Mié 27.11.2002

ESPECTáCULOS  › MARIO HANDLER PRESENTA “APARTE”, EN EL DERHUMALC

El interior de un cantegril

En absoluta soledad, el cineasta uruguayo rodó una visión personal y profunda de la vida de los sectores más marginales de Montevideo.“Quería lograr la realidad absoluta, transparente”, dice sobre su obra.

› Por Mariano Blejman

Filmó sin compañía, ni asistentes, ni iluminadores, ni productores, ni sonidistas durante casi dos años. En soledad, con una cámara digital al cuello, el director uruguayo Mario Handler se insertó en las afueras de Montevideo para retratar la vida de un grupo de marginales. Handler tiró los primeros seis meses de rodaje y comenzó a guardar el material cuando se dio cuenta de que la gente había olvidado que estaba presente y que, por fin, podía acercarse a la forma de vivir del suburbio sin mediaciones. Así pudo filmar imágenes que van desde una relajada Navidad familiar a un grupo de pibes fumando marihuana o inhalando pegamento, o la confesión que un interno les hace en la cárcel de menores a sus amigos (“le clavé 17 puñaladas”). Aparte se verá por primera vez en la Argentina hoy a las 21 en la Sala Lugones del Teatro San Martín, como parte del Festival DerHumAlc. Handler retoma de este modo el trabajo iniciado en 1965 con Carlos, cine-retrato en Montevideo sobre la vida de un linyera. También hizo Me gustan los estudiantes en 1968; Líber Arce, liberarse en 1970; Dos puertos y un cerro en 1975; Mestizo en 1988, entre otras.
–¿Por qué filmó solo?
–Quería retratar a los individuos que se encuentran en una marginalidad cultural. Había seguido en 1965 durante 10 meses a Carlos, un linyera, y tenía pendiente un trabajo así, en esta época. Fue la mejor forma de acercarme a un relato de no ficción en la línea de Truman Capote, García Márquez en sus crónicas periodísticas, Rodolfo Walsh. Quería lograr la realidad absoluta, transparente o ubicua entre la vida y la emoción, contra las estructuras habituales de los documentales. Odio las cabecitas parlantes frente a cámara.
–¿Está en contra de los documentales con entrevistas?
–El cine s’il vous plait (por favor), como le digo, hace hablar a los personajes frente a una cámara, para que den su opinión sobre la vida. Pero es una mentira del periodista televisivo decir que lo que esa persona está diciendo es la vida misma de la persona. Odio el oportunismo de Plata quemada, odio el Santo Forti del brasileño Eduardo Coutinho. Cuando en una manifestación se entrevista a una persona y ésta dice “hay que quemar a todos los políticos”, probablemente no sea lo que esa persona piensa realmente, ni lo único que quiere decir.
–¿Por qué tiró el material de los primeros seis meses?
–Porque había convivido con gente, pero no sabía quiénes eran. Uno era ladrón y me enteré recién varios meses después, cuando fue preso. Otra de las protagonistas, después de semanas de filmarla, dijo “me voy a trabajar” y cuando la acompañé, me di cuenta de que era prostituta. El material no servía, faltaba romper una barrera de confianza.
–¿En qué se diferencia su trabajo, por ejemplo, de un reality?
–En todo. En “Gran Hermano” hay gente dispuesta a ser filmada en una casa con cámaras mal ubicadas, gente que actúa. Los reality tienen personas lindas y jóvenes, que no tienen nada que ver con la violencia de la calle, con lo que pasa en realidad. Es una pantomima. En la película hay un par de guiños o chistes sobre el asunto de los realities.
–¿Qué imágenes lo conmueven en su documental?
–Un tipo le filma amorosamente el culo a su novia, con una cámara que yo le presto, sin que se lo pida. Un niño de tres años maltrata a un gato contra el piso, intenta bañarlo en un charco de la calle. En la cárcel de menores se cortan el brazo frente a cámara. Un pibe cae en cana a la semana de haber salido y dice: “Otra vez acá, es lo que hay”. Esa mulata que vive dela prostitución tiene un novio al que ama. Y confiesa que su hermano, que acaba de morir en la cárcel de sida, era el mejor ladrón que conoció.
–¿Por qué su trabajo se llama “Aparte”?
–Lo consulté con ellos y llegamos a ese nombre, porque no están al margen con posibilidad de volver a ingresar. Están aparte, afuera.
–¿Qué sintió, filmando?
–Ingresé al suburbio con la idea de que era una realidad cambiable, y ahora estoy profundamente deprimido. Estoy con anemia. Además, tengo relaciones difíciles con la gente de la película, que viene a instalarse en casa, usa el baño, se queda a dormir. Me deprime no poder ayudarla. No sé cómo terminar esas relaciones. Quise que armaran un grupo del Cante, (en Uruguay se le dice cantegril a la villa), pero fue imposible. Encima, varios de los que participan están presos.
–Está sufriendo en carne propia el dilema del asistencialismo...
–Exactamente. Me siento como esos fotógrafos corresponsales de guerra, que se encuentran con un niño desnutrido y muriéndose, y no tienen más que un caramelo en el bolsillo para darle. Imagínese la situación: les sacan una foto y luego les dan un caramelo. ¿Cómo se pueden sentir, luego?

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