ESPECTáCULOS
Un invierno muy caliente para un hombre en llamas
Victoria Abril demuestra llevar muy bien sus 40 en esta ácida comedia, el primer film islandés que se estrena en Argentina. “El experimento” da una vuelta de tuerca violenta sobre un tópico de reality show, mientras que “El libro de la selva 2” exhibe cierta decadencia de los estudios de Walt.
› Por Horacio Bernades
Con los suecos de capa caída, otras cinematografías tienden a tomar la bandera del cine nórdico. En los ‘80 aparecieron los finlandeses, con los Kaurismäki a la cabeza. Más tarde les llegó el turno a los daneses de Lars von Trier y su Dogma 95. Ahora, todo indica que el cine islandés quiere salir de su larga hibernación polar, con nombres como Baltasar Kormakur –que después de Invierno caliente ya completó un segundo film, El mar– y Dagur Kari, cuya opera prima, Nói Albinói, parece llamada a convertirse en favorita de los festivales.
Con la presencia de Victoria Abril y relaciones sexuales y familiares que dejan chiquitas las más salvajes fantasías de Almodóvar, Invierno... –primer film islandés que se conoce en Argentina– es la opera prima de Kormakur, actor y director treintañero de importante trayectoria teatral. Con el frío ambiente como excusa para justificar su modorra, haber llegado a la treintena no le impide a Hlynur seguir viviendo en casa de mamá y levantarse a cualquier hora, después de haber pasado la noche a puro vodka en el pub. “Los canales de cable debería programar cine porno por la mañana”, filosofa Hlynur mientras se masturba. “Así, uno podría despertarse con flor de erección y de buen ánimo.” Después, se dedica a su actividad primordial: navegar por Internet en busca de sites condicionados. Cuando mamá le hace la cama, encuentra el lamparón y regaña: “Mirá que sos chancho, ¿eh?”
“No todos los días se puede estar muerto”, dice un cartel al comienzo de esta cruza nórdica entre La fiaca y el Oblomov dostoievskiano. La que arrancará a Hlynur de su muerte en vida es Lola Milagros, profesora de flamenco que encarna Victoria Abril, casi un traje a medida para que la actriz de La muchacha de las bragas de oro, Atame y Tacones lejanos demuestre lo bien que lleva los 40. Por más que Lola proclame a los cuatro vientos su lesbianismo, bastará que mamá se ausente por unos días para que, después de una borrachera fenomenal, la temperamental española obligue a Hlynur a practicar durante toda la noche cierto deporte extremo llamado sexo. A la mañana siguiente, mamá y su amiga recibirán al nene con un doble duchazo finlandés: se van a casar y esperan un hijo. ¿Hijo de quién? ¿De Hlynur? ¿De ser así, su amante vendría a ser su padrastro, su mamá la mamá de su hijo y el hijo su hermano? Eco lejano de películas como La última mujer y otras de Marco Ferreri, por detrás de su formato de comedia picante Invierno... apunta a zonas más densas. La muerte de una cierta idea de masculinidad y el nacimiento de otra, por ejemplo. Jugando con el suicidio, miembro de una comunidad en la que la nieve parece bloquear toda escapatoria, Hlynur es como un punk tímido. Le gustaría hacer estallar todo por los aires y sin embargo se refugia en la pasividad, el cinismo y la compañía de amigos más embrutecidos que él.
Desde la banda de sonido, Damon Albarn (Blur) y Einar Orn Benediktsson (Sugarcubes) no se inspiran en Björk sino en el muy británico Ray Davies, aprovechando el nombre del personaje de Victoria Abril para entregar una infinita serie de variaciones lounge sobre “Lola”, de The Kinks. Al tocarlo como una banda de tres por cuatro, sintonizan a la perfección con el espíritu de un film en el que el desgano parecería la única rebelión posible frente a la falta de futuro, la angustia y el aburguesamiento.