Mié 04.01.2006

ESPECIALES • SUBNOTA

MANSILLA

El Diario,
19 de enero de 1885

Desde esta mañana se halla de nuevo en su casa habitación de la calle del Pilar el general Lucio V. Mansilla, después de ocho días de arresto en el cuartel del Retiro.
El general es una personalidad tan interesante bajo más de un concepto, que una conversación particular con él no podría dejar de ser sumamente agradable y atrayente –especialmente después de un suceso que hubiera bastado para dar al general una popularidad que tiene conquistada desde tiempo atrás por sus servicios al país y su talento de escritor.
Esto es lo que tenía en la mente el reporter de El Diario que esta mañana se dirigió a la casa del general Mansilla, con el propósito de satisfacer su curiosidad y después la del lector.
El reporter se presentó a la puerta del general como a las once, siendo al rato introducido en un salón amueblado con elegancia y sencillez al mismo tiempo, y lleno de objetos de arte y bibelots que sólo las personas de buen gusto o instruidas tienen la facultad de saber elegir.
El reporter se preparaba a dar un vistazo detallado a todos esos objetos interesantes, cuando entró el general.
No es el caso de encomiar aquí el fino trato del general Mansilla: su afabilidad es bien conocida y tampoco sería una novedad escribir que es sobre todo un hombre de mucho esprit: basta constatar una vez más que el general tiene el don de poner a su interlocutor inmediatamente à son aise; es lo que sucedió con este reporter que hablaba al general por primera vez y que sin embargo se sintió perfectamente a sus anchas para entablar la conversación –especie de interrogatorio que fue contestado por el general Mansilla en tono sumamente comunicativo.
–General –empezó el reporter–, ¿en qué circunstancias se ha efectuado su arresto?
El general: –De la manera más sencilla: se presentó un oficial portador de la orden de arresto y me la notificó sin darme el motivo.
Yo no hice la menor observación si bien es probable que no hubiera acatado esa orden sabiendo la causa que la había provocado.
R. –¿En qué momentos, general, se le dio lectura de la declaración del fiscal?
G. –Anoche, al comunicarme mi libertad; el dictamen del fiscal así como la declaración del Ministro de la Guerra me parecieron documentos tan disparatadamente troussés, que no quise continuar escuchando la lectura; por lo demás, me reservaba refutar sus considerandos en momentos más oportunos.
R. –Tiene Ud. algunos fundamentos para creer que la medida del general Roca obedezca a un sentimiento de rencor personal.
G. –De ninguna manera: el Presidente pretendió hacer un acto de autoridad, basándose en la disciplina militar, pero en realidad no ha hecho sino “ajar” el uniforme de los generales argentinos y “vilipendiar” sus galones.
R. –¿Qué impresión deja en su mente, general, el procedimiento del general Roca?
G. –El Presidente de la República se ha declarado jefe de partido, y la prueba es que ha contestado en este sentido a muchos telegramas de felicitación que le han dirigido del interior de la República; yo, que militaba en ese partido, me pareció en un momento dado que entraba en malos rumbos, y no queriendo seguirlo, tenía el derecho de manifestarlo a su jefe: es lo que he hecho en mi carta.
R. –Qué línea de conducta piensa usted observar ahora.
G. –Antes que todo soy soldado: me presentaré al Ministro de la Guerra y ante el Presidente si éste manda llamar; si no lo hace, queda concluido todo entre él y yo. Además yo vine de Europa en congé: quiero definir mi situación.
R. –¿Piensa Ud. regresar a Europa?
G. –Por ahora no, porque el país está encaminándose a una crisis política; los momentos actuales son difíciles, y yo quiero poner mi patriotismo al servicio de una causa; puede que yo me halle entre los vencidos: en ese caso caeré con el vencido.
R. –Y, ¿qué le parece, general, las apreciaciones de la prensa sobre la prisión de usted?
G. –Cada uno escribe según su conciencia, según el partido y los intereses que defienda, según la pasión del momento, pero sea lo que fuere la prensa que ha aprobado el procedimiento draconiano del Presidente de la República, ha errado a fondo en esta cuestión de decretos y ordenanzas. Yo me reservo establecer mi defensa con nuestro Código en la mano; de todas maneras yo protesto formalmente contra un acto que considero altamente arbitrario. El país está en un estado de inquietud, por decirlo así, y al no regresar a Europa por el momento creo cumplir con un deber de patriotismo.

Después de algunas otras palabras sin trascendencia, se despidió del simpático general Mansilla.

Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero,
Grandes entrevistas de la HistoriaArgentina (1879-1988)mansilla, Buenos Aires,
Punto de Lectura, 2002.

“Se ha hecho todo lo posible para localizar a todos los derecho habientes de los reportajes incluidos en este volumen. Queremos agradecer a todos los diarios, revistas y periodistas que han autorizado aquellos textos de los cuales declararon ser propietarios, así como también a todos los que de una forma u otra colaboraron y facilitaron la realización de esta obra.”

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