ESPECTáCULOS
› MARCO BECHIS ESTRENARA MAÑANA EL FILM “HIJOS”
El pasado siempre vuelve
El realizador de “Garage Olimpo” explica las razones personales y políticas por las que abordó el tema de los hijos de desaparecidos.
Por Ana Bianco
El estreno de Hijos, del director Marco Bechis, parece marcar un punto de inflexión en la relación del cine argentino con los derechos humanos. La historia que cuenta esta película es de aquellos niños nacidos en los campos de concentración, apropiados o adoptados ilegalmente durante los años de plomo. Al final del film, resuenan las voces de los integrantes de HIJOS que entonan la consigna: “Alerta, alerta, alerta los vecinos/ que al lado de su casa está viviendo un asesino”. Estos cánticos son apenas un reflejo de los años que el propio Bechis conoció cuando fue secuestrado y trasladado diez días al centro clandestino Club Atlético, ubicado en Paseo Colón y Cochabamba, hasta ser transferido a una cárcel y luego expulsado a Italia. Hijos (2001), entendido como una continuidad natural de Garage Olimpo (1999), recibió el Premio Cine por la Paz en el Festival de Venecia y el Premio David de Donatello a la actriz de reparto para Stefanía Sandrelli. En Argentina, Hijos corrió peligro de no estrenarse, hasta que un distribuidor se mostró interesado en la temática.
–¿Los personajes de la película están inspirados en hechos reales?
–Garage Olimpo e Hijos partieron de una investigación personal y periodística. En el caso de Garage... fueron encuentros con sobrevivientes de campos de concentración, como Mario Villani. No me alcanzaba con mi experiencia, breve y subjetiva. Para Hijos me relacioné con hijos que no fueron apropiados cuando eran niños, sino con jóvenes que siguen buscando a sus hermanas o hermanos. En esas charlas hablamos de cómo veían la vida y cómo la estaban pasando con sus edades, que rondan los veintitrés años. Esto me hizo reflexionar y entrar otra vez en el film de una manera muy concreta. En Garage... no estaba interesado en la psicología de los militares. Los presenté en su funcionamiento, qué hacían, a quiénes servían y obedecían y qué tipo de relación tenían con el mundo y con la gente. Como una oficina con un jefe, con problemas que son rencillas banales. Yo no creo que un campo de concentración haya sido mucho más que eso. Darle otro tipo de interpretación es cargar de importancia a seres que son francamente insignificantes, aunque perniciosos y peligrosos que merecen ser juzgados. En el caso de Hijos a los apropiadores los traté de la misma manera.
–¿La relación con Carlos Pisoni tiene que ver con que su padre desaparecido también estuvo en El Atlético?
–En 1996 vine a realizar una serie de notas y reportajes para la RAI sobre los desaparecidos italianos. En ese momento se estaba desarrollando el juicio en Italia que entraba en una fase candente y podía terminar archivado. Felizmente en estos días nos enteramos de la cadena perpetua a Rivera, Suárez Mason y otros. Con mis notas en Argentina traté de reavivar el tema. Uno de esos encuentros filmados en video fue con Pisoni, hijo de desaparecidos que tenía 18 años y que era de HIJOS, que se estaba formando. A partir de ahí, tenemos una relación muy cercana. Ese encuentro fue uno de los elementos que me decidió para hacer Garage Olimpo, y ésta a su vez me empujó a filmar Hijos. Yo no sabía en ese primer encuentro que su padre había pasado por El Atlético, me lo dijo después. Mi paso por el Atlético fue en abril del ‘77 y fueron sólo diez días, y el padre de Carlos estuvo hasta el ‘79. Además yo estaba completamente aislado y no vi a nadie, estaba como de paso. La relación con Carlitos creció, me llama tío y sabe que puede contar conmigo. Me hizo conocer su mundo, sus amigos, a los integrantes de HIJOS con los que tuve charlas muy intensas. Además coincidió que estudió como yo en el Cristóforo Colombo y tuvo algunos profesores que también habían sido míos. Me comentó que en su clase hasta en 1986 no se animaba a contar que era hijo de desaparecidos.
–¿Por qué eligió el escrache a Basilio Benito Pertiné?
–No fue una elección, para la película filmé varios escraches, pero con ninguno lo resolvía bien. El escrache lo filmé personalmente con mi cámara y quise que los actores no actuaran. Les dije: “Vamos a un escrache, ustedes quédense juntos porque no conocen a nadie, son actores de la película, pero acá están participando de un escrache. Quería un escrache que tuviera que ver con la familia que se describe en el film, una familia burguesa, acomodada, y no me servía un escrache a un militar de clase media que vive en un barrio más popular. Ese día casi no se hace el escrache porque había poca gente y llovía, pero salió muy bien.