Sáb 16.02.2002

ESPECTáCULOS  › ARTISTAS Y PUBLICO RENUEVAN UN MERCADO QUE SE MANEJA CON CODIGOS PROPIOS

El escenario, una respuesta a la depresión

Una recorrida por diferentes espacios teatrales del circuito comercial, oficial y alternativo permite descubrir un notable movimiento que se mantiene aun a pesar de la crisis.

› Por Silvina Friera

En un país en ruinas, el teatro, aunque no es ajeno a la crisis, resiste como un bálsamo que alivia las penurias cotidianas de la población. Los ciudadanos espontáneos o reunidos en asambleas barriales abollan con furia las cacerolas para denunciar la injusticia del corralito, la pesificación compulsiva y a los bancos que se llevaron los ahorros. Frente al hundimiento de la economía, muchos artistas y productores temieron el peor de los mundos: salas vacías y espectáculos sin chances de superar las dos semanas en cartel. ¿Quién pagaría por ver una obra en medio de tanta amargura?, se preguntaba más de uno. A pesar de los pronósticos adversos, Página/12 recorrió diferentes espacios teatrales del circuito comercial, oficial y alternativo y encontró espectadores agotando localidades, en algunos casos. En otros, las sensaciones varían, pero resulta esperanzador que algo funcione, aunque sea tímidamente.
Lógicamente, el iceberg de este fenómeno es Enrique Pinti, que estrenó Candombe Nacional el 4 de enero en el Maipo (Esmeralda 443). Con más de 20.000 espectadores y localidades agotadas, Candombe emerge como un espectáculo catártico, que se presenta de miércoles a domingos (con dos funciones los sábados, a las 21 y 23.15). El fenómeno Pinti se potencia al operar como un espejo, porque su ametralladora verbal es lo que muchos de sus espectadores de clase media quisieran poder utilizar para arrasar con cuanto político y banquero se les cruza.
Otro de los espectáculos que arrasa en boleterías es el musical Tanguera, dirigido por Omar Pacheco, con las bailarinas Mora Godoy y María Nieves y música de Eladia Blázquez. Originalmente estaba previsto que se montara un mes en El Nacional (Corrientes 960, miércoles a sábados a las 21 y domingos a las 20). A pedido del público se extendieron las funciones para todo febrero. La sala Pablo Neruda (La Plaza, Corrientes 1660) está llena y es miércoles, día que muchos destinan para ir al cine. El bullicio inicial se extingue cuando comienza El romance del Romeo y la Julieta, adaptación de la ópera rantifusa Cantame un tango, Romeo, de Julio Tahier, con dirección de Rubén Pires y Manuel González Gil. Las peripecias de los Montescos y Capuletos, narrada con los códigos del tango, seducen a los espectadores. Los más veteranos (promedio 65 años) cantan en voz baja parte de los tangos incluidas en la historia, como “Canción desesperada”, de Enrique Santos Discépolo. Hay menciones directas a la realidad del país como los piqueteros cortando una ruta, que impiden que el mensajero le avise a Romeo que Julieta no está muerta, o los sobornos en patacones o en dólares con los que hay que retribuir al fraile en dos circunstancias: para casar en secreto a la joven pareja, o para evitar que Julieta sufra el tormento de un matrimonio arreglado. El romance..., protagonizada por Guillermo Fernández y Florencia Peña, superó las 3000 personas desde el 10 de enero, con 6 funciones semanales (miércoles a viernes a las 21, sábados a las 21 y 23 y domingos a las 21). En la sala Pablo Picasso de La Plaza, continúa el éxito de la temporada pasada (ver recuadro): Monólogos de la vagina, con el regreso de tres de las integrantes de las emblemáticas Gambas al Ajillo, María José Gabín, Verónica Llinás y Alejandra Flechner. Con funciones de miércoles a domingos (dos los sábados, a las 20.30 y 22.30), 5400 espectadores disfrutaron de este reencuentro escénico.
Finlandia, de Ricardo Monti, con dirección de Mónica Viñao, convocó a más de 2000 personas, desde el 17 de enero, con dos funciones semanales, los viernes y sábados a las 21. Según Viñao, los viernes ahora tienen una impronta muy particular: son días de cacerolazos, entonces se hace difícil arrimarse hasta La Trastienda (Balcarce 460), apenas a cuatro cuadras de la Plaza de Mayo. “Dar una función es una manera de hacer un cacerolazo, porque si una sociedad pierde espacios para reflexionar está perdida”, sostiene la directora. En el Abasto, por Corrientes y Bulnes los vecinoscaminan hacia la plaza de Mayo, en otro viernes de furia, murgas y cacerolas.
Cerca, en el Callejón de los deseos (Humahuaca 3579) un centenar de personas esperan ver Mujeres soñaban caballos, de Daniel Veronese, pieza estrenada el año pasado, que se repuso en la primera quincena de enero. Uno de los personajes, la joven atormentada que interpreta Jimena Anaganuzzi, dice que “hay una violencia que se respira en el aire”. Después de la función, algunos de los espectadores partirán hacia la Plaza para sumarse a la manifestación y comprobar que esa violencia intenta acallar las quejas. “A través de la provocación de una obra, el espectador piensa sobre su propia realidad, aunque no haya una alusión directa a la misma”, subraya Rubens Correa, uno de los directores de La lección de Marat Sade, pieza de Carlos Somigliana (Teatro del Pueblo, Roque S.Peña 943, viernes y sábados a las 21 y domingos a las 20). Correa cuenta que el elenco comenzó a ensayar la obra de Somigliana mientras el país se incendiaba y se sucedían cinco presidentes. “Lo artístico es una manera de expresión que la gente pide a gritos porque quiere desesperadamente comunicarse”, apunta el director.
