¿Tendrán Anne Krueger y Paul O’Neill algo que ver? Ese “quedarse fuera del mundo” tan meneado en términos económicos, ¿habrá encontrado su primera demostración en el campo del arte? La tercera edición de los Latin Grammy Awards, realizada el miércoles por la noche, dejó varios datos objetivos. Pero desde este lugar del mundo debe comenzarse por el más llamativo: sobre trece candidaturas, los artistas argentinos obtuvieron... cero. Luis Alberto Spinetta, León Gieco, Alejandro Lerner, Celeste Carballo, Gustavo Cerati, Babasónicos, Julia Zenko, Néstor Marconi y Adrián IaIaies vieron pasar la noche del Grammy latino como una fiesta ajena. Eso si es que estaban prestando atención, ya que es sabido que los músicos toman con pinzas esa cuestión de los premios, aunque se trate de unos que otorgan lustre internacional. Como sea, Spinetta (Silver sorgo) y Gieco (Bandidos rurales), por ejemplo, perdieron frente al Soy de Alejandra Guzmán. Marconi y IaIaies debieron resignarse a que el rubro “Tango”, nada menos, quedara en manos de... un dúo brasileño.
Apuntada la curiosa desaparición argentina en el mapa de la industria estadounidense (debe recordarse que los Grammy son responsabilidad de la Latin Academy of Recording Arts & Sciences), sin mayor intención de buscar teorías conspirativas, quedan los protagonistas de la fiesta. O el protagonista: el español Alejandro Sanz, que el año pasado se llevó cuatro estatuillas por Con el alma al aire, repitió su performance llevándose los tres rubros a los que estaba nominado, actuando en vivo (cantó una festejada versión de la premiada “Y sólo se me ocurre amarte”) y hasta admitiendo que le daba “un poco de vergüenza, porque todos los nominados lo merecen tanto o más que yo”. Pero si España se anotó un buen triunfo –lo que debería llevar, quizá, a que los Grammy se definieran como premios de música iberoamericana–, Colombia fue el país que derrochó motivos de alegría. Carlos Vives, que el año pasado vio pasar cuatro rubros sin llevarse nada, obtuvo dos premios (“Disco tropical contemporáneo” y “Canción tropical”). Juanes se llevó el reconocimiento a la “Canción rock” con “A Dios le pido”, de alta rotación en todas partes, mientras que Shakira movió las caderas en el escenario y ganó el Grammy al videoclip por “Suerte”. Al menos hubo un argentino que pudo brindar.
La ceremonia llevada a cabo en el Teatro Kodak de Los Angeles, de dos horas de duración y en la que fueron entregados sólo los premios más importantes, fue televisada en vivo por el canal estadounidense CBS y conducida por la cantante Gloria Estefan y el actor Jimmy Smits. Y hubo, como en años anteriores, componentes políticos. La primera edición iba a realizarse en Miami, pero una áspera protesta de los cubanos por la presencia de músicos de la isla de Fidel llevó a que se trasladara todo a Los Angeles. El año pasado, los atentados del 11 de setiembre obligaron a postergar la entrega, que se realizó dos semanas después y en una ceremonia privada. Este año, el tópico cubano volvió a tallar: el gobierno de Estados Unidos les negó la visa a 22 músicos, entre ellos Chucho Valdés, ganador del rubro “Disco pop instrumental” por Canciones inéditas.
Estefan, de todos modos, prefirió evitar el espinoso tema y se concentró en recordar que, tras la impasse pública por el ataque terrorista, “este año regresamos con un nuevo sentido de compromiso”. Celia Cruz, ganadora del premio “Disco de salsa” (La negra tiene tumbao), también evitó toda mención al tema (lo que en su caso podría interpretarse como un alivio) y prefirió mofarse de sí misma cuando, al subir al escenario, se pisó el vestido rojo brillante y casi protagonizó un papelón inolvidable. “Siéntense que yo me caigo”, ironizó entre las carcajadas del público, que ni llegó a enterarse de que, esa misma noche, un país llamado Argentina había caído en default artístico.