Jue 21.02.2002

ESPECTáCULOS  › UNA NUEVA PUESTA DE LA NARRADORA ANA PADOVANI

El terror puede ser contado

› Por Cecilia Hopkins

Desde hace años, la narradora Ana Padovani presenta sus espectáculos de cuentos en los escenarios más variados e incluso, más de una vez, ha encontrado en las bibliotecas de barrio o entre las mesas de algún café el marco propicio para su estilo de propuesta, basado en la cercanía con el espectador. Esta vez conducida por Claudio Hochman, en La voz del terror, su nuevo unipersonal, la actriz-narradora elabora un espectáculo diferente, con un perfil más teatral. Escondida en el interior del dispositivo de escena diseñado por Julieta Ascar –una cripta con reminiscencias góticas que se abre en tríptico, según las necesidades del relato–, Padovani deja a un lado el aspecto amable al que tiene acostumbrado a su público para asumir una caracterización (que a veces se vuelve irónica) siempre acorde al tema que vertebra esta selección de cuentos. Así es como la intérprete aparece con una capa negra que la cubre por entero, lleva el rostro pálido y el cabello con tintes rojizos.
“La emoción más intensa de la humanidad es el miedo” escribió el inglés Howard Lovecraft, autor del primero de los cuentos que inicia esta antología del terror. Los sucesos inquietantes de “En la cripta” le dan a Padovani la ocasión de poner en situación a su auditorio apoyándose en ciertos sonidos, en pequeños cambios de luz y, esencialmente, aminorando o acelerando la marcha de su discurso acorde a ciertos lugares estratégicos del relato. Como éste, otros cuentos que integran el programa recrean atmósferas características del género. Algunos de ellos comienzan como recordando un suceso del pasado. Entre otros, se destaca el fragmento que Padovani cuenta de “El hombre de la arena” de E.T.A. Hoffmann, y “La pata de mono” de William Jacobs. Allí cobran vital importancia la persuasión que la palabra pone en juego, junto a la elocuencia del rostro y las manos de la intérprete. La cadencia del relato encuentra sus variaciones en la acumulación urgente o la descripción pausada de detalles. Pero considerando el espectáculo en conjunto, pareciera que la clave humorística es la modalidad preferida de Padovani. Su versión de “Jack, el destripador” define un friso de personajes de ambos sexos que ella interpreta hablando en grammelot, recurso según el cual se imita con palabras inventadas una lengua extranjera, usando su acento y sonoridad característicos. Otra muestra de su buen manejo del humor es la interpretación de dos monólogos de Niní Marshall, uno como Cándida, otro como Catita, ambos referidos al mundo de los velorios y los cementerios.

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