Vie 25.04.2003

ESPECTáCULOS

Una novela para chicos donde la crisis se combate con imaginación

Andrea Ferrari presentó “El complot de Las Flores”, novela ganadora del premio internacional Barco de Vapor. Eludiendo las convenciones del género infantil, la autora cuenta una historia en que la realidad sirve para construir esperanzas.

› Por Verónica Abdala

La presentación de El complot de Las Flores, novela ganadora de la XXV edición del prestigioso concurso internacional de literatura infantil y juvenil El Barco de Vapor, fue seguramente la más sobria de las realizadas en esta edición de la Feria. La periodista y escritora Andrea Ferrari, autora de la obra ganadora (antes había publicado Las ideas de Lía), evitó las declaraciones inflamadas y prefirió la discreción de un brindis con otros autores, lectores, editores y amigos. El libro, y ése es uno de sus méritos indiscutibles, también es distinto de los que habitualmente pueblan las secciones de libros para chicos.
Desconociendo los vicios narrativos del género, muy a menudo contaminado de lugares comunes en su afán pedagógico o de puro entretenimiento, Ferrari se concentró en narrar la historia de un pueblo imaginario de la Patagonia –Las Flores– en peligro de extinción, cuyos habitantes descubren en su lucha por la supervivencia la importancia de encarar un proyecto colectivo y el inmenso poder de la voluntad, sobre todo en situaciones críticas.
No está muerto quien pelea, dice el refrán, y ésta es justamente la historia de unas personas que ya lo han perdido casi todo, pero que intuyen que la lucha y la resistencia son formas posibles de la dignidad. Y están dispuestas a torcer su destino.
Salvando las palabras de Rafael de Cárdenas, representante de Ediciones SM en la Argentina, y de Susana Aime, integrante del equipo de editores, que felicitaron a la autora y destacaron, entre los aciertos del libro, “la apuesta a la construcción por sobre la destrucción, y su visión esperanzada de las cosas”, nadie enumeró en voz alta los muchos méritos del libro: por sobre las declamaciones que se oyen a diestra y siniestra en los salones de la Feria, aquí quedaba implícita la certeza de que las palabras que verdaderamente importan en estos casos son las escritas.
El libro (pensado para niños mayores de 12 años), en el que los chicos acompañan la planificación y construcción de una carretera de asfalto que podrá salvar al pueblo de la exclusión, permitiendo la entrada del turismo, hace referencias concretas a la crisis argentina: algo definitivamente poco común entre los libros para chicos, que suelen evitar sistemáticamente la alusión a cuestiones sociales conflictivas de toda índole. El complot... demuestra, en este sentido, que el entretenimiento de la lectura no tiene por qué estar desligado de la búsqueda de respuestas y de sentidos. Por el contrario, abona la idea de que el disfrute va en el mejor de los casos de la mano de la reflexión y de que incluso temas tan espinosos como la marginación social y la progresiva desaparición de un poblado perdido en el mapa, como Las Flores, pueden ser tratados con la misma transparencia que caracteriza la mirada de los chicos. Angeles Espinoza es el nombre del personaje que se encarga de ir relatando en un diario la crónica de esta hazaña imperdible, mientras en su derredor siguen desarrollándose los acontecimientos, tropiezos y amoríos en que se ven envueltos los demás integrantes del “Grupo de Rescate de las Flores”, grandes y chicos.
“Ojalá en la realidad fuera tan fácil encontrar nuevos caminos, como es inventarlos en la ficción”, expresó Ferrari, que reconoció que la crisis sociopolítica se le “coló” en el libro, mientras lo escribía. “Me parece que de todos modos siempre vale la pena seguir buscando”, completó alzando al máximo la voz, ante el nutrido grupo de personas que abarrotaba la capacidad del stand. “¡La verdad, podrían haber comprado un micrófono!”, se permitió bromear el editor Daniel Divinsky, apretujado entre los invitados, en alusión al premio económico del Barco de Vapor.
Como dice uno de los personajes de esta ficción, cuando finalmente llega la hora de celebrar, “nunca está de más un brindis final para festejar un sueño”. En eso estaban los presentes cuando Julián, el más chiquito entre los que participaban de la presentación, ya intrigado ante tanto revuelo, asomó sus ojos turquesa y sus rulos amarillo limón por sobre la portada del libro y ordenó a su mamá que le leyera, urgentemente, “ese cuento”.

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