ESPECTáCULOS
Un especial para echar luz sobre el misterio del cadáver de Evita
“La memoria ultrajada”, un documental de Román Lejtman, incluye el testimonio de un sacerdote que cuidó el cuerpo en Milán.
› Por Emanuel Respighi
Eva Duarte de Perón fue una figura tan emblemática como controvertida en la historia política argentina. Despreciada por buena parte de la oligarquía nacional y amada por los sectores más desamparados, su vida estuvo signada por antagónicas posiciones hasta su muerte, el 26 de julio de 1952. Sin embargo, ni siquiera luego de su muerte Evita pudo descansar en paz. Embalsamado, mutilado y hasta abusado sexualmente por quienes eran los responsables de su cuidado, el cadáver de la abanderada de los humildes protagonizó una odisea que incluyó largas y secretas estadías en Italia y España, además de pasar por varios recovecos de la Capital Federal. Intentando aportar nuevos detalles sobre el camino que siguió el cuerpo de Evita, Infinito emite mañana, a las 22, el documental “La memoria ultrajada: el misterio del cadáver de Evita”.
Realizado por el periodista Román Lejtman, el documental narra el peregrinaje que hizo el cadáver de la segunda esposa de Juan Domingo Perón. Para no caer en obviedades y enriquecer el relato, la investigación cuenta con el valioso testimonio de Giulio Madurini, un sacerdote italiano que fue una de las pocas personas que estaba al tanto de que el cadáver de Eva estuvo enterrado bajo un nombre falso en un cementerio de Milán, además de ser testigo privilegiado de la entrega del cuerpo a Perón en Madrid.
“La memoria ultrajada” se divide en cuatro bloques. Mientras el primero no es más que un repaso cronológico sobre la vida y obra de Eva hasta su muerte, los restantes detallan la manipulación sufrida por el cuerpo. Una de las cuestiones más polémicas en torno al cadáver gira en torno a si ella había pedido expresamente ser embalsamada una vez fallecida, o si se trató de una decisión de Perón para fortalecer su gobierno. “En realidad, el embalsamamiento no fue un pedido de Eva ni de la familia”, explica en el documental Cristina Alvarez Rodríguez, sobrina nieta de Eva. “Mi familia no estaba de acuerdo con que la embalsamaran. El embalsamamiento del cuerpo fue una decisión de Perón, que obviamente se acató”, subraya.
Luego del extenso velatorio, que se extendió por quince días, el ataúd con el cuerpo de Evita fue depositado en el segundo piso de la CGT, donde Pedro Ara realizó en secreto el proceso de embalsamamiento durante un año. Con el derrocamiento de Perón, el gobierno militar de Eugenio Aramburu decidió sacar el cuerpo del país, ante las vejaciones al que era objeto y la posibilidad de que los comandos peronistas lo recuperaran. Así fue como el cadáver de Evita fue enterrado en el cementerio Maggiore de Milán, Italia, bajo el nombre falso de María Maggis de Magistris.
La verdadera identidad del cuerpo fue un secreto que pocos conocían. Uno de los que sabían la verdad fue Madurini, el sacerdote milanés que cuidó el cuerpo de Eva durante los 14 años que estuvo en el cementerio Maggiore y que supervisó en 1971 su traslado hasta Madrid, donde se encontraba exiliado Perón. “Vino en secreto un emisario de la Argentina con documentación que pedía la deportación del cuerpo, aunque no decía que era Eva”, cuenta el sacerdote. “Yo asistí a la exhumación. Cuando retiraron la tapa de la tumba, vi un cadáver íntegro e intacto. Al principio me asusté, pero los emisarios me tranquilizaron cuando me dijeron que era una persona que había muerto tranquilamente y había sido momificada.”
Según Madurini, la ruta que hizo el cadáver arrancó en Milán y siguió por Génova, Sabona, Toulon, Montpellier y Verbignau, por donde se cruzó la frontera a España. “En el viaje en el ataúd y los papeles figuraba que era María Maggis, hasta que arribamos a la frontera española, donde se cambió el nombre por el de Eva Perón”, recuerda Madurini. El cuerpo regresó al país en 1974, donde fue colocado junto al de Perón en la cripta fúnebre de la Residencia de Olivos, el que parecía ser su último destino. Sin embargo, la dictadura militar de Jorge Rafael Videla le entregó el cuerpo a los familiares de Eva, que la enterraron en el cementerio de la Recoleta, poniendo fin a un misterio de casi 25 años.