ESPECTáCULOS
› CATUPECU MACHU PRESENTO EN OBRAS SU NUEVO CD
Los riesgos de una apuesta
Por Miguel Mora
“Ustedes ya saben que Catupecu Machu siempre está cambiando, y ojalá que todos cambien siempre.” Luego de tocar “Grandes esperanzas”, una de las nuevas canciones incluidas en su nuevo disco, Cuadros dentro de cuadros, Fernando Ruiz Díaz resumió el desafío de su banda. Con esa arenga verbal el grupo justificaba su disco más arriesgado, que durante la noche del sábado presentó en Obras. A diferencia del show que hicieron hace un año en el mismo lugar, esta vez no desbordó de público. Fueron dos horas y veinte de concierto, un escenario con recovecos, desniveles, una enorme pantalla de fondo y todo adornado desde el techo por la mayor puesta de luces que jamás se haya visto en ese estadio. Ni siquiera por un grupo internacional.
A Catupecu le encantan las apuestas, y además apuesta fuerte. Por eso llevar al vivo un disco íntegramente grabado sin bajos, plagado de bases hechas por computadoras y sintetizadores era una gran incógnita. El comienzo con “Origen extremo” fue la primera muestra: Fernando armado sólo con el micrófono y su hermano Gabriel encargado de la guitarra. En otros pasajes, ambos hermanos se calzaban la guitarra y las bases quedaban a cargo de lo que dispararan los teclados de Macabre apoyados en la batería de Javier Herrlein. Así se alternaron durante los siete temas que tocaron del álbum que estaban presentando. Y el resultado final era una extraña amalgama sonora que no parecía terminar de definirse. En cambio, en su versión más tradicional, Catupecu sacudía el estadio. Desde sus canciones más antiguas como “Elevador”, “La polca” o “Calavera deforme”, hasta los clásicos propios más recientes como “Perfectos cromosomas”, o “Eso espero”. Sin embargo, el nervio más sensible quedó expuesto cuando la banda se propuso reversionar una de sus canciones más sencillas y conmovedoras. “Entero o a pedazos”, renovada con violín, acordeón y una base de percusión fue un diamante que brilló con frescura en la caldera intolerable en la que se transforma Obras.
En la recta final, y con la excusa de los covers, aparecieron los invitados. Para “Kanishka” subió Lee Chi, disfrazado como Metal Macumba, uno de sus tantos alter egos de sus días en Los Brujos, y en “Héroes anónimos” fue el turno del ex Soda Zeta Bossio y uno de sus apadrinados, César Andino, cantante de Cabezones. No faltaron las dificultades de sonido, que ya parecen acompañar con malicia cada vez que el grupo toca en Obras, pero la energía del cierre con “Y lo que quiero es que pises sin el suelo”, “Eso vive” y “Dale!” puso a Catupecu por encima de los errores y dejó a todos exhaustos y satisfechos. Menos a ellos mismos, que un par de horas más tarde volvieron a tocar de sorpresa en una disco de Palermo.