Mar 03.12.2002

ESPECTáCULOS

“El folklore argentino es muy parecido al alemán”

Bernhard von der Goltz explica así su pasión por la música norteña, que lo llevó a radicarse aquí y tocar en el Festival de Cosquín. El viernes presentará un disco inspirado por Atahualpa Yupanqui

› Por Cristian Vitale

Es alemán. Nació en Berlín, octavo de diez hermanos, hace 67 años. Era luterano pero fue educado católico, en Baviera. Ambas cunas religiosas, abrumadoras, motivaron su temprano escape a París, donde conoció la obra de Jean Paul Sartre y se hizo existencialista. Pero ninguna de esas vivencias alcanza para definir la personalidad de este germano excéntrico. “Tuve unas cuantas metamorfosis, cambié varias veces de ideas, de formas de pensar”, explica Bernhard (ahora Bernardo) von der Goltz. Una de esas mutaciones, la más notable, es su inagotable amor por... el folklore argentino. Así lo demostrará este viernes, cuando presente Aquí canta un caminante, su nuevo disco, en la Sociedad de Distribuidores de Diarios, Revistas y Afines, Belgrano 1732.
–Es una rareza que un alemán se identifique tanto con el folklore de aquí, que conozca a varias de sus figuras, que haya grabado discos y que cante zambas y chacareras con total naturalidad. ¿Cómo comenzó todo?
–En 1964, el banco para el que trabajaba me mandó a su sucursal de Buenos Aires. Me instalé y trabé contacto con folcloristas argentinos que tenían mucho prestigio. Conocí a Hernán Figueroa Reyes, que fue un gran amigo mío, y fui al Festival de Cosquín de 1967 como chofer suyo. Como tengo una natural predilección por el canto, me enganché en las peñas hasta que la comisión del festival me escuchó y me invitó a cantar en el escenario mayor. Pese a que venía de una tierra lejana, yo sentía muy cercano el folklore de aquí, que tiene muchas similitudes con el de Alemania o el de Ucrania. Si no, pregúntele al Chango Spasiuk.
El idilio entre Bernhard y el folklore local no se truncó en aquella anécdota. En setiembre de 1967 grabó un arcaico pero sentido casete, en el que puso su singular voz a temas de Cuchi Leguizamón, Atahualpa Yupanqui y Eladia Blázquez, acompañado por el mismo Figueroa Reyes y Emilio “Bocha” Martínez. “Ese trabajo contiene canciones que cantaba en las peñas de Cosquín como ‘La Yaveña’ o ‘Zamba del pañuelo’”, memora. En 1973 volvió a Alemania, pero en 1988 volvió para radicarse definitivamente. Desde entonces editó otro casete, Juntos en América (1992), y dos CD, Bernardo entre amigos (1999) —donde participa Antonio Tarragó Ros— y Aquí canta..., junto al guitarrista Héctor “Trabuco” González y con Spasiuk como invitado. “En todos hay influencias de Eduardo Falú”, dice. “Para mí es lo más grande que existe como compositor y ejecutante de guitarra. En el nuevo se nota mucho mi afecto por Jorge Cafrune. Canto ‘Chiquillada’, que es como un cuento de su vida. Lo grabé en su honor. Cafrune era un gran amigo, muy derecho, muy peronista.”
–¿Cómo lo conoció?
–En Cosquín. El me vino a conocer a mí, porque le parecía un bicho muy raro. Enseguida nos amigamos porque estábamos muy ligados al campo. Era un tipo muy claro en sus ideas... y muy hinchapelotas. A veces me acostaba a las 4 de la mañana, después del festival, y a las 6 me golpeaba la puerta: “Levantate Bernardo, es hora de matear”. Tenía algo extraordinario, era un narrador de cuentos impresionante. Podía estar contando cómo iba al río a bañarse con sus amiguitos cuando era chico sin que te aburrieras un segundo.
–¿Cómo se traza ese paralelismo entre el folklore alemán y el argentino?
–Yo, por provenir de un lugar montañoso, tengo una tendencia natural al canto. En los lugares donde hay montañas se canta mucho más que en el llano, porque hay eco. Mozart tiene un montón de composiciones que se basan en el folklore austríaco bávaro que se desarrolla en ese tipo de geografías. En el folklore argentino descubrí fraseos que tienen mucho que ver con esa música que mamé de chico. El folklore más auténtico de Argentina es el norteño, que se basa en instrumentos de viento y caja acústica.
Von der Goltz se casó con una argentin antes de volver a su país. Permaneció 15 años, pero la nostalgia, propia y ajena, lo obligó a volver. “Mi mujer me dijo que me buscara un trabajo en Argentina. Extrañaba. Conseguí que una empresa alemana me mandara a trabajar aquí... en la épocas de la hiperinflación.” De regreso, se hizo camino andando. Fundó una compañía de seguros, trabajó un tiempo, se jubiló, se integró a la comisión directiva de Mozarteum -entidad dedicada a difundir música erudita– y se dedicó de lleno al folklore. “La época del consumo se acabó. Estamos sobre los finales del consumismo posmoderno. Lo único que dejó la globalización es ver de otra manera cómo los poderosos matan a los débiles..., es increíble lo que pasó en Argentina. O lo que hace EE. UU.: aplastar países para llenar el mundo de Mc Donald’s.” Bernardo es budista, adora al Dalai Lama y disfruta de un campo en las cercanías de Mercedes, “donde tengo ovejas, gallinas y vacas”. Un auténtico gaucho alemán.

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