Mar 04.03.2003

ESPECTáCULOS  › “LA LUZ PRODIGIOSA” PLANTEA UNA INQUIETANTE IDEA DE FICCION

¿Y si Lorca no hubiese muerto en 1936?

Adaptando una novela de Fernando Marías, el cineasta granadino Miguel Hermoso rodó un film que especula con la idea de que el poeta sobrevivió en 1936 al pelotón franquista de fusilamiento. El protagonista es el ya anciano italiano Nino Manfredi.

Por Elisa Sili *
Desde Madrid

Al novelista Fernando Marías le rondaba la idea de escribir un libro sobre la vida de incógnito de un superviviente en un fusilamiento de la Guerra Civil. Y se le encendió una luz: lo personificaría en el poeta granadino Federico García Lorca, asesinado por el franquismo en 1936, en uno de los episodios más oscuros y trágicos de la historia de la Guerra Civil Española. La novela, La luz prodigiosa, se editó en 1990, y trece años después el director Miguel Hermoso llevó su historia al cine, trabajando junto al escritor. “Jugar con la figura mitológica de Lorca me permitía hablar de la posibilidad de que un artista de su talla pudiese convivir entre nosotros durante más de 40 años sin que lo sepamos, y así mostrar cómo la sociedad de hoy se mueve ajena al disfrute del arte”, cuenta Hermoso.
El realizador del film Truhanes no quería que la prodigiosa figura de Lorca, cuyo cadáver jamás apareció, pesara demasiado en La luz prodigiosa, pero resultó absolutamente central para el film. La historia que narra cuenta que en 1936 un joven pastor analfabeto rescata en el campo granadino a un moribundo recién fusilado, salvándole la vida. Casi cuarenta años después, el pastor (Alfredo Landa) vuelve a Granada y descubre que aquel hombre (Nino Manfredi) vive vagabundeando por la ciudad. Algunos hechos fortuitos le hacen sospechar, junto a una caradura que quiere sacar tajada (Kiti Manver), de que ese mendigo es el famoso García Lorca. El realizador granadino quiso que desde el comienzo del film, que costó más de 2 millones de euros/dólares, se supiese que el extraño era Lorca, renunciando al misterio que incubaba la novela original.
“La luz prodigiosa es un canto al amor a los demás. Joaquín, mi personaje, recuerda a menudo al fusilado, y le mima cuando le encuentra... Algo que nos falta ahora”, puntualiza Landa, quien apenas actúa porque no le ofrecen papeles que le interesen. “El cine de hoy tiene violencia, efectos especiales y sexo, pero pocas películas cuentan una historia como ésta”, sostiene el veterano actor. Para el personaje de Lorca, Hermoso dudó entre cinco intérpretes italianos. “Debía ser un actor de unos 82 años que sintiese al personaje, pero que no fuera muy conocido aquí y que tuviese un aire mitológico. Mantuve conversaciones con varios italianos de primera línea y me decidí por Manfredi, que era ideal porque su físico y su forma de moverse encajaban con el personaje.” El notable intérprete, protagonista de películas de Franco Zeffirelli, Vittorio De Sica, Ettore Scola y Dino Risi, volvió así al cine español después de 40 años, cuando trabajó en El verdugo, de Luis García Berlanga.
–¿Es verdad que usted se enamoró de la historia de La luz prodigiosa, pero quiso escabullirse del proyecto?
–Estaba trabajando en una comedia casi montada, mucho más fácil y menos comprometida que ésta. En La luz prodigiosa había que conseguir credibilidad, algo muy difícil, y planeaba la figura mítica de Lorca. Era un compromiso. Los productores se pusieron en contacto conmigo en febrero del 2001 y hasta junio del 2002 no empezamos a rodar. Ellos querían hacerlo mucho antes y yo les dije que eso no podía ser posible. Necesitaba mucho trabajo anterior y he dedicado dos años de mi vida a hacer La luz prodigiosa. Es algo poco rentable, pero no se podía hacer de cualquier forma.
–Landa, uno de los protagonistas, dice que usted es “incansable” con los actores.
–Sí, es verdad. En las películas es fundamental la credibilidad de los personajes y por eso adapto los papeles a los actores. Se necesita un trabajo previo tan grande que yo comencé a trabajar con Alfredo seis meses antes del rodaje. Nos veíamos todas las semanas y hablábamos delpersonaje. Yo quitaba cosas, añadía otras... Era la primera vez que trabajaba con Alfredo, y me dijo: “Tío, nunca he estado con un director que trabaje los actores como lo haces tú”.
–Dice que los productores no sabían que usted era granadino, algo importante para retratar el mundo en el que vivió Lorca. ¿Por qué pensaron entonces en usted?
–Conocían mis películas anteriores. Recordaban Truhanes, Como un relámpago, Fugitivas... Y pensaron que ese tratamiento de los personajes, que luchan por sobrevivir y van reconociendo unos sentimientos que afloran en ellos, iba muy bien para La luz prodigiosa. Decían que yo era el director ideal para contar ese mundo y esas relaciones. Al mes de empezar a trabajar se enteraron de que además era granadino.
–¿Cómo fue la relación con Fernando Marías?
–Esta fue la primera vez que trabajé sobre una novela. Para mí era una incógnita que, no oculto, me daba un poco de miedo. No sabía cómo iba a reaccionar ante un guionista que es además el autor de la novela. Pero Fernando es, por encima de todo, un enamorado del cine. Ese fue el motor fundamental de nuestro trabajo. Y, de hecho, no le costó renunciar a determinados pasajes de su primer guión porque sentía que aquello funcionaba mejor en el cine.
–¿Por qué dice que este film le llegó en el momento justo?
–Llevo 20 años de profesión y he llegado a la conclusión de que lo que demanda la profesión de mí es que aprenda a contarles historias a los espectadores. Veo que muchos directores hablan de lo que yo pretendo y de lo que yo busco o intento encontrar, lo que representa para mí hacer esta película y tal... y me temo que muchas veces, y a mí también me ha ocurrido antes, olvidamos a los espectadores. Pensamos en los espectadores como destinatarios del producto. Sabemos que pagarán por entrar a la sala, pero no los tenemos presentes en el proyecto. Y para llegar a esa conclusión hace falta tener una cierta experiencia y por eso me ha llegado en el momento justo. Planteé la película pensando en la gente, y para eso se necesita bagaje.
* De El País, de Madrid, exclusivo para Página/12.

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