ESPECTáCULOS
La historia de dos milagros
El realizador Enrique Bellande estrena mañana en el Malba el documental “Ciudad de María” en el que retrata el modo en que una virgen milagrosa, que cada año visitan dos millones de personas, cambió la historia de San Nicolás.
› Por Horacio Bernades
“El 25 de setiembre de 1997 me encontré con San Nicolás tomada por 300.000 peregrinos, que habían ido a rezar a la Virgen. Fue en ese momento que en mi cabeza vi la película por primera vez. Ahí comprendí que había un fenómeno, no sólo por una cuestión de número, de volumen, sino también de intensidad y complejidad.” Cosa curiosa, siendo nativo de San Nicolás, Enrique Bellande tardó casi 15 años en comprender las dimensiones del fenómeno que le cambió la cara a esa ciudad: la presunta aparición de la Virgen ante una vecina del lugar, y la consecuente conversión de la ex ciudad del acero en “Ciudad de María”.
Ciudad de María es también el título del documental que Bellande rodó y montó, al frente de un equipo reducido, a lo largo de cuatro años, y que abarca todas las facetas del fenómeno, desde las más misteriosas hasta las más folklóricas. Incluidos, por supuesto, los aspectos comerciales y económicos, esenciales a un fenómeno que mueve nada menos que unos 50 millones de pesos al año, y ha generado una completa reestructuración social, económica y turística de esa ciudad. Producida por Pablo Trapero (realizador de Mundo grúa y El bonaerense y compañero de camada de Bellande en la Universidad del Cine) con apoyo de la fundación holandesa Jan Vrijman, Ciudad de María llega a su estreno porteño, tras completar un largo y exitoso recorrido por festivales internacionales.
Tras presentarse en competencia en el Festival de Documentales de Amsterdam (el más importante del rubro) la ópera prima de Bellande se proyectó en Locarno, Torino, Estocolmo y Vancouver. En la edición 2002 del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, un jurado internacional eligió a Ciudad de María Mejor Película Argentina, entre las doce que hicieron parte de la sección “Lo nuevo de lo nuevo”. A partir de mañana el film de Bellande ocupará la sala del Malba (Figueroa Alcorta al 3400) los viernes y sábados a la noche, aspirando a repetir la extraordinaria repercusión de crítica y público lograda por Balnearios durante los cuatro meses que estuvo en cartel allí.
–¿Cuál fue su primer acercamiento al fenómeno?
–Todo empezó el 25 de setiembre de 1983, cuando, según se cuenta, la Virgen del Rosario se habría aparecido ante Gladys Quiroga de Motta, una vecina de San Nicolás, para pedirle que, en un baldío de ahí nomás, se construyera un santuario para su adoración. En realidad, antes de eso ya habían ocurrido ciertos supuestos “milagros”: luces que se encendían en las casas de los vecinos, la letra M dibujándose en las lamparitas. Alguna gente llegó a asegurar que habían visto cómo el sol se movía o temblaba. De entrada yo no le di ninguna importancia. Eran cosas que se escuchaban y nada más. Lo primero que verdaderamente me llamó la atención ocurrió un par de años más tarde, cuando hasta San Nicolás llegó la gente de “El espejo”, un programa que conducía César Mascetti. Yo estaba viendo la tele, y de repente veo que Mascetti anuncia que están en comunicación telefónica con Gladys. Cuando está por hablar con ella entra en escena el padre Carlos Pérez, párroco de la iglesia de San Nicolás, y de una le arranca el teléfono de la mano y corta la comunicación. Fue algo muy fuerte, ahí me dije: “Uy, ¿qué pasa acá? ¿Por qué este tipo hace esto?” A partir de ahí ya le empecé a prestar más atención al asunto.
–¿Qué fue lo que le interesó?
–Ver que había un fenómeno muy grande ahí. Todos los meses caían sobre la ciudad filas y filas de ómnibus que descargaban gente sobre el campito (de ahí que a la Virgen se la empezara a llamar “la Virgen del campito”). La cara de la ciudad empezó a cambiar, y no le digo nada de los 25 de setiembre, donde la cosa se multiplicaba. Hasta que volví a San Nicolás en 1997 y me di cuenta de lo que era eso: una procesión impresionante, con un nivel de fervor y de locura pocas veces visto, y a la vez con un grado deorganización que demostraba que a la iglesia del lugar le interesaba mucho todo eso. Trescientas o cuatrocientas mil personas en un día es mucha gente para una ciudad chica. Si se tiene en cuenta que, según las estimaciones, esa gente gasta a razón de diez pesos per cápita, no es difícil comprender que ahí hay también un fenómeno económico importante.
–Hasta el punto que se empezó a levantar un santuario monumental.
–La obra ya va para los 20 años de iniciada, y todavía le faltan unos cuantos años para terminarse. Se calcula que va a albergar a unos 8.000 fieles, lo cual no es mucho en relación con la cantidad de peregrinos que llegan todos los meses, pero igual el santuario es gigantesco, de unas dimensiones que están a la altura de la Basílica de Luján. El costo total se estima en unos 10 millones de dólares.
–Mucha plata...
–En Ciudad de María se ve cómo la ciudad se llenó de vendedores ambulantes, que venden desde “pañuelitos para saludar a la Virgen” hasta pikachus en bicicleta, y la propia Iglesia fabrica vírgenes de plástico en serie y botellas para santificar el agua, que tienen forma de virgen. Por otro lado, la propiedad se valorizó espectacularmente en la zona que rodea al campito y la casa de Gladys, y se llenó de comercios, algunos de los cuales pertenecen a la iglesia del lugar.
–¿Qué clase de reacciones genera la película?
–Las más variadas, y por las razones más extrañas. Se acerca todo tipo de público, desde el espectador común hasta los fanáticos religiosos, pasando por los pibes que ven todo como una patraña gigantesca y se cagan de risa. Algunos me quieren matar. Otros ven la película como si se tratara de una apología de la Virgen, lo cual me deja atónito. Lo que es seguro es que, si algo no promueve Ciudad de María es indiferencia. La recepción es muy, muy caliente, hasta el punto de que alguna vez me tuve que ir corriendo de la sala, porque unos tipos me querían cagar a trompadas.