ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA CON EL DIRECTOR FRANCES OLIVIER ASSAYAS, ANTE EL ESTRENO DE “IRMA VEP
“Mi fuente de inspiración es la vida como tal”
A pesar de trabajar dentro del “género” del cine dentro del cine, el realizador de “Los destinos sentimentales” sostiene que “la esencia del arte es entender cómo es el mundo”.
› Por Horacio Bernades
Desde París
Cuando se estrenó en Estados Unidos, los críticos de cine la votaron entre las mejores películas extranjeras exhibidas ese año, y una firma tan cotizada como la de Jonathan Rosenbaum (influyente crítico de The Chicago Reader) la consagró sin más como “una obra maestra”. Las veces que se proyectó en la Argentina (primero en el Festival de Mar del Plata, más tarde en el de Buenos Aires), generó a su alrededor un miniculto, que promete adquirir mayores dimensiones ahora, cuando finalmente Irma Vep tenga su estreno comercial en el país, el jueves próximo, a siete años de su realización.
Dirigida por el francés Olivier Assayas y protagonizada por un verdadero combo cinéfilo en el que sobresalen las figuras de la hongkonesa Maggie Cheung (conocida en Buenos Aires por su protagónico en Con ánimo de amar, de Wong Kar–wai) y de ese icono definitivo de la nouvelle vague que es el ya sesentón Jean–Pierre Léaud, Irma Vep narra el intento de filmar una película en la París contemporánea. La película que se rueda en la ficción pretende ser una remake de la mítica Les Vampires, que Louis Feuillade filmó en 1915 y es uno de los más célebres seriales del período mudo. Sin embargo, las conspiraciones del elenco y equipo técnico, la crisis personal en la que se sume el director, los deseos y espejismos que despierta la bellísima actriz asiática (Maggie Cheung hace de sí misma) y el desconcierto de ésta por estar en tierra extraña terminarán haciendo hundir ese proyecto en el fracaso.
Visitante de la Argentina dos años atrás –cuando llegó junto a Maggie Cheung, su pareja por entonces, para asistir a la 3ª edición del Bafici– Assayas es en persona tan inquieto como suelen serlo sus películas, en las que este cineasta parisino suele demostrar su interés por explorar situaciones caóticas. Allí está el título de su opera prima (Désordre, de 1986) para certificarlo. Delgado y sin aparentar en absoluto su edad (nació en 1955), este miembro de una familia vinculada con el mundo de las imágenes (alguna vez su padre fue guionista, su madre diseñadora de vestuario y su hermano menor es actor) es un continuador del camino iniciado por sus admirados François Truffaut y Jean-Luc Godard. Como ellos, Assayas también fue redactor de la revista Cahiers du Cinéma (entre 1980 y 1985) desde mediados de esa década se convirtió en uno de los realizadores franceses que filman con mayor regularidad.
Además de escribir cada tanto guiones para terceros (lo hizo en Apasionados y Toda una mujer, ambas dirigidas por André Techiné), Assayas lleva realizados cerca de una decena de largometrajes, de los que en la Argentina se conoció, un par de años atrás, Los destinos sentimentales. Mientras se anuncia para dentro de unos meses el estreno local de la que hasta el momento es su última película (Demonlover, exhibida el año pasado en Cannes), Assayas dialogó con Página/12 sobre Irma Vep, el “género” de películas sobre cine y las vicisitudes de filmar, haciéndose tiempo para exponer parte de su credo cinematográfico. Además, anticipó el rodaje de un nuevo film, que comenzará a filmar en octubre y en el que volverá a reunirse con Maggie Cheung.
–Irma Vep pertenece a lo que podría denominarse el “género” de películas sobre el cine. ¿Qué piensa usted de ese género, y cómo ve a su película en relación con él?
–Reconozco que de alguna manera Irma Vep pertenece a ese “género”, pero para mí la cuestión es mucho más sencilla: se trata de una comedia sobre el trabajo al que me dedico. Creo que una de las razones que mueven a los cineastas a filmar películas sobre el cine es que ésa es su realidad cotidiana, algo de lo que saben más que sobre otros temas. Ahora bien, como ese oficio consiste en el ejercicio de una forma artística, esas películas terminan siendo reflexiones o comentarios sobre el cine mismo. Y, obviamente, sobre la relación entre cine y vida.
–En tanto es una película sobre el cine y las referencias cinematográficas se multiplican en ella (Maggie Cheung, Jean–Pierre Léaud, Les vampires), ¿considera a Irma Vep una película cinéfila?
