ESPECTáCULOS
› PROMEDIA LA EDICION 2003 DEL FESTIVAL INTERNACIONAL DE ROTTERDAM
Las incesantes olas del cine asiático
Entre su inmensa oferta, la muestra holandesa
guarda un lugar de privilegio para los films del por lo general desconocido cine oriental.
› Por Horacio Bernades
Página/12
en Holanda
Desde Rotterdam
A mitad de su recorrido, la 32ª edición del Festival de Rotterdam pone al visitante frente al temido y reiterado ritual de la elección forzosa. Con un menú diario de unas sesenta películas repartidas en unas veinte salas -de las cuales casi ninguna es descartable de antemano– tres, cuatro o cinco veces por día el cinéfilo debe hacerse la pregunta clave: ¿qué ir a ver? ¿La última de Kiarostami o la nueva maravilla coreana? ¿Ese film islandés del que todo el mundo habla o lo más reciente de cierto reputadísimo cineasta de vanguardia? ¿Cómo dejar afuera la película argentina del día, no ponerse al tanto de lo que está sucediendo con el cine de China continental o seguir ignorando el burbujeo que anima a las cinematografías del este de Europa? Para complicar el panorama, a la misma hora y en distintos lugares tienen lugar los debates sobre el estado del cine contemporáneo agrupados en la sección “What (is) Cinema”, y están abiertas desde la mañana hasta la noche las instalaciones de videoarte, que funcionan en sincro con las proyecciones.
El visitante opta finalmente, organiza su agenda e inicia el maratón diario, corriendo de una sala a otra mientras chequea, a la carrera, títulos, lugares y horarios. Una posibilidad que brinda Rotterdam es la de poner el acento en el cine asiático, al incluir en su agenda no sólo muestras de las cinematografías más poderosas del área (Japón, las distintas Chinas, Corea, India), sino también películas provenientes de sitios tan ignorados como Tailandia o Indonesia. Allí aparece, por ejemplo, Turning Gate, la película más reciente de Hong Sang-soo, uno de los más talentosos cineastas coreanos contemporáneos, de quien en el Festival de Buenos Aires se había visto la anterior La virgen desnudada por sus pretendientes. Recién salida del renombrado Festival de Pusan, como otras películas de su autor, Turning Gate nunca deja de crecer en intensidad y complejidad, pero lo hace de modo casi inadvertido y aire falsamente casual. Según se cuenta, Sang-soo iba escribiendo el guión día a día en el set, y de allí seguramente la naturalidad y falta de presiones con que avanza esta sencillísima historia de un actor que, tras un fracaso profesional, decide partir hacia el interior, en busca de un recreo. En ese tiempo de pura transición conocerá a dos mujeres y pasará –como la película toda– de lo casual a una intensidad amorosa que no excluye el dolor, la tortura íntima o el sufrimiento. Pero no hay el menor énfasis, ninguna sobreexplicitación, en esta película fuertemente interiorizada, cuya rigurosa construcción dramática parece desmentir, a cada paso, el modo improvisatorio con que se fue armando.
De Corea llega también Oasis, nuevo opus de otro de los campeones del cine de aquel origen, Lee Chang-dong, conocido en el Bafici porteño gracias a la devastadora Peppermint Candy. Dos de los actores de aquélla reaparecen ahora en Oasis, representando a un ex presidiario-discapacitado mental y una mujer espástica. Con la misma furia con la que en Peppermint Candy deshizo los últimos treinta años de historia coreana, Chang-dong se sirve de estos dos rechazados sociales para impugnar y enjuiciar, a partir de ellos, el mundo de la “normalidad” social. Pero Rotterdam ofrece la oportunidad de descubrir cinematografías aún más secretas, como puede ser el caso del cine tailandés, que con Blissfully Yours presenta a un cineasta (el casi impronunciable Apichatpong Weerasethakul) resuelto, como pocos, a filmar solo aquello que su deseo e inspiración le indican. Son contadas con los dedos de una mano las películas capaces de recorrer, con la libertad y soltura con que AW lo hace, un rango cinematográfico en el que lo absurdo convive fluidamente con lo cotidiano, lo siniestro con lo contemplatorio y lo extraño con lo extático.
Segunda película del realizador, Blissfully Yours comienza como una divertidísima y bastante desconcertante comedia de costumbres familiares disfuncionales, para terminar como una celebración panteísta de lanaturaleza que orilla lo sublime. En el medio, se hace tiempo para ser la primera película de la historia del cine cuyos títulos “iniciales” aparecen a los 45 minutos de proyección. Weerasethakul está llamado a ser, sin dudas, una de las personalidades mas idiosincráticas del cine contemporáneo. Algo que podrá verificarse en Argentina en abril próximo, cuando sus dos primeras películas se exhiban en el marco del Festival de Buenos Aires.
Un origen no menos atípico que Blissfully Yours tiene Eliana, Eliana, del realizador indonesio Riri Riza, quien demuestra aquí un sentido visual y sofisticación técnica que no se contradicen para nada con la potencia emocional. Eliana, Eliana transcurre en Jakarta, pero podría tener lugar en cualquier ciudad del mundo. A lo largo de una noche tensa y sofocante, una chica y su madre darán vueltas en taxi, como si la ciudad y sus vidas fueron un mismo y único laberinto sin salida. Filmada en unos primeros planos y planos detalle que no hacen más que exaltar la desesperación vital que la anima, Eliana, Eliana es, sin duda, la película de un cineasta a seguir, además de señalar (según apuntan los especialistas en cine asiático) la emergencia de una nueva ola del cine indonesio. Olas que, como la propia Eliana, van y vienen en todas partes, y que Rotterdam recoge y expande con generosidad.