Vie 15.11.2002

ESPECTáCULOS

Una gran soprano para una comedia disparatada

Graciela Oddone brilla en la versión de “L’occasione fa il ladro” de Rossini que se presenta en el Colón. La puesta de Claudio Gallardou apuesta a la caracterización de los personajes.

› Por Diego Fischerman

L’occasione fa il ladro, estrenada por Rossini en 1812, es una comedia. Y el encargado de poner en escena su primera representación en el Teatro Colón es un actor y director de teatro especializado en el género (y con mayor precisión en lo payasesco). Claudio Gallardou apuesta aquí a algo bastante infrecuente: el trabajo durante un tiempo prolongado con los cantantes y el énfasis en que la materia de sus acciones es la naturaleza de sus personajes y, sobre todo, una historia que debe ser contada. Para ello cuenta con un elenco cómplice y, en particular, con una artista como la soprano Graciela Oddone, que brilla tanto por la calidad de su interpretación vocal como por su naturalidad y presencia en el escenario.
Este título menor, en lo musical repite los trucos de éxito habituales en Rossini: arias con profusión de adornos, aptas para el lucimiento de los virtuosos, pasajes de gran velocidad y algún quinteto vocal de escritura tan precisa como efectiva. Su argumento parte de la confusión de valijas entre un noble que va a casarse con su prometida y un plebeyo estafador pero simpático. El aventurero decide ir a buscar como esposa a la novia del otro pero la dama, descontenta con el arreglo nupcial hecho por su padre poco antes de morir, decide al mismo tiempo cambiar de identidad con su sirvienta y confidente para comprobar si el forastero se enamora de ella o de su fortuna. Los dos hombres llegan al mismo tiempo y hay, claro, dos mujeres esperando. Leonardo Estévez en el papel del plebeyo (afinado, con timbre cálido y buen volumen) y Gabriel Centeno en el del conde (con buen fraseo y soltura estilística aunque algo estrangulado en los agudos) compusieron una buena pareja de antagonistas. Carlos Sampedro, histriónico y vocalmente correcto, tuvo a su cargo el papel del tío de la novia, Celina Torres construyó una muy buena confidente (y cómplice) de la prometida y Mirko Tomás, con un vibrato un tanto excesivo y constante, fue el infaltable servidor (transitando con facilidad desde la obsecuencia a la traición). Como corresponde, a pesar de los disfraces, al noble le gusta la noble y al plebeyo la plebeya. En el final hay boda doble y gran escena de conjunto en que se disculpan las acciones del impostor diciendo que “la ocasión hace al ladrón”.
La gran estrella de esta puesta, dirigida con corrección por Guillermo Brizzio, es Oddone. Deslumbrante en los pasajes de coloratura, de gran estatura en los pasajes más líricos y con un timbre bellísimo, logró incluso dar espesor y tridimensionalidad a un personaje bastante insignificante en sí mismo. La escenografía, pensada casi como para una compañía itinerante (de hecho esta ópera saldrá de gira por el interior), permite que, girando apenas unos paneles, una posada de camino se convierta en una mansión acomodada. Gallardou, por su parte, logra un clima de disparate en donde abundan los gags. La falla, eventualmente, tiene que ver con una suerte de malentendido. Así como no toda comedia es, necesariamente, una burla del drama, la ópera buffa suele no ser unaparodia de la ópera seria sino, más bien, otro género, con reglas propias y precisas. El heroísmo estaba reservado para reyes antiguos y para dioses y las historias con gente del burgo debían ser, en general, cómicas. Gallardou acierta cuando se juega, por ejemplo, por ese subgénero que es la comedia de puertas pero quita fuerza y efecto a sus resoluciones al exagerar con los bailecitos y movimientos de cabeza de los cantantes, lo que no alcanza para ridiculizar a la ópera como lenguaje pero sí para hacer menos gracioso lo que es gracioso en serio. El abuso de los balanceos cada vez que se canta algo en ritmo ternario y de los trotecitos cuando los ritmos son rápidos y binarios se agota rápidamente como recurso y termina no siendo otra cosa que una distracción innecesaria.

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