ESPECTáCULOS
“Los autores argentinos escriben cada vez más”
Kive Staiff, director del Complejo Teatral Buenos Aires, anuncia una temporada 2003 conformada por obras que ofrecen “un comentario de la realidad”. La crisis de este año, dice, no pudo con el teatro.
› Por Hilda Cabrera
Partiendo de un presupuesto estimado de 24,2 millones (el monto recibido en 2002), pero alentando el prometido de 26,7 millones (el asignado en 2001), el director general y artístico del Complejo Teatral Buenos Aires, Kive Staiff, que desempeña igual cargo en el San Martín, dio a conocer la programación de teatro, danza, títeres, cine, fotografía y actividades especiales para el San Martín, Alvear, Sarmiento, Regio y De la Ribera. Si bien se contemplan algunas reposiciones, sobre todo en teatro y danza, predominan los estrenos. Entre las reposiciones figuran Copenhague (del 16 de enero al 16 de marzo), Glorias porteñas (del 7 de enero al 9 de marzo), El zoo de cristal (23 de enero a 16 de marzo) y Boquitas pintadas, sobre la novela de Manuel Puig, dirigida por Oscar Aráiz y Renata Schussheim. También Carmina Burana y La consagración de la primavera, del coreógrafo Mauricio Wainrot, director del Ballet Contemporáneo del TSM.
En una entrevista con Página/12, Staiff dice que desechó mucho material, dejando para el futuro algunos proyectos: “Los autores argentinos escriben cada vez más. Este año, Carlos Gorostiza me trajo una obra reciente y la aceptamos. Analizamos gran cantidad de proyectos, y no sólo de autores de larga trayectoria, sino también gente joven y otras estéticas. Para 2003 presentamos obras dirigidas por Cristian Drut y Luciano Suardi, y posiblemente un trabajo de Federico León sobre Dostoievsky. Este montaje depende más de él que de nosotros. No lo terminó, pero me entregó un avance muy interesante.” El director apunta que a pesar de la crisis no hubo remoción de personal ni se la prevé, y que en lo contable se agilizaron los trámites para el cobro por prestación de trabajo: “A comienzos de año fue durísimo, pero en los últimos meses no hubo retrasos; a lo sumo, y en algunos casos, fueron de 30 días.”
–¿Quiénes seleccionaron las obras para 2003?
–Mantenemos el grupo de asesores de este año. Rubén Szuchmacher, Alejandro Tantanian y Alejandra Boero se ocupan de teatro; Mauricio Wainrot de danza, y Adelaida Mangani de títeres. Con ellos analizo las obras y mantengo un diálogo permanente, pero decido yo. Se me puede atribuir el repertorio, mencionando la colaboración de estos asesores.
–¿Qué temas y estéticas priorizó?
–El repertorio está orientado sobre bases mínimas. Quiero que las obras impliquen un comentario sobre nuestro país, que no resulten ajenas aunque se trate de un texto de William Shakespeare. La condición sine qua non es que las obras sirvan para reflexionar y repensarnos.
–¿Se mantendrán las coproducciones? ¿Con qué porcentajes trabajan?
–En tanto haya buenos proyectos, lo vamos a mantener. Glorias porteñas es una coproducción, y va a seguir en la Sala Martín Coronado hasta marzo. En este tema acordamos un porcentaje que está entre 80 y 75% para el productor, y 20 a 25 para el teatro. En este año de emergencias, las coproducciones nos ayudaron a cerrar la temporada.
–¿Quién evalúa las coproducciones?
–Yo. Es la responsabilidad de un director general y artístico. En el mundo del teatro es así. El francés Jean Vilar programó el Teatro Nacional Popular intentando canalizar su idea de un teatro popular moderno; Giorgio Strehler era el que decidía en el Piccolo de Milán. No soy director de escena ni tengo el talento de Strehler, pero, como responsable de las salas, asumo el riesgo. Lo mismo hicieron ellos.
–¿Cómo es la relación con las entidades culturales extranjeras?
–Si este año no hubiéramos tenido el apoyo del British Council, la Embajada de Francia, el Instituto Goethe y otras entidades, no hubiésemos podido poner algunos espectáculos. Los coreógrafos holandeses vinieron con el apoyo económico de la embajada de ese país, y así muchos más.
–¿Se prevén reformas edilicias?
–Esperamos poder reemplazar la carpintería metálica del edificio del San Martín, que está muy deteriorada. Tendríamos que cambiar los ascensores para el público, que tienen 40 años y siguen funcionando gracias a la habilidad de los técnicos. Nuestra gente se ingenió para crear matrices y fabricar los repuestos, que no existen en el mercado. Antes de la débâcle de diciembre se había hecho una licitación para renovarlos, pero se retiraron las ofertas. Un proyecto que se cumplirá es el de la creación de un Centro de Documentación de Teatro y Danza, con tecnología moderna. Esto fue financiado por el ingeniero Eduardo Constantini, quien invirtió 600 mil pesos. Lo inauguramos el 24 de mayo.
–¿Qué problemas de sala se resolvieron y cuáles no?
–En el Alvear la visibilidad ya estaba mejorada. El trabajo mayor fue en el Regio, donde logramos desalojar a un intruso que vivía allí con su familia. Pusimos el teatro a nuevo, pero nos falta el aire acondicionado. Mejoramos el Sarmiento y el De la Ribera. No invertimos fortunas, pero quedaron confortables.
–¿Cuál es su evaluación de la respuesta del público?
–La convocatoria fue excepcional en relación con la cantidad de funciones, cien menos que en el 2001. Pero no es bueno hacer un balance atendiendo sólo a los números. Creo que el público respondió buscando en el teatro un cierto consuelo. No todo está perdido si tenemos a la cultura de nuestro lado. La gente respondió a propuestas muy diferentes: diría que a una obra racionalista, como Copenhague, y a otras de carga emotiva, como El zoo de cristal.
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