ESPECTáCULOS
El bandoneonista que no le teme a lo tradicional ni a lo moderno
Gustavo Toker se fue hace una década a Amsterdam. Investiga a Piazzolla y bucea en la milonga. Ahora toca en Buenos Aires.
› Por Diego Fischerman
Hace veinte años, como bandoneonista del grupo de Luis Borda y de León Gieco, entre otros, era el referente obligado cuando se hablaba de la renovación en su instrumento y, sobre todo, de intérpretes capaces de moverse con igual soltura en contextos de tango más tradicional y de aquellas músicas que por ese entonces solían identificarse como fusión. Es que Gustavo Toker tenía una rara virtud: improvisaba con fluidez. En 1992 se fue a Europa, se radicó en Amsterdam, tocó en infinidad de festivales de jazz y encaró un proyecto de largo alcance al que llamó Toker y la milonga. “Es un género de gran complejidad rítmica que fue muy poco transitado e investigado”, explica. “Es increíble lo que hizo Piazzolla con el pie rítmico de la milonga campera, pero los ritmos rápidos de la milonga porteña o de la corralera, que era la de la provincia de Buenos Aires, prácticamente desaparecieron, como si fueran un tronco del que no hubo ramificaciones.” Y las milongas forman una parte esencial de lo que el bandoneonista muestra en vivo los jueves de este mes, a las 22, en La Revuelta (Alvarez Thomas 1368). Las milongas y, claro, la música de Astor Piazzolla.
“Desde hace años me dedico a transcribir la música de Astor. Especialmente los solos. Lo que está escrito en las partituras y lo que suena es muy distinto. El improvisaba mucho, no a la manera jazzística sino más bien variaciones bachianas, e incluso iba cambiando con el tiempo y hasta agregando secciones, como el puente en siete tiempos en ‘Verano porteño’, que en la primera versión no estaba y que jamás se incorporó a la partitura”, cuenta Toker a Página/12. Ese trabajo metódico le sirve como aprendizaje pero, además, se vuelca en los arreglos que hace de esa música para tocar con otras formaciones instrumentales que las originalmente concebidas por Piazzolla. Como ahora, en que toca en dúo con el pianista Nicolás Guershberg. “El fraseo de Piazzolla era perfecto”, reflexiona. “Siempre iba y venía, y llegaba a la nota que quería llegar con una precisión extraordinaria, tanto melódica como rítmica.”
Las composiciones del bandoneonista, además de milongas, transitan por el tango e incluso por algunos géneros del folklore rural como el malambo o la chacarera. Por supuesto, incorpora la improvisación como uno de los elementos de desarrollo de un tema. Su propuesta es adentrarse en el estilo y el fraseo de Piazzolla y, también, ir de allí para adelante. “Investigar en la música y en la manera de tocar de Astor es fundamental porque él no dejó nada, no dejó discípulos ni enseñanzas; él nunca se puso a pensar en eso, siempre pensó que su música la tocaba él. Cuando murió, dejó un agujero. Esos vacíos sólo se pueden llenar yendo hacia la propia fuente. Porque, además, si bien es cierto que mientras estaba vivo nadie tocaba su música, después todos empezaron a hacerlo y, particularmente en Europa, hay mucho que no se sostiene, que está directamente mal tocado, que parece hecho a primera vista.” Admirador también de Dino Saluzzi (“es un maestro, de él siempre se aprende algo”), Toker es particularmente crítico de músicos como el acordeonista Richard Galliano: “Cuando lo escucho tocando jazz es bárbaro, pero tocando Piazzolla es simplemente malo. Y él se debe dar cuenta de que no le sale, porque tiene una oreja bárbara. También hay, me parece, mucha especulación comercial. Hoy el nombre de Piazzolla es negocio y eso hace que muchos que no tienen nada que agregar a lo que Piazzolla ya hizo sino todo lo contrario, toquen, de todas maneras, versiones absolutamente anodinas de su música. Creo que esa es una música que hay que conocer muy bien para poder tocarla y que valga la pena. Los discos de Piazzolla están ahí, cualquiera los puede escuchar y, realmente, si uno no tiene nada nuevo para decir, mejor que no lo diga”.