Dom 17.08.2003

ESPECTáCULOS  › CIERRA LA TEMPORADA 2003 DE TEATRO X LA IDENTIDAD

“El arte debe ser un bastión en la defensa de la identidad”

Con un maratón de obras, mañana culminará la tercera edición del proyecto artístico patrocinado por Abuelas de Plaza de Mayo. Daniel Fanego, Diana Lamas y Luis Rivera López, tres de los participantes, hablan del ciclo y del compromiso que, como artistas, ellos sienten que deben cumplir.

› Por Hilda Cabrera

“Para Abuelas de Plaza de Mayo, Teatro X la Identidad da vida a una necesidad: encontrar a los nietos. La compañía de estos artistas nos hace levantar cada día con optimismo.” Con estas palabras de Estela de Carlotto, presidenta de la Asociación Abuelas, la actual comisión organizadora de Teatro X la Identidad anuncia la presentación del Gran Maratón Teatral 2003, que se realizará mañana a partir de las 17, y con entrada gratuita, en el Teatro de la Comedia, de Rodríguez Peña 1062. Se presentarán obras estrenadas este año y otras de los ciclos 2002 y 2001 (año en el que se ofrecieron 41 piezas en simultáneo, en diferentes salas de Buenos Aires), en el marco de un proyecto encauzado inicialmente por Abuelas y sostenido por el trabajo solidario de los artistas participantes. Esta nueva experiencia escénica, eslabón de una apuesta generada en 2000 con el semimontado A propósito de la duda, incluye once obras, todas breves, pero que por su cantidad harán que la velada se prolongue hasta poco más de medianoche, como anticipa la actriz Diana Lamas (integrante de La Banda de la Risa y con una obra a estrenar fuera del ciclo: Alicia murió de susto). En esta ocasión, Lamas, junto a Daniel Fanego (otro pionero de estos ciclos, y actualmente con trabajo en la televisiva “Resistiré”) y Luis Rivera López (adaptador y director de El Quijote, espectáculo para toda edad que se ofrece en el Teatro Cervantes) dialogaron con Página/12 sobre el evento de mañana y la repercusión de la tarea que llevan a cabo junto con Abuelas.
La convocatoria es obra de los entrevistados y de los demás miembros de la Comisión, conformada por Valentina Bassi, Susana Cart, Cristina Fridman, Gastón Cerana, Lala Mendia, Eugenia Levin, Coni Martino, Daniel Debiasse, Ana Corbellini Rosende y Karina Gortatowski. A ellos se sumarán –en el escenario y en la platea– Leonor Manso, Malena Solda, Patricio Contreras, Raúl Rizzo, Arturo Bonín, María Figueras, Marta Betoldi, Joaquín Furriel, Melina Petriella, Norberto Díaz, Laura Escurra, Martín Oreccio y Julieta Díaz, entre otros. Se prevé además un espectáculo musical en el cierre de un ciclo que debió sortear algunas situaciones traumáticas. Hechos que no impidieron llevar adelante el deseo de profundizar en la búsqueda de un teatro político, del cual Teatro X la Identidad es una muestra para “aumentar la conciencia y el conocimiento de los participantes y lograr producciones artísticas de mayor compromiso respecto del tema de la apropiación de menores”. Esa fue en realidad la impronta que marcó a los talleres que se realizaron este año en el Centro Cultural San Martín, abiertos a directores, autores, escenógrafos, músicos, iluminadores y otros especialistas de la escena. Esos talleres fueron coordinados por Araceli Arreche, Ariel Barchilón, Sofía Brito, Gastón Cerana, Victoria Egea, Eugenia Levin, Marcelo Mangone, Pablo Ponce, Alfredo Rosenbaum y los antes nombrados Coni Marino y Luis Rivera López. El proyecto primitivo fue tomando así nuevas formas sin que se abandonase el propósito inicial de ejercitar la memoria y que nadie se quedara con la sospecha de ser un hijo de desaparecido apropiado durante la dictadura militar.
–¿Qué balance pueden hacer hoy desde aquel inicio de Teatro X la Identidad con el montaje, en el 2000, de A propósito de la duda, especie de teatro documento con dramaturgia de Patricia Zangaro?
