ESPECIALES • SUBNOTA
Confirmado, Nº 285,
2 de diciembre de 1970
En el número 47 de Confirmado, Bernardo Verbitsky escribía: “Si el aniversario de Sur puede ser o parecer una fiesta cultural, el sector más amplio de nuestra literatura sólo puede mirarla como una fiesta ajena”. En esta frase se resumía, en términos generales, la imagen que para muchos había representado, por lo menos desde 1950 hasta la fecha, la revista que Victoria Ocampo fundara en el lejano enero de 1931. Los propósitos confesados entonces, buscar el oculto tesoro de América, se fueron desviando poco a poco hacia una evidente preferencia por la publicación de autores extranjeros. Si bien su fundadora, en más de una oportunidad, recalcó con cierto orgullo el carácter informativo y precursor de las páginas de la revista con respecto a nombres que de otro modo hubiesen tardado años en llegar a conocimiento de los lectores argentinos, el alejamiento del proceso literario nacional produjo como consecuencia un divorcio casi absoluto. En los últimos veinte años muy pocos autores jóvenes de valor se acercaron y publicaron en Sur. Hace unos días, en un artículo aparecido en La Nación, Victoria Ocampo anunciaba el cierre definitivo de la revista. Es probable que también su desaparición será vista por la mayoría como una muerte ajena. La justicia o la injusticia de este hecho no invalida su evidencia. Requerida por Confirmado, Victoria Ocampo accedió a contestar algunas preguntas.
Confirmado: –Al cabo de cuarenta años, ¿cómo definiría la actividad de la revista Sur?
Victoria Ocampo: –Al cabo de cuarenta años, pedirme que defina lo que he tratado de definir (por lo visto sin éxito) en hechos, no sólo en palabras, durante ese lapso, es un poco descorazonador. Cuarenta años tirados a la calle.
C: –¿Cuáles cree que han sido la trascendencia y la influencia de la revista en la cultura argentina?
V. O.: –Otros hablarán de la trascendencia o intrascendencia de Sur, de su influencia. No es cosa que me corresponda.
C: –¿Piensa que los propósitos iniciales, aquellos que decidieron su fundación, se realizaron?
V. O.: –Sí. Creo que parte por lo menos de los propósitos iniciales se han cumplido y, por favor, no me pidan que defina qué parte.
C: –Personalmente, como escritora y como directora de Sur, ¿cómo se siente ante su desaparición?
V. O.: –No siento nada. Sur aparecerá dos veces por año en forma de revista-libro, es decir números especiales, como ya anuncié en mi artículo de La Nación (“Después de cuarenta años”). La editorial continúa también.
C: –Una frase suya aparecida justamente en ese artículo de La Nación: “Pero la difusión de la cultura no parece ser el camino elegido por la mayoría de la turbulenta juventud contemporánea”. ¿Podría aclarar ese concepto? ¿A qué atribuye, si existe, el cambio ocurrido?
V. O.: –No veo por qué es necesario aclarar ese concepto. Queda aclarado si uno lee los diarios, anda por la calle, ve los noticieros de televisión.
C: –¿Cómo definiría a la juventud actual?
V. O.: –La juventud siempre fue turbulenta, no es una novedad. Pero hoy lo pone de manifiesto de manera particularmente explosiva. No creo que sea éste un método aconsejable. La violencia desencadena la violencia y es el cuento de nunca acabar. En cuanto a la juventud actual, tiene los defectos y las cualidades de la juventud de todas las épocas. Lo que ha variado son las circunstancias.
C: –¿Vale decir?
V. O.: –No me pidan que las defina. Repito que está en los diarios, la calle, los canales de televisión, la Luna, qué sé yo.
C: –¿Leyó a escritores jóvenes argentinos?
V. O.: –Por supuesto.
C: –¿Qué opina de las nuevas promociones de novelistas y poetas?
V. O.: –Algunos me gustan.
C: –¿Qué le diría a un escritor joven?
V. O.: –Le diría... Pero no. Sería inútil. La experiencia no se transmite. Cada cual tiene que tantear hasta que da con lo que busca, es decir con su forma particular de expresar lo que ve y siente, de deformar la realidad, diría Ortega.
C: –¿Cuáles fueron o cuál fue la mayor satisfacción que le deparó la existencia de la revista Sur?
V. O.: –Ver a un muchacho leyendo un número de mi revista en un tren suburbano. Entre Retiro y La Lucila, por ejemplo.
C: –¿Y, si existió, el peor momento?
V. O.: –Los malos momentos nunca faltan y fueron variados y pintorescos. No sabría con cuál quedarme. La lejanía me permite ver su lado cómico.C: –A la distancia, ¿qué les contestaría a las críticas cuyas argumentaciones son de conocimiento público, que a lo largo de su trayectoria aislaron a Sur?
V. O.: –¿Qué argumentación? ¿Que soy extranjerizante y mi revista también? Tiene gracia la crítica tratándose de una persona que se ha quedado en el país por elección, no por necesidad, que habla francés como su propio idioma, si no mejor, inglés casi a esa altura, y que tiene valiosos amigos en el extranjero. La verdad es que más bien se me podría acusar de ser en exceso argentinizante. Pero esto ya ni lo discuto. Ni explico más.
C: –Otra frase suya: “Se suspende hasta que cambien las circunstancias”. ¿Podría aclarar este concepto? ¿Qué clase de circunstancias? ¿Cambiar hacia nuevas posibilidades? ¿Recuperar una realidad perdida?
V. O.: –En gran parte se trata de circunstancias económicas. Salimos del atolladero como podemos. No sé si tienen idea de las dificultades con que tropieza una revista literaria, no comercial, como Sur.
C: –¿No existe para una revista como Sur, dejando de lado los factores económicos, la posibilidad de adaptarse a las circunstancias actuales, extraer de los mismos cambios que se realizaron o se vienen realizando a todo nivel elementos que le permitan seguir enfrentándose con el compromiso que decidió su publicación?
V. O.: –Nuestra manera de adaptarnos a las circunstancias se desprende de las resoluciones tomadas.
Sylvia Saítta y Luis Alberto Romero, Grandes entrevistas de la Historia Argentina (1879-1988), Buenos Aires, Punto de Lectura, 2002.
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