de agosto de 1901: Jefe de Marítimas en el diario La Razón (1924-1932), desde 1932 hasta 1951 fue redactor de La Prensa. En 1952 se incorporó a la redacción de la editorial Atlántida y colaboró en diversas publicaciones. Escribió libros de cuentos humorísticos –La moral de don Filántropo (1925), Divagaciones de un loco suelto (1928), Adelante señores: Bar Automático (1929) y El hombre de la esquina Florida (1947)– y numerosas piezas teatrales. Su estilo de entrevistas se caracterizó por la omisión deliberada de las preguntas del cronista (representadas por puntos suspensivos encerrados entre dos signos de interrogación) y la transcripción de las respuestas que, de todas maneras, las dan por presupuestas.
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