› Por Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero
El escritor Julio Cortázar nació en Bruselas el 26 de agosto de 1914; en 1919 se instaló, con su familia, en la Argentina. En 1951 viajó a París con una beca de la Unesco, donde publicó su primer libro de cuentos, Bestiario, al que le siguieron Las armas secretas (1959), Los premios (1960) e Historia de cronopios y de famas (1962). En 1963, la aparición de Rayuela marcó un punto de viraje en el interior de la literatura cortazariana y una “divisoria de aguas” en la historia de la narrativa argentina. Además de su éxito inmediato en la crítica literaria y entre el público, incorporó importantes modificaciones en las técnicas narrativas y en la construcción del relato: la desconfianza sobre la función cognoscitiva del lenguaje, la tensión entre lo fragmentario y la forma larga, la autorreferencialidad, la proliferación de citas, la intertextualidad exasperada. Estos procedimientos literarios alcanzaron nuevas formulaciones en sus textos posteriores: Todos los fuegos el fuego (1966), La vuelta al día en ochenta mundos (1967), 62 Modelo para armar (1968).
En 1973, luego de una gira por varios países latinoamericanos, Cortázar regresó, por poco tiempo, a la Argentina, para asistir a la salida de El libro de Manuel y formar parte del jurado en un concurso literario organizado por la editorial Sudamericana y el diario La Opinión. En Mendoza, luego de un breve pasaje por Chile, donde asistió a la victoria electoral de la coalición de centroizquierda de Salvador Allende, Unidad Popular, Osvaldo Soriano le realizó esta entrevista titulada “Julio Cortázar llega a la Argentina convencido de que, a pesar de las contradicciones, se consolida la vía al socialismo en América latina”. Fue publicada el día de las elecciones generales que llevarían a Héctor Cámpora a la presidencia de la República, en el suplemento de cultura de La Opinión. El diario, que había salido a la calle el 4 de mayo de 1971 dirigido por Jacobo Timerman, marcó una etapa decisiva en la historia del periodismo argentino: le otorgó un nuevo lugar al periodismo de opinión y de análisis, en artículos firmados por Juan Carlos Algañaraz, José Pasquini Durán, Juan Gelman, Miguel Bonasso, Mabel Itzcovich, Kive Staif, Francisco Urondo, Enrique Raab, entre otros. La Opinión impulsó el Gran Acuerdo Nacional –base de la política lanussista– previo al retorno de Perón. En la entrevista, un Cortázar optimista analiza la situación política de América latina, a la que considera en marcha inexorable hacia el socialismo, y se detiene en los motivos por los cuales asiste, por primera vez desde que reside en París, a la presentación de un libro suyo. Ansioso por conocer la recepción pública de la propuesta experimental de El libro de Manuel, en el cual convergen literatura y política, Cortázar explicita los postulados estéticos e ideológicos de su nuevo libro, poniéndolo en relación con su literatura anterior.
En el año siguiente a esta entrevista, Cortázar obtuvo el Premio Médici por El libro de Manuel y entregó el dinero a la Unidad Popular chilena. En los setenta, publicó Octaedro, Alguien que anda por ahí, Un tal Lucas. En 1982, luego de la muerte de su tercera esposa, Carol Dunlop, publicó Los autonautas de la cosmopista, escrito con ella en colaboración; los derechos de autor fueron destinados al pueblo de Nicaragua. Al año siguiente, publicó Deshoras y regresó por última vez a la Argentina para la transmisión de mando del presidente Raúl Alfonsín. Murió en París el 12 de febrero de 1984. A mediados de ese año, se publicó Nicaragua tan violentamente dulce, cuyos derechos de autor están destinados al pueblo sandinista.
El escritor Osvaldo Soriano nació en Mar del Plata en enero de 1943 y murió en Buenos Aires el 29 de enero de 1997. En 1973 publicó su primera novela Triste, solitario y final, a la que le siguieron No habrá más penas ni olvido (1980), Cuarteles de invierno (1981), A sus plantas rendido un león (1986), El ojo de la patria (1992), La hora sin sombra (1995), entre otras. Se inició como periodista en La Opinión, donde escribió sus “Historias de vida”, recopiladas después en Artistas, locos y criminales (1983). Después del golpe de Estado de 1976, se exilió en Bélgica, y luego vivió en París hasta 1984, año en que regresó a la Argentina. Participó en la fundación de El Periodista y de Página/12, del cual fue redactor hasta el día de su muerte.
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