ESPECTáCULOS
› LA INAUGURACION EN EL ROSEDAL REUNIÓ A 10 MIL PERSONAS
Sueños de una noche tanguera
El puntapié inicial del “V Festival Buenos Aires Tango” lo dio el Sexteto Mayor, que de paso festejó sus 30 años de trayectoria.
› Por Karina Micheletto
“Seguramente volveremos a estar acá para nuestros próximos treinta años”, prometió emocionado José Libertella en el doble festejo del Rosedal de Palermo: la inauguración del Quinto Festival de Tango, y los primeros treinta años de trayectoria del Sexteto Mayor, la agrupación que el bandoneonista y arreglador lidera junto a Luis Stazo, y que completan Mario Abramovich y Eduardo Walckzak en violín, Oscar Palermo en piano y Osvaldo Aulucino en contrabajo.
El show, que reunió a unas 10 mil personas acomodadas a lo largo de varios metros en sillitas playeras, banquetas, lonitas o de pie, tuvo todos los ingredientes de un festejo importante: fuegos artificiales, invitados especiales y viejos amigos compartiendo la música y la danza tanguera. Entre ellos, los cantantes Raúl Lavié y María Graña, que acompañaron al Sexteto en el espectáculo Tango Argentino, pionero en los ‘80 en la difusión del género en Europa. “Esto es un volver a vivir para mí”, expresó Graña a Página/12 luego de su actuación. “El Sexteto fue muy importante en mi carrera, con ellos encaramos la aventura de conquistar París cuando nadie apostaba demasiado a que podía ser bien recibido. Estos eventos son una inyección de optimismo para nosotros, que quizás podemos actuar en grandes teatros cuando vamos a otros países, pero no siempre tenemos la posibilidad de llegar a nuestro pueblo”, agregó la cantante. “La respuesta del público demuestra, pese a lo que piensan algunos, que este país quiere defender su identidad”, estimó Lavié. “Me emociona el fervor con que nos reciben los más grandes y los jóvenes, que están comenzando a conocer y a sentir el tango.”
En su breve repertorio, Lavié incluyó el excelente “La bicicleta blanca”, un tema con música de Piazzolla que el poeta Horacio Ferrer le dedicó al cantante en 1970, y cuya letra no perdió vigencia en absoluto. Durante más de dos horas, el Sexteto interpretó clásicos de Gardel y de Piazzolla, temas de siempre como “La Cumparsita” y “Desde el alma”, el vals de Rosita Melo que bailaron cientos de miles de novios en otros tantos casamientos, y piezas de Libertella y Stazo como un homenaje al violinista Enrique Mario Francini, entre otros. Una buena parte de este repertorio fue bailada por cuatro parejas de la compañía Tango Pasión (una de sus integrantes, Mónica Romero, es la hija de Estela Raval, casi un calco físico de su madre), que acompaña a la agrupación en un espectáculo que actualmente recorre el mundo. Desde las orillas del lago, varios metros más atrás, muchos habían decidido seguir el show sólo de oído, tomando mate o improvisando una cena, y ensayaban sus propios pasos lejos de la vista de la multitud.
El final llegó con “Lo que vendrá” de Piazzolla, un bandoneonista y una fila de violines de “la nueva guardia” del tango, liderada por Ramiro Gallo. “Estos jóvenes están esperando que les demos vía libre, y hoy son el presente del tango”, los presentó Libertella. “Muchos creen que llevan el tango al mundo, y es al revés: es el tango el que nos lleva a todas partes. En el tango tienen cabida todos los estratos sociales y todos los sentimientos”, explicó el bandoneonista, y agregó una anécdota de Aníbal Troilo sobre el alcance temático del género: “Un día le dijeron al Gordo que el tango no iba a ir a ninguna parte, porque es donde siempre está la viejita querida, la mina que se va, el tipo que sufre. ‘Y si no es en el tango... ¿dónde querés que estén?’, les contestó Pichuco. Porque en el tango tiene cabida todo lo que nos pasa”, recordó Libertella.
El poeta Horacio Ferrer escribió sobre el Sexteto: “Refinado y arrabalero, como debe ser el tango mismo, el Sexteto Mayor parece haber sido creado para pintar el rostro misterioso y profundo del tango en el mundo entero”. En la fiesta de anoche, la agrupación pintó los tangos de siempre con renovados y buenos arreglos, sin estrellatos solistas y sin rebusques que lo alejen de lo que tiene genuinamente de tango. Como en Europa, Asia, Rusia y tantas tierras lejanas, pero ahora en su casa.
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