Lun 10.03.2003

ESPECTáCULOS

Dos curiosidades que animaron el Festival de Cine

La nueva película de Hugo Santiago y una rareza de Miguel Bejo pusieron una nota distintiva en el fin de semana marplatense.

› Por Luciano Monteagudo

Desde Mar del Plata

Si hubo dos films verdaderamente anómalos, fuera de norma este fin de semana en la 18ª edición del Festival de Mar del Plata, fueron aquellos que provinieron de dos de los cineastas llamados “argentinos de París”: Hugo Santiago y Miguel Bejo. El director de la legendaria Invasión y de su continuación, Las veredas de Saturno, no pudo venir a la Argentina para presentar personalmente su nueva película, pero Le loup de la Côte Ouest, que participa de la competencia oficial, habló muy bien por él, con mucha personalidad y rasgos distintivos muy firmes. Radicado desde comienzos de la década del 70 en París, donde ha desarrollado casi toda su obra, Santiago dejó de lado en su nuevo film la obsesión por esa ciudad mítica llamada Aquilea, que era el centro de las preocupaciones de los personajes de sus dos films más conocidos en la Argentina, para ocuparse de otra mitología, aquella que se desprende de la literatura policial y el film noir.
Consecuente consigo mismo, Santiago en todo caso no hace sino volver a trabajar en la misma dirección de sentido en que lo había hecho en Ecoute voir... (1979), que se llegó a estrenar fugazmente en la Argentina (en una versión mutilada por la censura) bajo el título de El juego del poder. Allí ya asomaba la figura del detective privado, que tenía entonces los rasgos de Catherine Deneuve, enfundada en un impermeable y un sombrero que parecían heredados de Humphrey Bogart, y aquí reaparece el arquetipo del private eye, envuelto en una trama que deja de ser policial para convertirse en un laberinto donde se ha perdido el hilo de Ariadna y el temido Minotauro es el propio investigador. Ahora se trata de Lew Millar, un nombre que alude a Lew Archer, el clásico detective privado imaginado por Ross MacDonald y personificado más de una vez en el cine por Paul Newman. De hecho, en una versión muy libre, Le loup de la Côte Ouest es una adaptación de una novela de MacDonald, Guilt-Edged Blonde, y Millar remite el verdadero apellido del autor de El hombre enterrado y La piscina de los ahogados.
De ese tipo de referencias y conexiones está hecha la nueva película de Santiago, que no debe pensarse sólo como un film policial, sino en todo caso como la posibilidad de construir un universo puramente ficcional, a partir de códigos y arquetipos a los que el director va transfigurando, hasta hacer dialogar a dos culturas tradicionalmente antagónicas. Porque si el detective Lew Millar, proveniente de Los Angeles, California, es el solitario “lobo de la Costa Oeste” que propone el título de la película, será en Biarritz, en la costa oeste francesa, donde descubrirá cosas de su pasado que ni él mismo sabía. De una imagen siempre elegante, con una sofisticada puesta en escena y un complejo diseño sonoro, Le loup... es también un film anacrónico o, mejor aún, fuera del tiempo, porque no responde a ninguna moda o tendencia sino a las obsesiones de su propio autor, que no abordaba un film de ficción desde hace casi veinte años, cuando decidió dedicarse a crear “objetos audiovisuales” sobre el teatro y la música.
Así como el film de Santiago está elaborado a partir de la mitología de la novela y el cine noir, el género gótico y de terror parecen estar en la oscura génesis de La familia unida esperando la llegada de Hallewyn, una película de 1971 realizada por Miguel Bejo y que recién ahora –gracias a una gestión del crítico Daniel López– se pudo ver por primera vez en una función pública en la Argentina. Realizada en el más absoluto underground, con un elenco y un equipo técnico en donde se pueden descubrir los nombres de Edgardo Cozarinsky, Carlos Sorín, Félix Monti, Bebe Kamin, Rafael Filipelli, Jorge López Ruiz, Roberto Scheuer y Alberto Yaccelini, La familia... es capaz de sorprender hoy en su carácter de OVNI, de objeto no identificado, una suerte de happening salvaje que participaba del clima político y cultural de su época de una manera muy particular.
Con muchos puntos de contacto con otros films de aquel momento, como The Players vs. Angeles Caídos, de Alberto Fischerman, y Puntos suspensivos, de Cozarinsky, esta Familia... parece aludir al ridículo estertor de la clase dirigente de aquella dictadura militar denominada “Revolución Argentina” (1966-1971). Y ese Hallewyn no sería otro que el temido Perón, que la película representa como una suerte de ominoso caballero negro, cabalgando furiosamente hacia su destino manifiesto, según imágenes “sampleadas” de un viejo film de terror de Mario Bava. Críptica, sombría, claustrofóbica, la película de Bejo (que, como Santiago y Cozarinsky, vive y trabaja en París desde los años ‘70) es, sin embargo, capaz de echar hoy una luz muy especial sobre aquel período, que el film describe en clave alegórica pero de una manera tan desesperanzada como premonitoria.

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