ESPECTáCULOS
› “TODOS JUNTOS”, UNA COMEDIA DE LUKAS MOODYSSON
Nos habíamos amado tanto
El director sueco, que tuvo un promisorio debut con “Descubriendo el amor”, confirma con este retrato de unos comuneros de los ‘70 su sensibilidad hacia la juventud rebelde. Por su parte, con “Peluca y Marisita”, Raúl Perrone entrega uno de sus films más logrados.
› Por Luciano Monteagudo
“¡Murió Franco! ¡Murió Franco!”, gritan borrachos de alegría hombres, mujeres y niños, mientras saltan y bailan entre almohadones de colores psicodélicos y posters del Che Guevara. Estamos en noviembre de 1975, la radio oficial sueca acaba de dar la noticia y en esa vieja casona en las afueras de Estocolmo, donde funciona la pequeña comuna llamada “Tillsamans” (Juntos), la celebración es tan espontánea como ruidosa. La armonía no tardará en disolverse, sin embargo. Una escena después todos los aguerridos comuneros están en la cocina –presidida por una foto de Mao Tse-Tung, “el gran cocinero” que les dio de comer a millones de chinos–, discutiendo sobre a quién le toca lavar los platos. Y hasta qué punto, en todo caso, habría que lavarlos, considerando que se trata de una costumbre eminentemente burguesa. Ese tono, entre nostálgico y risueño, es el que preside Todos juntos, el segundo largo de Lukas Moodysson, que después de su celebrado debut con Descubriendo el amor (Fucking Amal en el original) se convirtió en la nueva esperanza del cine sueco.
Si en su primera película Moodysson –a partir de la relación de dos chicas de suburbio– exponía con verdad, humor y sutileza los infinitos padecimientos de la adolescencia, aquí en Todos juntos el director amplía el registro y aplica su mirada a un grupo de veinteañeros que, a su manera, no han madurado demasiado todavía. Para Moodysson, eso no es algo precisamente malo. Más bien, todo lo contrario. Basta con ver la manera cruel con que describe al típico matrimonio sólidamente constituido que habita la casa vecina de la comunidad “Tillsamans” y que mira con perplejidad y horror lo que sucede allí dentro. Pero eso no le impide a Moodysson tener una mirada entre crítica y divertida sobre la ingenuidad de muchos de los planteos y las lógicas dificultades de convivencia entre estos comuneros, que no necesariamente quieren cambiar el mundo sino apenas ir contra él.
Anne y Lasse, por ejemplo. Tienen un pequeño hijo, al que bautizaron “Tet” (en homenaje a la legendaria ofensiva del Vietcong), pero acaban de separarse porque ella ha decidido ser lesbiana. La de Anne no es tanto una certeza sino más bien un gesto militante, para luchar contra el machismo y el patriarcado. Por ejemplo, Anne no tiene problemas en andar por la casa desnuda de la cintura para abajo (“Tengo hongos y necesito airearme”, se justifica) y él, para no ser menos, le demuestra que también puede andar mostrando lo suyo. Que en ese momento entre en escena Goran, otro comunero, que trae a convivir a la casa a su hermana y a sus dos pequeños hijos (que vienen escapando de un padre borracho) no hace sino confirmar el espíritu de comedia lunática que impera en varios de los tramos de Todos juntos.
El bueno de Goran es un poco la figura patriarcal del grupo, un personaje de infinita paciencia, que trata de imponer la armonía en “Tillsamans” y que quiere complacer a todos, sin dejar conforme a ninguno. Empezando por él mismo, que se ha convencido de que no hay nada mejor que las relaciones abiertas y de que la fidelidad es una hipocresía burguesa, pero que previsiblemente se tortura en silencio cuando su novia Lena leviene a pedir permiso para acostarse con el fanático militante Erik y alcanza sonoros orgasmos en la pieza de al lado.
Lo mejor del film hay que buscarlo, sin embargo, en los pequeños apuntes con que Moodysson –reafirmando aquello que ya se perfilaba en su largo anterior– da cuenta de la vida de los hijos de esos improvisados comuneros. Desde los más chicos (a los que no les está permitido ver la televisión y se divierten jugando a los héroes que desafían a la tortura de Pinochet) hasta los adolescentes que, encarnando el sentimiento universal, se sienten feos y solos y se avergüenzan de sus padres, todos son pintados con precisión por la cámara siempre inquieta de Moodysson, que parece haber adoptado un estilo de imagen anárquica acorde con la vida de sus personajes.
(Tillsammans) Suecia, 2000.
Dirección y guión: Lukas Moodysson.
Fotografía: Ulf Brantas.
Música: Abba y otros grupos.
Intérpretes: Lisa Lindrgren, Michael Nyvquvist, Emma Samuelsson, Sam Kessel, Gustaf Hammarstein, Anja Lundqvist, Jessica Liedberg.
Estreno de hoy en los cines Village Recoleta, Hoyts Abasto, Patio Bullrich, Cinemark Palermo y otros.