Los fans del actor Carlos Belloso están de parabienes. El jueves pasado repuso en el teatro Gargantúa (Jorge Newbery 3563, a las 21.30) su unipersonal Pará fanático, con la modalidad de pasar la gorra. “Uno de los personajes, Ernesto, es un callejero que se refiere a la inflación, abordando la realidad desde el absurdo. Está indignado porque compró unas papas fritas a 26 pesos!!!! Y cree que se volverá loco. Otro no entiende por qué recibe dos veces la misma factura de Rentas justo el día de su vencimiento”, precisa el actor. Además continúa con Intimidad, pieza de Hanif Kureishi (en la Carbonera, Balcarce al 998, los viernes y sábados a las 21) y Doctor Peuser, estrenada el año pasado, que sigue llenando el Actor’s Studio, (Corrientes 3571, los sábados a las 23), con un promedio de cien personas por función. “La gente busca en el teatro a alguien que hable como ellos y que esté preparado para hacerlo desde la palabra. Pero el cuerpo siempre dice alguna otra verdad, el teatro es como un espejo. Sin embargo, se necesita del absurdo y la fantasía para escaparse un poco de la realidad”, señala Belloso. El actor dice que por los cacerolazos se nota la merma del público los viernes, pero con Intimidad llenan la sala.
La fusión de circo, danza y teatro del espectáculo Vibra, creación del grupo Asul, dirigido por Gerardo Hochman, reunió a más de 3600 espectadores que se acercaron al auditorio del Buenos Aires Design (Libertador y Pueyrredón, los sábados y domingos a las 21). Desde el 12 de enero, un promedio de 300 personas por función celebraron este ritual circense que rompe los límites preestablecidos entre el público y los actores. Para Angel Mahler, director musical de Aquí no podemos hacerlo, dirigida por Pepe Cibrián Campoy, “todos necesitamos distendernos un poco frente a tanta locura”. En las primeras diez funciones en el teatro Santa María (Montevideo 842, miércoles a domingos) la entrada promocional de dos pesos permitió que 2800 personas siguieron los obstáculos de un puñado de jóvenes que sueñan con poder montar una comedia musical en el país. Desfiló un total de 5300 espectadores.
“Es un milagro de la naturaleza que hayan quedado veinte personas afuera”. El comentario sintetiza la sensación del actor Nicolás Cesare, integrante de Los Pepe Biondi, una agrupación teatral independiente nacida en 1987, que trabaja a pulmón: preparan los mil volantes que reparten entre el viernes y el sábado en la calle Corrientes y sus adyacencias. Durante enero un promedio de 90 personas por función vieron Delirio a dúo, de Eugene Ionesco, con dirección de Ricardo Miguelez (Liberarte, Corrientes 1555, sábados a las 21). “En momentos de crisis el pueblo invierte en cultura, y la obra tiene mucha vigencia con lo que sucede”, precisa Cesare. Al ingresar a la sala, cada espectador recibe un sobre enreemplazo de la tradicional gorra. En el sobre se aclara que se aceptan pesos, Lecop, patacones y dólares. “¡Qué lástima, me olvidé los patacones!”, desliza un señor mientras se acomoda en la primera fila. “La gorra deja un promedio de 100 pesos por función”, confirma el actor, que tiene una sala teatral en Banfield, El Refugio (Maipú 1194), en la que lleva invertidos más de 50.000 dólares.
En La Boca, el grupo Catalinas Sur, dirigido por Adhemar Bianchi, arremete con El fulgor argentino (viernes y sábados a las 22, en Benito Pérez Galdós 93), un espectáculo que incursiona en la historia argentina de los últimos 100 años, vista a través de un club barrial. El trabajo comunitario con los vecinos, devenidos en actores, acrecienta la dimensión social y artística de esta propuesta con más de cien actores en escena, que no figura en las estadísticas de los empresarios teatrales. Más allá de la crisis, El fulgor... (que el año pasado tuvo un viaje consagratorio al Festival Grec de Barcelona) suma más espectadores, que se aproximan a la sala gracias al efectivo mecanismo de difusión de boca a boca. El rey, las damas y el peón, de Rubén Mosquera y Alejandro Polledo, una comedia de humor negro que indaga en la debilidad del poder, se presenta los sábados a las 23 en el teatro Vitral (Rodríguez Peña 344). La trama, narrada como un policial que se va reconstruyendo con cada escena, sumerge a los espectadores –que a un mes del estreno siguen llenando la sala–, en un tragicómico universo de locura y muerte.
Los artistas arman cooperativas para concretar sus propuestas escénicas, levantan sus propios espacios teatrales, intentan pasar la gorra como los viejos actores transhumantes. ¿Qué pueden pretender del Estado, cuando ni siquiera cumple con sus obligaciones elementales como garantizar la alimentación, la salud y la educación? Hacer teatro es más artesanal y económico que el cine o la TV, pero quienes practican ese antiguo y entrañable oficio que superó toda amenaza de extinción son trabajadores que pretenden, como millones de argentinos, percibir una remuneración digna. No es un momento de bonanza, pero frente a la realidad de un verano negro en la ciudad, la gente dejó la amargura en suspenso, y se entregó al placer del juego teatral.

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