ESPECTáCULOS
“América es mucho más que los Estados Unidos”
El productor y músico neoyorquino Victor Rice, que toca esta noche en Niceto, explica de qué modo se puede compatibilizar la cultura electrónica con la vieja escuela musical de Jamaica.
› Por Pablo Plotkin
Victor Rice es uno de esos músicos que probablemente hayan firmado más contratos de grabación que autógrafos. Conexión neoyorquina de la vieja escuela musical de Jamaica, Rice es un productor y bajista cerebral y cardíaco, uno de los hombres más buscados en ese terreno –limitado en términos industriales, expansivo en términos de creatividad– que conforman el ska, el reggae, el dub, el dancehall y el rock steady. A los 36 años, el ingeniero dilecto de los estudios de grabación Version City (propiedad de King Django) sabe de las posibilidades excavatorias de los géneros sobre los que trabaja: músicas de una tierra que no conoce pero de la que comprende casi todo. Al menos todo aquello que suena. Radicado en San Pablo (“no quiero gastar mi dinero en Estados Unidos, al menos hasta que cambie el presidente”), Victor visitó Buenos Aires por primera vez en mayo y fundó un enlace que responde a una debilidad personal: el ruido y la furia de las grandes ciudades. Tocará esta noche en Niceto, acompañado de Satélite Kingston, una de las mejores bandas argentinas del género.
–Su estilo es de la vieja escuela. ¿Qué piensa del cruce entre las culturas reggae y hip hop que se viene dando desde hace unos diez años?
–Ese cruce me entusiasma mucho, porque ahí es donde la música dub funciona como conector. El dub mezcla la sensación del músico tocando en vivo y la infinidad de texturas de la electrónica. En muchas fiestas dub veo a chicos que habitualmente van a bailar jungle, drum’n’bass –música estrictamente computarizada–, y gente que va a ver bandas de blues. Ese encuentro de culturas me entusiasma mucho.
–Como productor, ¿qué sonido intenta lograr?
–Bueno, yo todavía trabajo con una banda en vivo, y creo que el sentido sonoro de mi música es viejo. Es el sonido de los discos de hace treinta años, los discos que escuchaba cuando era chico. Mi música es instrumental. Es música sobre música, sin palabras, y eso creo que da un montón de oportunidades al pensamiento. Me encanta la electrónica, entre otras cosas, porque en general es instrumental, y ése es un concepto muy importante. Una música que induce a generar pensamientos propios.
–Hablaba de la música que escuchaba en la infancia. ¿Era raro que un chico blanco de Nueva York escuchara música negra?
–En Estados Unidos siempre fue fácil escuchar música negra. Lo difícil era saber quién estaba cantando la canción y si el cantante era negro o no. Yo escuchaba a Led Zeppelin creyendo que era música de gente blanca. Más tarde escuché a James Jamerson, el bajista de Motown, y me di cuenta de que mis líneas de bajo favoritas de Zeppelin eran todas de Jamerson.
–¿Qué otros artistas fueron importantes en su educación musical?
–Los discos de mis hermanos mayores: Beatles, Zeppelin, pero también Bob Marley, Peter Tosh y Jimmy Cliff. También Little Feet, Lynyrd Skynyrd. Era muy raro: empecé a tocar el bajo gracias a Led Zeppelin, pero cada canción que componía era un reggae, porque las líneas de bajo sonaban fantásticas.
–¿Después empezó a investigar más la música jamaiquina?
–Eso es curioso: me encantaba la música jamaiquina, pero siempre había estado ahí. Nunca tuve que encontrarla. Eso sí, era sólo lo básico: Bob Marley, Peter Tosh, Jimmy Cliff. No Lee Perry, no los Skatalites, nada... De pronto fui al conservatorio y estudié Béla Bartók. Bartók era un compositor de música folk de Europa del Este. Sus piezas son extremadamente modernas, muy futuristas, pero todo parte de la música popular, que él convierte en arte matemático. Eso me encantaba. Y entonces alguien me hizo escuchar a los Skatalites. ¡Epa! E bem parecido, ¿nao é? (dice en portugués). Inmediatamente encontré allí el jazz que escuchaba en el conservatorio; y Don Drummond y la sección de ritmos tocaban como gitanos. Y los bronces sonaban como los de la banda de Miles Davis. Y el guitarrista... Ese guitarrista me cambió la vida. Me di cuenta de que elska es música del mundo; y cuanto más escarbes, más raíces vas a encontrar: klezmer, polka... Eso me fascinó.
–¿Va a grabar otro disco solista después de At Version City?
–Ya tengo listo uno nuevo, In America. Al igual que Version City, reúne dos años de sesiones espontáneas (Victor enseña la tapa).
–El disco se llama In America y en la tapa hay un mapa de todo el continente americano iluminado. Parece un mensaje para su pueblo...
–Es mi modo de decir: me fui de Estados Unidos, pero no de América. América es mucho más que Estados Unidos, la gente ahí se olvida de eso.
–¿Por qué eligió San Pablo?
–San Pablo tiene algo de lo que tenía Nueva York cuando yo me mudé allí, en 1985. Nueva York ya no es lo que era. En el ‘85 era un lindo lugar para vivir, si eras astuto. Pero ahora es un lindo lugar para vivir si sos estúpido. Porque todo es seguro y limpio y... Bush es la cosa más embarazosa en la historia mundial de los gobiernos. Vivimos uno de esos momentos en que los negocios se imponen a la humanidad; el problema es que ahora todo pasa a escala global. La guerra responde a los intereses de un grupo empresario que vende las armas para destruir países y después financia la reconstrucción de esos países. No puede durar mucho. Estoy tan contento de vivir esta época, porque sé que voy a ver el momento exacto en que todo el mundo, incluyendo a los diarios y la televisión, diga: “Uy, todo esto fue un gran error. Este tipo, Bush, pudo haber sido el nuevo Hitler”. La diferencia es que él no es responsable de lo que ocurre. Es sólo un operario. Y eso es aterrador.