ESPECTáCULOS
› A LOS 100 AÑOS, MURIO BOB HOPE, UNA DE LAS MAXIMAS GLORIAS DEL CINE DE HOLLYWOOD
El sueño americano contado en 83 mil chistes
En todo el mundo se lo conocía como un tipo simpático que nunca había hecho algo memorable. Pero ayer Estados Unidos elevó su muerte a la categoría de “drama nacional”. Durante siete décadas compuso una histórica dupla con Bing Crosby, amasó una fortuna de 500 millones y fue permanente animador de los soldados de los EE.UU.
Por Javier del Pino *
Desde Washington
Para el resto del mundo, Bob Hope era un tipo simpático que hacía películas mediocres. Para los estadounidenses, la muerte de este actor alcanzó el lunes la categoría de drama nacional, con las cadenas de televisión permanente olvidadas de la situación en Irak. Bob Hope murió el domingo en su casa de California. Al valor de su comedia, simple y directa, se sumaba siempre su legendaria obsesión por entretener a los soldados de EE.UU. en bases repartidas por todo el mundo. Hope, inspirador de varias generaciones de cómicos, triunfó en radio, en cine, en televisión y en espectáculos de todo tipo.
Todas las cadenas de noticias de EE.UU. y los informativos de las grandes networks usaban el mismo rótulo para enmarcar con solemnidad la noticia de la muerte de Bob Hope: “Gracias por los recuerdos”, una frase que él mismo solía decir a su audiencia. Según su médico, Bob Hope murió víctima de una neumonía, lo cual esconde cierto sentido del humor para buscar una razón en el fallecimiento de alguien que había cumplido 100 años hace dos meses. De hecho, Hope había tenido un encuentro cómico con la muerte, cuando un rumor sobre su fallecimiento hace algunos años inundó su casa con llamadas y visitas que venían a darle el pésame por su propia defunción. En realidad, Bob Hope no era un gran cómico, ni un gran actor de radio, ni mucho menos de cine o televisión. Era más bien un tipo entrañable, un comediante cuya mayor virtud era su capacidad involuntaria para caer bien.
A lo largo de tantas décadas dedicado al arte de agradar, sólo una vez cometió un error que alejó de su lado a una parte de su audiencia: durante la guerra de Vietnam, algunos comentarios, algunos chistes, revelaron una ideología profundamente conservadora. Por entretener a los soldados que luchaban en esa guerra perdió a una generación de espectadores, los jóvenes asqueados de un conflicto militar que habían convertido en el emblema de su lucha por el pacifismo. Salvo en aquel episodio, Bob Hope se esmeró durante toda su vida por elaborar un humor genuinamente masivo, limpio de connotaciones políticas o religiosas.
Premiado y alabado por presidentes demócratas y republicanos, entre sus logros está haber presentado la ceremonia de los Oscars en casi veinte ocasiones. No era nuevo para él: ya la había retransmitido por la radio antes de que se inventara la televisión. Su humor tenía dos cualidades que ahora están eternamente incorporadas a la rutina de varias generaciones de cómicos. Por un lado, le encantaba despreciarse a sí mismo, reírse de su torpeza como jugador de golf o de la extraña geometría de su nariz. Por otro, fue el primer gran maestro de las “one liners”, esas bromas rápidas de una sola frase que saltan de un tema a otro de manera atropellada. Woody Allen, que depuró esa técnica hasta la perfección, habló el lunes de Bob Hope como “el cómico más influyente de este país”.
Paradójicamente, Bob Hope era inglés. Nació en mayo de 1903 en Eltham, hijo de un albañil y una cantante galesa de ópera. Su familia se mudó a Estados Unidos cuando Leslie, que así se llama, tenía sólo 4 años. No tardó mucho en cambiarse el nombre por el de Bob, para evitar que en el colegio se rieran de un nombre de pila que, en una época de profunda depresión, sonaba a aristocracia inglesa. En los años 20 ya estaba en la cima del vodevil, en los ‘30 era el rey de la radio, en los ‘40 era la estrella de las grandes productoras de cine y a principios de los ‘50 dominaba la televisión. Hizo 53 películas entre 1938 y 1972, muchas de ellas con su viejo amigo Bing Crosby, pero a Bob Hope se le va recordar en EE.UU. como el cómico que siempre estaba actuando frente a un grupo de soldados. En la Segunda Guerra Mundial, en los conflictos de Corea o Vietnam o incluso en la guerra del Golfo, Bob Hope encontraba su lugarfavorito en escenarios improvisados en los que hacía esa ceremonia tan americana que se define como “entretener a las tropas”. Los lugares eran remotos pero la fama era inmensa: 65 millones de espectadores vieron en Estados Unidos una actuación de Bob Hope en una base de Vietnam en 1966.
Bob Hope, que en vez de agradecer su longevidad se quejaba de su salud (“Soy una hemorragia andante”, solía decir), vivió en la misma casa en sus últimos 60 años de vida. Allí construyó dos almacenes que todavía contienen la esencia de su legado: estanterías con los cientos de premios que ha recibido en su carrera y archivos llenos de chistes.
Hope también supo escuchar críticas a lo largo de su vida, como la que le hizo Groucho Marx, al señalar que el ahora fallecido no hacía más que traducir lo que otros le escribían. Hope nunca negó que llegara a contar hasta con cien personas trabajando en su “fábrica de chistes”, pero su estilo siempre fue único, con un humor ágil y con un ritmo perfecto. En su vida cotidiana era capaz de las respuestas más desopilantes, que descolocaban a sus interlocutores. Una vez, cuando “solo” tenía 95 años, Hope estaba desayunando tranquilamente en su casa cuando lo llamó un legislador para alarmarlo sobre su supuesta muerte. El actor respondió sencillamente que la noticia no le resultaba del todo creíble. El origen de la versión había sido una necrológica que una agencia de noticias emitió por error.
El actor había celebrado el pasado 29 de mayo su 100 aniversario, ya prácticamente ciego y sordo, en compañía de sus familiares. Su esposa confesó entonces que el pastel de cumpleaños tenía 100 velas y que los bomberos locales estaban en alerta por si había algún problema para apagarlas. En aquella ocasión recibió masivas expresiones de cariño. Los mensajes de agradecimiento llegaban desde la Casa Blanca, la reina Isabel II de Inglaterra o el papa Juan Pablo II, y de sus muchos seguidores anónimos. Cuando un amigo le preguntó por qué no se retiraba y pasaba su tiempo pescando, Hope simplemente replicó: “Porque los pescados no aplauden”. Luego de una extensa carrera, Hope finalmente bajó su ritmo de trabajo en 1996 para dedicarse a su esposa y a su gran pasión, el golf. Cuando su compañero de comedia, Phyllis Diller, preguntó hace algunos años si a alguien le gustaría llegar a los 100 años, Hope contestó: “A cualquiera que tenga 99”.
* De El País de Madrid. Especial para Página/12.