Lun 21.07.2003

ESPECTáCULOS  › VACACIONES DE INVIERNO

La magia de hacer canciones para niños, con guiños para los padres

Leo Maslíah y Pichi De Benedictis presentaron en Rosario la reedición en cd de “El tortelín y el canelón”, un casete que habían grabado en 1989.

Por Karina Micheletto
Desde Rosario

En la presentación de El tortelín y el canelón, el disco infantil que acaban de reeditar, Leo Maslíah y Pichi De Benedictis advierten, acertadamente: “¿Canciones para niños?”. Es que el universo propuesto por el uruguayo y el rosarino tiene como punto de partida aquellas zonas de contacto entre el territorio de los más chicos y el de los más grandes.
El resultado son canciones con más de un guiño para los padres, momentos en los que los hijos se ríen a la par de sus padres, y algunos otros en que los chicos se quedan colgados preguntando qué pasó. La presentación oficial de esta reedición fue el sábado pasado, en el Centro de Expresiones Contemporáneas de Rosario. Vestidos de mameluco blanco, junto a la cantante y multiinstrumentista Sandra Corizzo y la flautista y actriz Paula Gasparini, Maslíah y De Benedictis mostraron temas como “Tira el piolín”, “La orquesta acuática” y “Un domingo de lluvia”. Mañana, a partir de las 20.30, el grupo volverá a presentarse en el teatro Presidente Alvear. El sábado estarán en la Carpa Cultural Itinerante, y el domingo en el Paseo El Retiro.
Las “¿Canciones para niños?” aparecieron por primera vez en 1989, en unos pocos cientos de casetes con el título al revés: El canelón y el tortelín. Repartidos casi en forma personal por sus autores, circularon como joyas escasas entre chicos y grandes, y saltaron sorpresivamente al rock cuando uno de sus temas, “Estrellas”, fue grabado por Ataque 77 con el título “5 estrellas” para su notable disco de covers. Catorce años después, la reedición de Epsa Music viene a “hacer justicia” con un material que conserva su potencia intacta.
En El tortelín y el canelón hay, por ejemplo, animalitos. Pero son desalojados de sus respectivas viviendas porque el Creador tiene la idea de empezar a cobrarles alquiler. A todos, menos a las vaquitas, a quienes los dueños les dejan seguir comiendo pasto para después comerlas bien gorditas. Hay un robot Cebamates, una piara de chanchos que copan la peatonal al grito de “no tengan miedo, mis compañeros son chanchos buenos”, mientras comen pollo con mayonesa, hormiguitas y elefantes que bailan sabiendo que son objeto de chistes procaces.
De Benedictis tiene diez años de experiencia de trabajo con chicos, componiendo e interpretando música en diferentes jardines de infantes. Maslíah, no. “Pero siempre me pasó que a los hijos de los que compraban mis discos les gustaban muchas de las canciones”, cuenta el uruguayo. “Este disco lo hice más dirigido a ellos, pero eso es muy relativo”, asegura. Para De Benedictis, el absurdo es el territorio en el que los chicos y los grandes se conectan, y pueden entenderse de igual a igual. “No me convence la idea de componer para chicos o para grandes, me parece muy pretencioso”, explica el músico. “A veces se entiende que componer para chicos es nombrar todo en diminutivo o simplificar las cosas. Pero si vos tenés una mínima idea de cómo son los chicos, esos preconceptos se caen a pedazos. Mi hijo escuchó la versión de ‘Estrellas’ por Ataque 77 y se volvió loco. Cuando sacamos el material lo discutimos con muchas maestras jardineras, y algunas decían que ‘El castillo viejo’, por ejemplo, no era para chicos. Y sin embargo es uno de los temas que más gustan”, ejemplifica De Bendictis, que en Rosario alterna su trabajo como músico con su tarea al frente del restaurante y vinoteca al que llamó “La Sociedad de los Honorables Enófilos”.
Cualquiera que haya escuchado o leído a Maslíah sabe que la mayoría de sus textos y canciones tiene mucho de esa lógica infantil que los grandes envidian a los chicos. Una lógica que dispara contra el sentido común, y que deja al descubierto que las cosas, por suerte, siempre pueden tener otro sentido. De hecho, en la presentación del disco en Rosario se intercalaron naturalmente temas que Maslíah compuso en discos “paragrandes”, como “Zanguango” o la versión de “Naranjo en flor” que comienza: “Era más burra que un burro, que un burro burro”.
El propio Maslíah, que recientemente presentó en el teatro Colón una ópera de su autoría, reconoce: “Es cierto que yo crecí en algunas cosas que no son aquellas en las que la gente crece normalmente. Y que eso puede ayudarme a la hora de componer algunas cosas, cualquiera sea el público al que van dirigidas”. Los grandes, y los chicos, agradecidos.

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