Vie 07.03.2003

ESPECTáCULOS

“Quiero ser una opción, para brindar esperanza”

David Lebón, un histórico del rock nacional, vive en Mendoza, lejos del ruido. Hoy y mañana presentará en Buenos Aires su último cd, “Yo lo soñé”, que el ex Seru Giran, Polifemo y Pescado Rabioso, entre otros grupos, grabó “como los discos de antes, con fuerza, cariño, y poca plata”.

› Por Cristian Vitale

David Lebón, uno de los nombres claves del rock argentino, tiene 50 años, 5 hijos –Nico, Panchi, Taida, Nayla y Hanna– y 5 nietos. Y desea profundamente llegar a los 110, como su abuela. “Siempre le pido a Dios que me deje vivir hasta los 110 años como ella... me encanta la vida, a pesar de los golpes. Siempre hay sorpresas atrás del día malo”, dice a Página/12 horas antes de presentar su nuevo trabajo solista, Yo lo soñé, después de 11 años sin editar disco de estudio –el último fue Nuevas mañanas de 1992–. “Durante todo este tiempo acumulé canciones. Pero cuando te agarra un parate así, te empezás a dar cuenta de que no querés dejar de tocar, que no es la plata sino la vida”, señala el ex Seru Giran (“que es un grupo espectacular, y digo es porque todavía no se separó”, destaca el músico), Pappo’s Blues, Color Humano, Pescado Rabioso y Polifemo.
La cita es hoy y mañana a las 22 en el Teatro ND/Ateneo (Paraguay 918). Lebón planea mixturar parte de su obra histórica (“Seminare”, “Noche de perros”) con las canciones más representativas del flamante álbum, como “Mileneo” –con un solo impresionante– y dos encantadoras baladas “marca ruso” (“No sería yo” y “Sin vos”), que ya presentó en el “Carlos Paz Music”. También habrá invitados. “Hice algunos llamados que hasta ahora fueron contestadores. Ya no es tan fácil que te atienda directamente el artista, pero alguien va a venir”, se resigna.
–¿No se cansa de tocar siempre “Seminare”?
–Es que si no lo hacés... viste. No es una chupada de medias, la gente es la que me da la posibilidad de vivir como músico, entonces le tengo que agradecer con algo. Obviamente, si lo que me dicen es “tirate de un balcón”, no me voy a tirar.
–¿Y si le piden que se tire a la pileta de un noveno piso?
–(Se ríe.) No, ni que me lo pidiera yo mismo. A propósito, el otro día escuché a Charly García comentar que mucha gente cree que “Seminare” es mío. En realidad, bueno, me lo regaló.
Yo lo soñé es un trabajo más que aceptable, una síntesis que remite en parte al legendario El tiempo es veloz, un disco de colección que Lebón editó sobre las cenizas de Seru Giran –mucho antes de su resurrección– en 1982 y en parte a otro álbum interesante como Si de algo sirve, de 1985.
–En los ‘80 se vio a un Lebón muy prolífico. En los ‘90, en cambio, sólo editó un disco en estudio y apareció poco en público. ¿Por qué?
–Una de las razones es que me mudé a Mendoza y, al principio, no tenía agencia que me contratara para poder grabar y apoyar un disco. No es fácil mover a un tipo de una provincia a otra. Sin embargo, estoy a tiempo. Las cosas me pasan cuando me tienen que pasar y no peleo contra eso. Cuando veo que no es, me relajo, aguanto y entiendo que no es el momento. Jamás empujaría mi música para vender más discos o ser más famoso. Ni en pedo.
–¿Cómo explica “Yo lo soñé”?
–Mi planteo es que tengo que ser una opción... no puedo subir al escenario a decirle a la gente que mal está todo. Ya lo sabe. Este disco es una opción, es como una obra de arte que me enorgullece y que brinda esperanza. Lo hice con cariño y fuerza. Y lo grabé en 16 días como se grababa antes cuando no había mosca. Canté 10 temas en una noche porque había que terminarlo. No había más plata. Mucha gente me aconseja ‘no digas esas cosas’, pero es la realidad.
–¿Le parece injusta esa situación?
–Es una pena tener 50 años y estar peleándola como si tuviera 20. Le podría echar la culpa a un montón de cosas, pero sé que parte de la responsabilidad es mía. Además, al rock nacional se lo dejó de lado por mucho tiempo... lo digo con todo respeto. ¿Cómo es que Maná tocá en Vélez y llena? Si yo fuera a México, ¿llenaría un estadio?. Maná existe porqueexistió el rock en la Argentina. Acá se estancó el tema oficina y teléfono, y a nadie se le ocurre, por ejemplo, llevar al Flaco Spinetta por América. A Luis le tendrían que dar “él” premio, por el simple hecho de que alguna vez hizo “Muchacha” o por inventar el rock en castellano con Javier Martínez. No me siento representado por los músicos argentinos que reciben premios MTV o Grammy.
–El hecho de haberse mudado a Mendoza tal vez no ayudó mucho para que se difundiera su música.
–Sin embargo, mudarme fue una decisión perfecta. Es cierto que estuve dos años preguntándome que carajo hacía ahí, porque nadie me daba bola. Me sentía un mendocino más que quería triunfar y no le abrían las puertas en Buenos Aires. Pero siempre digo que adentro mío hay alguien que sabe más que yo, que está por acá (se señala el corazón) y es el que toca, el que escribe y el que siente. Cuando fui a tocar al Desert Pub, que está en medio de las montañas, hace 7 años, algo me dijo “te tenés que quedar acá...”, tocar, grabar y vivir. Mi corazón eligió a Mendoza y Mendoza me eligió a mí.
–Casi la concreción del “Mundo agradable” que describió en el disco Seru ‘92...
–Es que soy como el Sandro del barrio –Chacras de Coria–. Mis vecinos me adoran, me preguntan acerca de mí todo el tiempo. Duermo con las puertas abiertas y vivo muy tranquilo.
–¿Se planteó irse del país después de la crisis que expulsó a muchos artistas?
–No. Ya lo hice y no me gustó. Me quedo, a pesar de que puteo todo el tiempo. El 20 de diciembre estaba acá mismo –en el hotel donde para cada vez que viene a tocar a Buenos Aires– y tenía que tocar en La Trastienda. Lloré mucho ese día. Pero, como dije, siempre hay sorpresas después de un día malo.

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