ESPECTáCULOS
› HUGO VARELA PRESENTA “CONTRA LAS CUERDAS”, SU NUEVO ESPECTACULO
“Un público incómodo es un desafío”
El nuevo espectáculo del músico y cómico nació al calor de la seguidilla de presidentes, una era en que bromear con “el corralito era sádico”.
› Por Karina Micheletto
“Yo me manejo dándole permiso a los delirios”, explica el humorista, músico y luthier Hugo Varela. Se refiere a los instrumentos que imagina y fabrica, algunos tan permisivos con el delirio que hacen complicada su construcción, como el piano que tiene ahora en mente, que se vería normal de costado, pero al girar resulta tener una sola tecla. Con estos instrumentos, más las canciones y monólogos en constante interacción con el público, Varela llevó adelante varios unipersonales (De Pe a Pa, Hugo de Naranja, Reíd mortales, entre otros). El último, Contra las cuerdas, ya fue presentado en el interior y en la última temporada marplatense, y ahora recala en Buenos Aires, viernes y sábados a las 21 y domingos a las 20 en el teatro Ateneo. Varela interpreta personalísimos boleros, milongas, chacareras y tangos, acompañados por su guitarra criolla, una pierna-violín, un bandoneón a timbres de puertas, una silla-arpa y un acordeón cuyo aire es suministrado por una bolsa de basura.
Entre los más de sesenta instrumentos que este cordobés radicado en Buenos Aires construyó, están los más obvios (una guitarra-raqueta, por ejemplo) y los más rebuscados (una mandolina construida con una sartén con su huevo frito incluido). Hay instrumentos que no duran más que un par de días, como la flauta-zanahoria. Otros llevan largos meses de trabajo, como un bandoneón que tiene en su interior otro más pequeño. Todos suenan, y bien: la máxima trampa de Varela es usar micrófonos internos para amplificar el sonido de instrumentos pequeños como el plumero-violín.
El trabajo de Varela comenzó en el circuito de pubs, bares y café concerts. Fue a comienzos de los ‘80, en tiempos de gloria para el teatro de revistas, cuando Enrique Carreras lo “descubrió” y lo invitó a ser “cortinero” de Olmedo y Porcel. La tarea era entretener a la gente mientras los cómicos se cambiaban entre cuadro y cuadro. “Un verdadero desafío: tenía que hacer reír en cinco minutos y sin ser conocido”, recuerda el humorista. “Es una práctica que recomiendo. Un público incómodo es un desafìo. Cuanto más incómodos sean los públicos, más enseñan”, asegura. De ahí pasó a hacer algunos “auxiliares” en películas de Olmedo y Porcel, aquellos cuadros musicales o humorísticos injertados que exigía el género de la época.
Pero fueron sus trabajos en “De lo nuestro con humor” (aquel “primo del campo” que hacía sus propias filmaciones) y en “Badía & Compañía” los que lo hicieron conocido a través de la pantalla chica. “Lo que hacía con Badía era intensivo, tenía que tener todos los sábados algo nuevo, fue una excusa para ir armando un repertorio”, analiza ahora. La carrera de arquitectura había quedado atrás, y a lo que había estudiado de guitarra se iba sumando algo de violín, saxo, clarinete, bandoneón, piano... “Chapurreo un poquito de cada uno, tuve que aprender a medida que se me iban ocurriendo instrumentos”, explica. También sumó sus estudios de teatro y mimo: “El humor es el arma que me hizo reunir lo que sé”, define.
Después de pasar por varios departamentos, Varela encontró un lugar en el que puede vivir y fabricar sus inventos musicales sin quejas de los vecinos. Es un amplio loft-taller con escenario incluido en La Paternal, donde puede dar rienda suelta al torno y al serrucho, y su esposa –bailarina y vestuarista– puede coser y ensayar.
–¿Cómo es el proceso de creación de los instrumentos?
–Por lo general, surgen con algo que veo. Si veo una silla con el respaldo lleno de palitos, pienso que podría salir un arpa. Otras veces se me ocurre una idea: cuando quise cantar y tocar la quena a la vez, salió una quena que se acciona con una pera de goma de enfermería. Siempre llevo la idea al papel, debe ser un vicio de arquitecto. De ahí pasa a la dura prueba de la realidad. La mayoría de las veces algo falla, o falla todo, y hay que volver a empezar.
–¿Cómo influye el clima social en el humor de la gente?
–Lo que cambia es cómo llega la gente. En épocas de crisis hay que provocar una metamorfosis para meter a la gente en tema. Este espectáculo lo largué en pleno caos, cuando iban desfilando los presidentes. Me di cuenta de que tenía que luchar contra un estado de confusión, la gente traía mucho temor, y por lo tanto desconfianza y apatía, cero entrega. En esos casos, el desafío de lograr que la gente se conecte con lo lúdico es mucho mayor. Yo incluyo referencias a dónde y cómo estamos, pero no uso las situaciones dramáticas para hacer humor. No hablaba del corralito en plena crisis, hubiera sido un sádico.