ESPECTáCULOS
› LAURA HATTON, UNA VOCALISTA TODO TERRENO
“El canto es mi adrenalina”
En esta etapa de su carrera está presentando su disco jazzero, pero su trayectoria incluye desde trabajos con los Redondos hasta participaciones con Su Giménez.
› Por Cristian Vitale
Las casas de los músicos de jazz parecen tener algo en común. La afirmación se presume aventurada, pero el medio ambiente cotidiano de muchos jazzeros cumple determinadas reglas de diseño: habitaciones grandes, ventanas amplias, mucha claridad, el equipo de música al lado de un velador alto que dispara una luz tenue... todo prolijamente envasado en un piso de Capital Federal. Laura Hatton recibe a Página/12 en un lugar así, que comparte con su compañero de hace años, el guitarrista Rodolfo Gorosito. El motivo del encuentro, en efecto, es la edición reciente del segundo disco solista de la cantante, en el que “Goro” –así lo llama– tiene una participación decisiva. “En la época de Buenos Aires 8 –grupo vocal que Hatton integró allá por el ‘76– se elegían los temas, se hacían los arreglos, se ensayaba, se tocaba y después se fogueaba. Yo siempre me resistí a eso. ¡Es al revés, loco! Después de que rodaste las canciones mucho tiempo, las cantás con los ojos cerrados, disfónica y enferma, y le pescás el swing perfecto. La prueba está en este disco: se hizo solo”, dice la cantante, que se presentará hoy en La Dama de Bollini.
Laura, el sucesor de Toma I, debut discográfico de Hatton en 1998, incluye una mayoría de standards –sobresalen “Straight no chaser”, de Monk y Jefferson e “In a sentimental mood” (clásico de Duke Ellington) y algunas perlas que cuentan con el aporte de Juan Valentino (“Caravan”), Ricardo Pellican (“Bye bye blackbird”) y Juan Cruz de Urquiza, que participa con un solo de trompeta en un bonus track que lleva por título, precisamente, “Bonus Track!”–. Se destaca también una versión de “Cartas de amor que se queman”, de Cuchi Leguizamón.
–¿De qué manera se financian estos proyectos musicales en un mercado tan chico y exigente a la vez?
–Yo soy una laburante. Me levanto a las 8 de la mañana y no paro hasta la medianoche. No puedo andar lobbiando por los boliches. Además, no vivo de esto. Soy docente en la Escuela Popular de Música y también enseño en mi casa. Pude grabar el disco porque cayó una plata extra que, en vez de gastármela en un viaje, la usé para hacer una tirada de mil CD’s. Cantar, para mí, es la adrenalina del fin de semana, el vértigo.
–La palabra “vértigo” no se asocia comúnmente con el jazz, mucho menos cuando se interpretan standards...
–Por eso es bueno cambiar. Hace poco me mandé una increíble. Me gusta la música brasileña y sobre todo Ivan Lins, Chico Buarque y Joao Bosco. Este verano dije: “Voy a hacer algo relacionado con la música de Brasil”. Y eso sí que derivó en un vértigo terrible.
–¿Por qué?
–Porque para aprenderme una letra en otro idioma, con una pronunciación correcta, tuve que hacer muchas averiguaciones con amigos brasileños. Fue positivo porque me enteré de algunas letras que son maravillosas. Con música chingui chingui hacían lo mismo que, por ejemplo, Miguel Cantilo con “Johnny Bigote” ridiculizando a Onganía.
–¿La idea para el futuro es foguear material nuevo para sentir ese vértigo, o afianzar el disco?
–Es una encrucijada. La gente quiere escuchar el disco. Pero yo estoy buscando nuevos arreglos y compositores. Tengo ganas de incursionar en el mundo de Miles Davis.
–¿El Miles de qué etapa?
–Me gustan todas sus épocas, pero hay un tema, “Fours”, que me gustaría agarrar ya. Es tradicional. También tengo pendiente un tributo a Thelonious Monk. Ya tengo siete temas montados y muchas ganas de empezar a rodarlos este año.
La cantante nació en Estados Unidos y se mudó al país cuando tenía 5 años. Una de las razones que expone para explicar su inclinación por el jazz es precisamente el idioma. Sin embargo, su trayectoria es ondulante.No siempre cantó jazz. En su historia coexisten grabaciones con Mercedes Sosa, Los Fabulosos Cadillacs, Alberto Cortez, y hasta fue integrante de los Redonditos de Ricota (es una de las voces femeninas de “Superlógico”, de Gulp) durante un año. Hubo otras apariciones que algunos puristas del género jamás le perdonarían: su paso por el programa “Hola Susana”, entre 1987 y 1991 y su incursión por “Fax”, de Nicolás Repetto, en 1992. “Siempre hago una distinción entre lo que me gusta, que es cantar jazz, y lo que hago como laburo. Y entre los laburos, todos sabemos que hay algunos que son más dignos que otros.”
–¿Fueron dignos entonces aquellos trabajos?
–El de Repetto sí. Con Susana no, porque éramos tres chicas sentadas en un taburete cantando “para.. pa.. pa.. ra.. para... para” y horriblemente peinadas. Una porquería. Lo único divertido era cruzarse con Fito Páez, Gilberto Gil o Enrique Pinti. Aunque también te cruzabas con Menem... puaj. Lo de Repetto fue distinto. Eso sí fue vértigo, porque pese a que audicioné como cantante, Reina Reech, que hacía las coreografías, nos exigía también bailar. Tenía que entregarle todo el peso a un cantante, Claudio Leda, que tampoco era bailarín. El tipo me agarraba como podía ¡en vivo! Diez años después miro esa producción y me saco el sombrero... Lo de Susana fue otra cosa. Ella es una diva que se para frente a las cámaras y lee todo lo que tiene que decir.