Los que siguen atados a añejas rivalidades futbolísticas no las tendrán todas consigo durante el transcurso de la edición 2003 del Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente, ya que este año el evento le abre decididamente sus puertas al cine brasileño. Más que un gesto de hermandad latinoamericana o de simpatías geopolíticas, se trata de un puro acto de justicia cinéfila: en los últimos años, el cine del país vecino viene creciendo con pasos de gigante, tanto en términos de número como de calidad. Con la presencia en Buenos Aires de una nutrida delegación encabezada por Orlando Senna (flamante secretario de Desarrollo audiovisual, nombrado por Lula y por el ministro de Cultura, Gilberto Gil) y la deslumbrante Madame Sata en competencia oficial (ver aparte), el cine brasileño desembarca –mostrando toda su potencia, diversidad y ambición artística– en varias de las secciones del Bafici.
“Los documentales son lo mejor que está sucediendo en el cine brasileño”, dice el respetadísimo José Carlos Avellar desde las páginas del catálogo oficial del Festival. Crítico cinematográfico activo desde hace décadas, autor de varios libros sobre la especialidad y ex director de las instituciones oficiales Embrafilme y Riofilme, Avellar sabe de lo que habla y tiene cómo demostrarlo: películas como Edificio Master (lo más nuevo de Eduardo Coutinho, uno de los grandes documentalistas del continente) y Omnibus 174 (opera prima de José Padilha y Felipe Lacerda) están sin duda entre lo mejor que haya producido el cine de la región en la última década. Por las dudas que a alguien le queden ganas de discutir la afirmación de Avellar, allí están también, dentro de la gigantesca sección “Panorama” (que incluye en total ocho films brasileños) Rocha que voa –documental sobre Glauber Rocha filmado por su hijo Eryk– y Viva Sao Joao, viaje musical de Gilberto Gil y Andrucha Waddington (realizador de Eu, tu, eles).
Difícil concebir dos documentales más distintos que Edificio Master y Omnibus 174, ambos estrenados en octubre pasado, en el marco del Festival de Río. En Edificio Master, Eduardo Coutinho (autor de la mítica Cabra marcado pra morrer) vuelve a centrarse, como en films anteriores, en un pequeño microcosmos. Pero esta vez con la diferencia de que no se trata de una favela (como en Babilonia 2000, vista dos años atrás en el Bafici) o un basural (como en Boca do lixo, de 1992) sino de un populoso edificio de departamentos de Copabacana. Transmitiendo una sensación de espontaneidad, de “vivo”, que no hace más que disimular el titánico trabajo de campo previo, Coutinho filma a los pobladores del edificio Master y logra que cada uno brille con luz incandescente, con una singularidad y frescura que no se ven todos los días.
Si Edificio Master es pura luminosidad, Omnibus 174 representa una resuelta inmersión en lo más sórdido y oscuro de la sociedad brasileña y latinoamericana. La película de Padilha y Lacerda recrea, en base a material de archivo, el secuestro de un ómnibus urbano a cargo de un chico de la calle, que la televisión transmitió en vivo en junio del 2000, y que tuvo paralizado a todo Río de Janeiro durante cuatro de las horas más desesperadas que se recuerden. A partir de ese hecho puntual y de trágicas consecuencias, los realizadores hicieron una exhaustiva investigación sobre los meninos da rua, la violencia social y la criminalidad policial en su país. Los resultados, además de devastadores, denuncian por sí solos la escandalosa frivolidad de películas que, como Ciudad de Dios, tocan esas mismas llagas.

(Edificio Master se verá el sábado a las 18.15 en la sala 11 del Hoyts; el domingo a las 17.15 en la misma sala y el jueves 24 a las 16, en el cine Lorca. Omnibus 174 debuta el miércoles 23 a las 16.45, en el Hoyts 11. Lacharla con Orlando Senna será mañana a las 17, en el auditorio del Museo de los Niños, Shopping Abasto.)