ESPECTáCULOS
› EL LIBRO “PRODUCCION Y TRABAJO EN LA ARGENTINA”
Aquella industria argentina
El volumen editado por la Universidad de Quilmes y el Banco Bice es una memoria fotográfica que hoy parece delirio. En la presentación, sin embargo, abundaron las expresiones de optimismo.
› Por Karina Micheletto
Hubo una Argentina diferente a la de Brukman y Zanon. Una en la que había industrias que producían y obreros que las hacían producir. El libro Producción y trabajo en la Argentina, editado por el Banco Bice y la Universidad Nacional de Quilmes, resulta un testimonio de aquella Argentina que hoy parece muy lejana. Se trata de una completa memoria fotográfica que abarca desde 1860 hasta 1960, curada por Luis Priamo, con selección y edición fotográfica de Abel Alexander y Miguel Angel Cuarterolo, y un análisis de las etapas de producción de bienes a cargo de Bernardo Kosacoff. El martes, la presentación de la obra en la Feria del Libro reunió a Marta Cichero, la editora general del libro, Arnaldo Bocco, presidente del Bice, Vittorio Orsi, fundador de la compañía de ingeniería y construcción SADE, Abel Viglione, economista a cargo del área industrial de FIEL, Julio Villar, rector de la Universidad Nacional de Quilmes, y el filósofo Tomás Abraham.
La primera imagen que aparece en el libro muestra una esquila en la estancia “Los Yngleses”, en el actual partido de general Lavalle, provincia de Buenos Aires. Es un ambrotipo de 1860, obtenido mediante un mecanismo de sobreexposición de una placa de vidrio, cuyo reverso se pintaba o se cubría con una tela o cartón negro. Ese es el registro más antiguo de una actividad económica colectiva que se conserva, y uno de los problemas de una memoria de este tipo es que la mayor parte de los documentos históricos se perdió o está en manos privadas, por falta de políticas culturales serias en lo que hace a archivos públicos. De allí en más, en el libro se suceden imágenes de cosechas de principios de siglo, talleres del ferrocarril en los que se cortaban y agujereaban rieles en 1905, las primeras explotaciones de petróleo en Chubut a partir de 1907, la fábrica de cocinas Aurora en 1943, los “autos justicialistas” producidos por Industrias Aeronáuticas y Mecánicas del Estado en 1954, hasta el interior de una planta siderúrgica en 1960.
Respecto de estas etapas retratadas en el libro, todos los oradores de la presentación coincidieron en añorar una época floreciente perdida -cuyo pico de esplendor situaron durante el gobierno de Frondizi–, en defender lo que se definió como “pasión empresarial”, y en un optimismo generalizado sobre los tiempos por venir. “Si tengo que pensar cómo será una memoria que abarque el 2004-2040, me la imagino llena de fotos de emprendimientos productivos como las de este libro”, arriesgó Arnaldo Bocco. “Hay una Argentina zángana, especuladora y rentística; pero también hay una Argentina del esfuerzo y el trabajo, que volvió a despertarse el año pasado”, aseguró el economista.
Tomás Abraham, quien le dio nombre a las medias Tom y a los hilos Tomasito, relató su experiencia como encargado de personal de la fábrica de su padre. “Durante veinte años pasé mi vida entre libros y medias”, contó el autor de La empresa de vivir. “Fui mediador entre la clase obrera y la patronal, en una época en que el gremio textil se dividía entre el viejo peronismo sindicalista, los Montoneros, el ERP, etcétera”, recordó, y aportó una particular visión del rol de los intelectuales: “Los intelectuales tienen de las empresas una visión fantasmagórica, es un mito que les sirve para sentirse diferentes. Desprecian el mundo del trabajo y del comercio, lo ven con un maniqueísmo de dibujo animado, en el que los empresarios son los demonios, los obreros los ángeles y ellos, por supuesto, los arcángeles”, aseguró el filósofo. “Mi trabajo en la empresa le aportó a mi trabajo filosófico tierra en vez de cielo, materia en vez de espíritu, y un conocimiento de la gente en situaciones nuevas. En cambio, la filosofía no le aportó tanto a mi trabajo fabril, excepto que en la diversidad todos somos collares del mismo perro, el de la vida”, agregó, transformando una frase más simpática, repetida en los volantes de izquierda: “Lo importante no es cambiar de collar, sino dejar de ser perro”.