ESPECTáCULOS
› “CLASICOS DE ESTRENO” EN EL MALBA
Para ganarle al tiempo
Mientras la ley que creó la Cinemateca Nacional sigue en el limbo, la gente de Aprocinain lleva adelante la tercera edición de su rescate fílmico.
› Por Oscar Ranzani
La Asociación de Apoyo al Patrimonio Audiovisual (Aprocinain) realiza desde setiembre de 2001 restauraciones de obras cinematográficas nacionales y extranjeras que, de no ser por la colaboración de un grupo de alumnas de la Escuela del INCAA, hubieran quedado en el olvido. Los miembros de Aprocinain se encontraron en el sótano de la escuela con una sorpresa: 60 mil latas de celuloide con aproximadamente 6 mil películas en absoluto estado de precariedad. Con grandes esfuerzos, lograron restaurar 30 películas en formato de 35 mm, algunas de las cuales ya fueron exhibidas. Por tercera vez, Aprocinain organiza el ciclo “Clásicos de estreno”, que se desarrolla en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba, Figueroa Alcorta 3415) con la proyección de diez obras restauradas. El evento cuenta con el auspicio del INCAA, Kodak y el Laboratorio Cinecolor.
En “Clásicos de estreno III” (ver recuadro) se proyectarán Tire Dié (de la Escuela de Cine de Santa Fe 1956/60) y Los inundados (Fernando Birri, 1961), dos films emblemáticos del “Nuevo Cine Latinoamericano”. La obra cumbre de Jerzy Kawalerowicz, Juana de los Angeles (1961), sobre la historia de dos monjas del convento de Loudun presuntamente poseídas por el demonio, y El hombre que sabía demasiado (1934), uno de los mejores films de Alfred Hitchcock, compartirán pantalla con El hombre de Arán (1934) del documentalista Robert Flaherty, y Mientras la ciudad duerme (1950) de John Huston. Otras perlitas son A la hora señalada (1952) de Fred Zinnemann, Amorina (1961) de Hugo del Carril y El gabinete del Dr. Caligari (1920), film expresionista de Robert Wiene. Completan el ciclo La ronda (1964) de Roger Vadim e Historia de una noche (1941) de Luis Saslavsky, de quien se cumple este año el centenario de su nacimiento.
El presidente de Aprocinain, Fernando Martín Peña, destaca que “la gente ve una película por TV o en video y piensa que la película está preservada. Pero nada garantiza que lo que uno ve por TV tenga copia fílmica o negativos. Y el video, incluso el digital, todavía es un formato perecedero. Nadie sabe cuánto van a durar en el tiempo. En cambio, con el celuloide pasaron cien años y existe”.
Peña y su equipo trabajan mientras la ley 25.119 duerme en algún cajón. El texto sancionado hace casi cuatro años preveía la creación de la Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional (Cinain). La ley tiene una historia de volteretas legislativas: fue aprobada en el Congreso, vetada por Carlos Menem y luego ratificada en todos sus términos. Sin embargo, hace más de tres años que no se reglamenta, con el perjuicio de que todo el material que podría descansar en la primer Cinemateca del Estado corre el peligro de extinguirse. “Esta gestión dio señales de que lo van a hacer. Están trabajando en eso y esperamos que lo hagan pronto”, sostiene Peña. “Hay un dinero que la ley prevé, que se usa para nadie sabe qué. Está mal administrado. Lo que nosotros decimos es que se redistribuya y se generen los fondos que la ley destina para la Cinemateca. Que no se cree ningún impuesto ni se le saque dinero a la producción de cine. Después estará lo que la Cinemateca pueda generar en carácter de donaciones, de servicios para otras cinematecas, etcétera”, agrega.
A la hora de elegir las copias a restaurar, Peña sostiene que se le da prioridad a la producción nacional. “Si la película es argentina le ponemos toda nuestra atención. Las muestras están compuestas por material que, en principio, no existen en fílmico. Antes de sacar una copia vamos a los archivos y consultamos con particulares para saber si alguno tiene una copia. Si es extranjera vemos qué importancia tiene en la historia del cine”, apunta Peña. El proceso de recuperación es complejo, se realiza en etapas y requiere de un trabajo casi arqueológico. Si los negativos originales existen, se analiza su estado. Si están en un estado más o menos razonable se los mejora por medio de la tecnología, de manera de obtener una copia que esté en las mejores condiciones. “Lo ideal es que esté como cuando se estrenó la película”, afirma Peña. En la mayoría de los casos, los miembros de Aprocinain no encontraron los negativos porque se perdieron, se dejaron perder o se destruyeron con el tiempo. En ese caso, la labor de los arqueólogos cinematográficos es recolectar varias copias positivas que estén en el mejor estado posible y armar una única que, a su vez, se negativiza. Este proceso se conoce como contratipo. “Un contratipo consiste en obtener un nuevo negativo. Cuando no hay negativo se tiene que hacer. Y se hace juntando pedacitos de las mejores copias que puedas encontrar”, indica Peña.