ESPECTáCULOS
Programar conciertos en los tiempos de la cólera
La crisis está arrastrando gran parte de lo planificado en materia de música clásica. A la devaluación se suma el miedo a volar de los artistas. Sin embargo, Festivales Musicales y Mozarteum resisten.
› Por Diego Fischerman
Hacia fines del año pasado, las sociedades privadas de conciertos anunciaron, como siempre, sus programaciones. Se sabía que 2002 sería un año difícil pero nadie, en ese momento, era capaz de aventurar lo que realmente pasaría. Varios presidentes en pocos días, el colapso de un plan económico que parte de la clase media había soñado eterno, el corralito, las protestas callejeras y la devaluación marcaron un nuevo territorio en el que ya nada podría ser como poco tiempo antes. Y la música clásica no podía permanecer ajena. La mayoría de las sociedades de conciertos presentan, habitualmente, sólo artistas extranjeros y la ecuación, entonces, resultaba sencilla. Estos artistas cobran en dólares (lo que, en términos locales, duplicó todos los cachets ya pactados) mientras que los abonos y entradas a los conciertos se venden en pesos. Y, además, las imágenes argentinas que difunden los noticieros extranjeros han convencido a varios músicos de que Buenos Aires es un lugar bastante parecido a Sarajevo (aunque menos previsible) y suman al miedo a volar –que les quedó desde el 11 de septiembre– el miedo a llegar a una ciudad recorrida de punta a punta por hordas salvajes munidas de cacerolas.
No obstante, algunas de estas instituciones han dado forma casi definitiva a sus programaciones y, por otra parte, han tomado algunas decisiones de peso. La primera de ellas es que los precios de los abonos y de las entradas a los conciertos que se compren por separado no serán aumentados. Y, en el caso de Festivales Musicales, que siempre fue una organización un tanto atípica (su director es un músico y pedagogo, el clavecinista Mario Videla), algunas de las entradas a los conciertos serán bajadas de precio. “Aunque parezca increíble –asegura Videla– nos interesa, ahora más que nunca, que la mayor cantidad de gente pueda tener acceso a los conciertos.”
En el tendal que va dejando la crisis (en el que no son datos menores el despido de los empleados que programaban y conducían la programación de Radio Clásica y la imposibilidad de Revista Clásica de seguir siendo editada) los que aparecen como más damnificados, dentro del ámbito de los conciertos privados, son la Asociación Wagneriana (que ya agonizaba desde hacía tiempo) y el ciclo Harmonia, de la Fundación Cultural Coliseum, que aparentemente será reemplazado por un ciclo de conciertos de artistas italianos, con apoyo financiero del gobierno de ese país. La pérdida mayor en ese aspecto será la ocasionada por la actuación del Cuarteto Emerson, posiblemente el mejor cuarteto de cuerdas de la actualidad. Mozarteum y Festivales, en cambio, han logrado mantener casi intacta la programación prevista inicialmente. La primera de estas instituciones, que cumple este año medio siglo de vida, armó una temporada en la que estarán presentes varios de los nombres fundamentales de esa historia, empezando por Daniel Barenboim, que dedicará sus conciertos porteños a las sonatas para piano de Beethoven, y por dos de los grupos que más veces han tocado para el Mozarteum argentino, I Musici y el Cuarteto Beethoven de Roma.
Entre las cancelaciones está la del Ballet de la Opera de París y en su lugar actuará la Orquesta Sinfónica Nacional de la Radio Danesa, dirigida por Gerd Albrecht y con el violinista Franz Peter Zimmermann como solista. Entre los platos fuertes estarán la Orquesta de la Radio de Baviera, dirigida por Lorin Maazel (que acaba de ser nombrado también director de la Filarmónica de Nueva York), el cellista Mstislav Rostropovich, que se presentará junto a la Camerata Bariloche y la Orchestra of the Age of Elightenment (uno de los principales grupos de instrumentos originales, que acaba de protagonizar en París el estreno historicista de Fidelio de Beethoven, con la dirección de Sir Simon Rattle) con la actuación como solista de la genial soprano Emma Kirkby, una de las figuras más importantes de los últimos veinticinco años en materia de interpretación de música antigua. El ciclo del Mozarteum se completará con las presencias del Mozartensemble (integrado por flauta y trío de cuerdas) y la Orquestade Dresde junto al coro y solistas de la Iglesia de la Santa Cruz de esa ciudad alemana, que interpretarán el Requiem de Mozart.
Festivales Musicales, que siempre dedicó una parte importante de sus programaciones a la música anterior al clasicismo, corre con alguna ventaja. Es que varios de los mejores intérpretes del mundo en ese repertorio son argentinos y, aunque viajan casi permanentemente, viven aquí. Tal es el caso del violinista Manfredo Kraemer y del violagambista Juan Manuel Quintana, quienes junto a Manfredo Zimmermann en flauta y Mario Videla en clave harán la Ofrenda Musical de Bach. También serán locales los cantantes Víctor Torres y Bernarda Fink (que participarán en la interpretación de La Pasión según San Juan, del mismo autor), el Estudio Coral de Buenos Aires, conducido por Carlos López Puccio, la Camerata Bariloche y el joven y notable pianista Horacio Lavandera. El pelotón de los extranjeros estará conformado por Gidon Kremer y su Kremerata Báltica (que harán las 8 Estaciones, intercalando las de Vivaldi con las de Piazzolla), el excelente grupo London Baroque y una auténtica sorpresa, que significará para muchos el descubrimiento no sólo de uno de los grupos más interesantes de la actualidad sino de todo un repertorio casi nunca frecuentado. El Ensemble Doulce Memoire, que dirige Denis Raisin Dadre (intérprete además de flauta dulce y otros instrumentos renacentistas de viento) se especializa en las canciones y danzas del 1400 al 1600 y sus versiones, en que resultan fundamentales las voces de Julie Hassler, Marc Pontus y Lucien Kandel y la riquísima instrumentación, que incluye laúdes, guitarras antiguas, violas da gamba, cornettos, flautas dulces, fagotes y percusión, unen rigor musicológico con una gran frescura y un impulso expresivo digno de un grupo de música popular.