–Jamás me consideré un cinéfilo. Para mí, la fuente de inspiración para el cine no son las películas sino la vida real, nuestra experiencia en el mundo. La idea de hacer películas inspiradas en otras es totalmente ajena a mi visión del cine. Uno puede sentirse inspirado por los grandes cineastas, pero no para imitarlos o citarlos sino para expresar una visión personal de las cosas, que es lo que ellos hicieron. Iría incluso un poco más lejos y diría que me considero anticinéfilo. La esencia del arte es entender cómo es el mundo. Ver el mundo a través del espectro del cine o la historia del cine es algo inconducente, fragmentario y a la larga peligroso, en tanto esa forma de ver las cosas es exactamente lo que hace que el cine sea parte del sistema contemporáneo de alienación. Por el contrario, yo apunto a un cine que sirva como arma contra las representaciones convencionales del mundo, los modos convencionales de narración y sobre todo las convenciones de los géneros cinematográficos.
–¿Qué es lo que lo motivó a referirse, en su película, a otra película existente en la realidad, el serial mudo Les vampires?
–Les vampires pertenece a una época en la que todo aquello que el cine veía, lo veía por vez primera. Había una profunda belleza en esa mirada virgen. ¿Está perdido ese paraíso? ¿Podremos recuperarlo algún día, arañar aunque sea un fragmento de esa magia? ¿O se fue para siempre y lo único que queda es lamentarnos, como hacen los cinéfilos? Esa es la cuestión que desvela al personaje de Jean–Pierre Léaud, que en la película interpreta al director de cine. Por supuesto que la pureza de la primera vez es irrecuperable, pero estoy convencido de que si se intenta reinventar todo, volverlo contemporáneo, seguir el propio camino y no obedecer las reglas establecidas, puede haber otras “primeras veces”.
–¿Qué lo llevó a convocar a un emblema de la nouvelle vague como Jean-Pierre Léaud?
–El personaje de René Vidal fue escrito teniendo obviamente en mente a Jean–Pierre. La primera razón que me llevó a pensar en él fue porque me atraía la confrontación entre él y Maggie. Ella tiene una suerte de inocencia, mientras que él carga sobre sus espaldas con el peso de la historia.
–¿Y cuál fue la razón para llamar a ese icono del cine asiático que es Maggie Cheung?
–Escribí la película para ella. La conocí en el Festival de Venecia, en 1994, y no pude dejar de percibir que irradiaba algo totalmente distinto de cualquier actriz europea. Era como una estrella de otro tiempo, a la vez que era un personaje netamente moderno. Era como si corporizara, de forma inconsciente, la problemática misma del cine contemporáneo, esa conflictiva relación entre presente y pasado. Al mismo tiempo, su belleza íntima le permitía encarnar aquello que el cine siempre buscó y raramente halló: la gracia.
–Viendo Irma Vep da la sensación de que hubo un fuerte componente de improvisación. ¿Hasta qué punto es así? ¿Había un guión previo, se modificó mucho ese guión durante el rodaje?
–Había un guión, y en líneas generales la película, tal como quedó, se le parece. Pero como ocurre con todas las películas, Irma Vep fue adquiriendo su verdadera forma a medida que la rodábamos. En cuanto a la noción de improvisación, yo creo que es inherente al proceso mismo de rodaje. Si no se reinventa la película a medida que se la hace, lo más probable es que de allí salga algo carente de vida.
–Teniendo en cuenta que el tiempo permite ponerla en perspectiva, ¿qué lugar cree usted que ocupa Irma Vep en relación con el resto de su obra?
–Me llevó menos de dos semanas escribir el guión y cinco semanas rodarla. La escribí en setiembre, la filmé en enero y en mayo la estaba mostrando en Cannes. Aprendí un montón haciéndola. Antes que nada aprendí que para hacer películas, el tiempo y el dinero no son esenciales. Y también, que algunas películas pueden nacer de la pura energía que uno pone en ellas. Viene muy bien hacer, cada tanto, películas que se metan con el presente inmediato, y hacerlas por puro instinto.
–¿Tiene algún nuevo proyecto entre manos?
–En octubre empiezo a filmar una película que se va a llamar Clean. La va a protagonizar Maggie Cheung (con quien nos reuniremos por primera vez luego de Irma Vep) y Beatrice Dalle y Jeanne Balibar –protagonista de La comedia de la inocencia, de Raúl Ruiz– también van a ser parte del elenco. Rodaremos en Toronto, París y Londres. Y no puedo decirle más, un poco para mantener el secreto y otro poco, porque trato de no tener ideas preconcebidas antes de empezar a filmar.
Irma Vep se preestrena hoy a las 18 en el auditorio del Malba, como parte del ciclo “La película de los críticos”.