ESPECTáCULOS
Aquel puchero de buenas canciones
En la muestra “Arte al plato”, Guillermo Apeseche recrea el “Canto popular de las comidas” de Tejada Gómez.
› Por Karina Micheletto
En 1974, Armando Tejada Gómez escribió un cancionero folklórico titulado Canto popular de las comidas. Allí reflexionaba acerca de la íntima relación que existe entre las comidas y la vida del hombre y de los pueblos. El libro obtuvo el premio de poesía Casa de las Américas y más tarde Tejada Gómez estrenó, junto con el Dúo Salteño, un espectáculo en el que alternaba textos del Canto popular... con canciones musicalizadas por el salteño Gustavo “Cuchi” Leguizamón. Después, la obra fue escasamente divulgada, aunque se popularizaron algunos temas sueltos como “Zamba del laurel”. Pero uno de los músicos que acompañaron a Tejada Gómez en aquel espectáculo, el guitarrista Guillermo Apeseche, se quedó con la sangre en el ojo. Y decidió recrear la obra, en el marco de la formidable muestra sobre la alimentación en el arte Arte al plato, que se exhibe en el Centro Cultural Recoleta. Apeseche formó un grupo especialmente para abordar este espectáculo, que se completa con el pianista Ricky Caneschi, el percusionista Rafael Escudero, el guitarrista Guido Solari, la cantante Vivian Goddard y la actriz Marga Grajer, encargada de recitar los textos y poemas. El espectáculo se presenta los sábados a las 20.30, hasta el 16 de agosto, en el Auditorio del Centro Cultural Recoleta (Junín 1930).
En su versión original, el Canto popular de las comidas se divide en dos partes. La primera repasa el lugar histórico de las comidas desde la época precolombina, pasando por la conquista, la colonización, el surgimiento de la nación y las luchas de liberación; después de un preludio en el que revisa los grandes textos sagrados y poéticos del pasado. Así, la comida es una parte sustancial de la herencia cultural latinoamericana. En la segunda parte del libro, más fragmentada, la comida y los alimentos (o la ausencia de ellos) aparecen íntimamente relacionados con la situación social argentina y latinoamericana. “El asado es milonga: sabia, lenta / como para pensar y hablar despacio / de nuestra situación, que se calienta / de la misma manera: por debajo. / Cosa de meditar. De darle vueltas / para que no se enfríe ni se queme. / El Asador no escucha otro sonido / que la crepitación de lo caliente. / Los pueblos no conocen el olvido: / son la ciencia de ser del alma al diente”, dice Tejada Gómez en la “Milonga de los asados”.
Hijo penúltimo de 24 hermanos, de padre tropero, Tejada Gómez fue canillita, lustrador de zapatos, obrero de la construcción. Su tía le enseñó las primeras letras, y esa fue toda la instrucción que recibió. Con el tiempo se transformó en un artista prolífico, autor de numerosas obras literarias y canciones como “Canción con todos” y “Fuego en Animaná”. También fue locutor profesional, diputado provincial, fundó el Movimiento del Nuevo Cancionero junto a Oscar Matus, Mercedes Sosa, Eduardo Aragón y otros. El guitarrista Guillermo Apeseche lo recuerda con esa vitalidad y destaca también las particulares circunstancias en las que se estrenó el Canto popular de las comidas en el teatro IFT. “Era una época efervescente del país. El escenario estaba rodeado de tipos armados, de civil. Después supe que eran de la seguridad del PC, que estaban cuidando a Tejada Gómez y al Dúo Salteño, por si se armaba alguna”, relata ahora el músico.
Tal como fue estrenado, cuenta Apeseche, el espectáculo se dividía en dos partes. “La primera era una especie de recreación de un fogón, en el que todos estaban esperando al Cuchi, y mientras tanto contaban anécdotas suyas e iban tocando varios temas. Después, venía la presentación del libro, con textos y canciones”, detalla. “Claro que una gran parte de la magia del show era la fuerza impresionante que tenía Tejada Gómez para decir sus textos. Se paraba arriba del escenario con su poncho y no volaba una mosca”, recuerda el músico.
En la adaptación de Apeseche, los textos y canciones se van alternando formando una nueva obra. Así se suceden la chacarera “El hombre del ají”, la “Chaya de la albahaca”, la “Zamba del laurel” y la cueca “Geografía del vino”, entre otros temas, con letras que conservan toda su vigencia, treinta años después.