ESPECTáCULOS
“Aun en una crisis terminal, los chicos intentan seguir jugando”
Sobre esa base, el documentalista Alejandro Malowicki construyó “¿A qué jugamos?”, un análisis nacional del mundo lúdico infantil.
› Por Mariano Blejman
“El juego de La Mancha viene de épocas antiguas en España. Cuando un perseguido por la policía alcanzaba a tocar una iglesia con las manos, el prófugo se salvaba inmediatamente: el policía no podía llevárselo detenido. De allí viene La Mancha”, cuenta Alejandro Malowicki, cineasta y realizador de la histórica película Pinocho, quien está en etapa de posproducción de PyMe (sitiados) largo que piensa presentar en poco tiempo. Sin embargo, esta vez su mente fue ocupada por la televisión. El realizador viene encarando una serie de documentales para chicos (que se emitirán por Canal 7 desde abril) como si él mismo jugara con un regalo recién recibido. “¿A qué jugamos?” se llama el proyecto, y le permitirá a Malowicki jugar a que filma. “Tenemos un país tan grande que los juegos muestran cómo somos en cada lugar”, opina Malowicki, quien cuenta con el apoyo del Incaa y la Subsecretaría de Cultura de la Nación para implementar la antropológica tarea.
Habrá cuatro capítulos de 30 minutos que mostrarán el mundo lúdico de los chicos, pero no “traducido” para los adultos. “Son muy pocos los trabajos de documentales que se han hecho en el país específicamente para niños”, cuenta Malowicki, dejando de lado a Discovery Kids u otro tipo de señales internacionales. El proyecto tiene otros integrantes: en eso, cada cual atiende a su juego. Los guiones serán de Silvia Schujer y Ricardo Mariño –dos conocidos escritores de cuentos para niños–, la investigación de Regina Ofele y la animación de Juan Zakman. “Según la Declaración Internacional de los Derechos del Niño, jugar es un derecho elemental”, afirma Malowicki. “Es parte de la salud de una persona. Es tan básico como comer. Si no se come y no se juega, no se tiene infancia.”
La mancha, la soga, las bolitas, el yoyó, la rayuela, la escondida, el fútbol, la payana, las rondas, se juegan en todo el país. Pero, según los realizadores, en cada lugar se hace de modo diferente. Al menos ésa es la conclusión a la que llegó Malowicki después de un primer acercamiento al terreno que filmará. “Mientras suceden los piquetes, mientras suceden las manifestaciones, mientras sucede el hambre en el país, los niños siguen jugando. O al menos lo intentan. Buscan el modo de abrirse paso en su propio mundo. Las condiciones sociales modifican a los juegos mismos”, dice Malowicki, quien se pregunta lo mismo que se preguntaba Alejandro Dolina en su libro Crónicas del Angel Gris: “¿Dónde fueron a parar los millones de bolitas?”.
Para lograr captar esa diferencia, la producción visitará tanto pueblos pequeños como grandes ciudades, colonias de vacaciones y verdaderas escuelas de verano en aquellos lugares donde el invierno impide dar clases. El recreo es el centro del juego en la escuela y allí estarán las cámaras de “¿A qué jugamos?”: esperando a que suene el timbre. “Se verán distintas clases sociales, porque la gente aprende a jugar de modos diferentes dependiendo de su poder adquisitivo”, dice Malowicki. La producción tiene pensado visitar el pueblo de montaña La Costa en Tucumán, los Molinos de San Carlos en Cafayate, una comunidad kolla de Purmamarca en Jujuy, una comunidad Hayquillán en Chos Malal, las localidades de El Bolsón y El Maitén, Puerto Madryn en Chubut y las Cataratas, donde se juega a principios de marzo el Campeonato Internacional de Bolitas. Luego visitarán en Corrientes escuelas rurales de la zona, Merlo y Bajo de Véliz en San Luis y Sierra de Comechingones de Córdoba.
La estructura será temática, así los niños podrán ver por televisión cómo se juega en los diferentes lugares los mismos juegos que ellos juegan. No es un mero juego de palabras: no faltarán como temas los juegos electrónicos o los que se realizan por Internet. “También queremos hacer reportajes a grandes para saber cómo y a qué jugaban cuando eran chicos.” Para Malowicki, la comprensión del concepto de “tiempo libre” también cambia según el lugar. Pero, sobre todo, “las épocas pasan y los juegos clásicos quedan: el yoyó, por ejemplo, aparece y desaparece cada cuatro ocinco años, pero vuelve”. Como el yoyó mismo, el juego parece nunca morirse del todo.