ESPECTáCULOS
“Nunca nos dieron explicaciones por lo que hicieron con nosotros”
Así habla Roberto Márquez de los ocho años de exilio obligatorio para Illapu: un CD doble retrata a este grupo capital de la canción comprometida de Chile.
› Por Karina Micheletto
Desde hace 32 años, los chilenos Illapu son protagonistas de un pequeño fenómeno cultural: hacen música latinoamericana comprometida y los escucha mucha gente, venden discos y llenan estadios. Representante del boom de la música andina de los ‘70, Illapu supo enriquecer su propuesta a lo largo de los años incorporando géneros y elementos (en su música conviven quenas, charangos, zampoñas y bandurrias con instrumentos eléctricos, y se fusiona lo andino con el rock, el jazz y las construcciones armónicas y contrapuntos de la música clásica en sus seis afinadas voces). Buena parte de esta renovación ocurrió durante los ‘80, en su exilio en Francia y más tarde en México, donde el grupo siguió buscando sonidos y texturas.
Quienes no conocen a Illapu (actuaron en Cosquín, en La Trastienda, y compartieron recitales con Los Nocheros en Córdoba, pero nunca hicieron un desembarco importante en estas tierras) pueden escuchar parte de su pasado y su presente en Illapu, un disco doble que se edita sólo en la Argentina. Allí se recopilan sus trabajos más conocidos (excepto algunos que no pudieron estar por problemas con los sellos discográficos, como “Lejos del amor”) y un reciente registro en vivo que incluye “Yolanda” a dúo con Pablo Milanés. Roberto Márquez, uno de los integrantes del grupo, dialogó con Página/12 desde Santiago de Chile, donde él y sus compañeros viven desde 1989, cuando regresaron de un exilio anunciado por decreto en las escalerillas de un avión.
–¿Cuál es el estado de la canción chilena actual?
–En Chile adolecemos de espacios para nuestra canción. Somos un país que siempre está mirando y admirando lo que viene de afuera, incluso los chilenos que se radican en el exterior comienzan a tener más éxito en Chile. Una parte tan importante de la canción como la Nueva Canción o el Canto Nuevo, en Chile no tiene espacio. Es una situación con la cual nosotros hemos aprendido a vivir, pero sentimos que la gente se está cansando un poco de eso, y está demandando cosas nuevas. Ya se ve lo que pasó Los Jaivas: se tuvo que morir su líder para que los medios le dieran un poquito de la atención que le negaron en vida. Los espacios que tenemos son muy escasos, hay que estar peleándolos día a día. Aquí uno prende la televisión y es difícil distinguir si está viendo un programa chileno o de Miami. Creo que es un fenómeno que tiene que ver con nuestra idiosincrasia, algo que viene de larga data.
–Pero a ustedes les va bien en Chile...
–Si vendemos discos y hacemos giras es por la presión del público. La gente nos puso donde estamos. Pero a nosotros nos preocupa la ausencia de un movimiento musical y cultural. Somos muy pocos los que estamos con el canto ligado al alma nacional, y realmente nos sentimos huérfanos. De todos modos, no somos los únicos quijotes que seguimos reinventándonos, pensando que las cosas van a cambiar y por lo tanto proyectándonos. Yo tengo mis serias dudas de que esto cambie, pero mientras tanto sigo intentándolo.
–¿Por qué es tan pesimista?
–Porque esto tiene que ver con la educación, con la falta de planes de estudio interesados por la cultura chilena. Yo no veo a ningún funcionario preocupado porque la cultura nacional se nos va acabando de a poco, interesado en legislar para proteger lo nuestro. Por eso digo que si esto cambia, va a pasar un tiempo largo, largo. Y, por el momento, no se está empezando por ninguna parte. En el último disco decidimos abordar especialmente la temática infantil, porque sentimos que si en alguna parte podemos empezar a hacer algo para cambiar la mentalidad es en el mundo infantil, que está tan abandonado.
–¿Qué significó el exilio para el grupo?
–El exilio es un castigo muy terrible cuando uno no se puede sobreponer, pero nosotros fuimos capaces de superarlo. Tuvimos la suertede seguir haciendo música y de trabajar bien, seguimos conectados con Chile, con la lucha por echar a la dictadura. Visto desde aquí, a la larga el exilio nos dio la posibilidad de crecer, de acceder a un público mayor, más exigente. Pero el exilio es una experiencia que no le recomiendo a nadie.
–¿Cómo recibieron la noticia de que no podían volver al país?
–En el ‘81, cuando volvíamos de una gira por Europa, nos detuvieron en el aeropuerto de Santiago, en la escalerilla del avión. Allí nos anunciaron que no podíamos volver. Nos mostraron un decreto que nos acusaba de pervertir a la juventud, de sumarnos a la campaña internacional del marxismo en contra de Chile, y una serie de cosas por el estilo. Tuvimos que volver a Francia en el mismo avión, sin explicaciones. Fue una mentira de la que se hicieron cómplices todas las autoridades. Hasta el día de hoy, nunca nadie nos dio una explicación de lo que hicieron con nosotros. Durante diez años tuvimos prohibido regresar, aun si alguno de los integrantes se separaba del grupo y volvía por las suyas. Y los que tuvieron que ver con esta decisión hoy son senadores elegidos por el voto. Así es nuestro país. Un país que amamos, pero que sentimos que tiene que empezar a cambiar en serio.