Daniel Fanego: –Desde aquel semimontado, que dirigí (y que incluía fragmentos de testimonios de la agrupación HIJOS, de Madres y Abuelas), hasta este presente, creo que la comunidad ha comenzado a internalizar el mensaje. El tema de la apropiación de menores de padres desaparecidos por la dictadura militar se ha tomado hasta en televisión. Por ahí no está tratado del modo correcto, pero aparece como reflejo de un asunto no resuelto en lo cotidiano. Diana Lamas: –Al menos se lo nombra. Y eso es importante, porque todavía hay gente que está en contra de la prisión de Videla, por ejemplo, o niega la desaparición de 30 mil personas o confunde las asociaciones de Madres de Plaza de Mayo con la de Abuelas. A ellos hay que explicarles que el propósito es buscar a unos 500 chicos que están en algún lugar, desconociendo su identidad verdadera. El tema es muy delicado y Abuelas demostró responder con sensibilidad y respeto. La identidad no es un asunto menor. En primer lugar, implica ponerle un poco de verdad a nuestra historia. Y en todo el país. Tenemos Teatro X la Identidad en Mar del Plata, en la capital de Córdoba y en San Miguel de Tucumán. (Algunas obras participaron incluso de un encuentro realizado en 2002 en La Plata: Escenas del pasado presente.)
D.F.: –Para combatir este propósito es que cada tanto se reflota la teoría de los dos demonios. A los que la sostienen no les interesa que lleguen mensajes como los de Teatro X la Identidad. Y si no pueden impedirlo, porque están en camino, pretenden distorsionarlos. Todavía queda mucho por hacer, sobre todo cuando comprobamos que aún no se entiende que con cada chico que fue arrancado a sus padres también se dañó la moral del grupo social que lo permitió.
Luis Rivera López: –Esa situación no resuelta es un símbolo de permanencia de la dictadura. Algunos spots publicitarios proclaman que no hay que reabrir viejas heridas. Es probable que a uno esto lo tome desprevenido, y lo lleve a pensar que sí, que pasó demasiado tiempo y uno puede empezar a olvidar. Pero nos encontramos con una realidad: tenemos 500 chicos que no conocen su identidad verdadera. Ellos son la punta de un iceberg de violencias que está presente en la sociedad. Esto no es una tragedia griega, sino lo que vivimos.
–¿Qué público predomina en las funciones?
L.R.L.: –Nuestros espectadores son en general muy jóvenes y ávidos por saber. Parecería que a los mayores nos cuesta más enfrentarnos a esos años.
D.L.: –Ya vemos lo que les costó a los diputados dar media sanción a la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. Este sería un comienzo para erradicar la impunidad. No hablo de generar culpa sino de ejercer “la responsabilidad social”. Si se quiere inaugurar un período nuevo, hay que saldar cuentas.
L.R.L.: –Sin apartarnos del plano estético, creo que la actitud de “mirar para otro lado” no es privativa de la Argentina. Un ejemplo es el desprestigio que tiene hoy el teatro político en el mundo, a pesar de que a través de la investigación y denuncia en el teatro se pueden elaborar sucesos dolorosos y complejos.
–¿Existe cierto pudor en nombrar algunos hechos de forma directa?
L.R.L.: –Diría que lo conceptual en el teatro fue perdiendo prestigio, olvidando que si no conceptualizamos, difícilmente podamos crear o reformular una cultura propia.
D.L.: –En nuestro trabajo con Abuelas hay algo muy concreto. Cuando vemos que después de casi cuatro años, setenta y cinco pibes pudieron confirmar su identidad, sentimos que el teatro es una vía poderosa para alcanzar un fin.
D.F.: –Ahora que se está tratando el tema de la nulidad de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, mucha gente se puso a opinar sobre la ética y la norma, y sobre la necesidad de no perder los conceptos. Y esto es interesante, porque nos permitiría dejar atrás una época en la que se hicieron fuertes el a-historicismo y la falta de compromiso social.
–¿Cuál es el papel del arte en este punto?
L.R.L.: –El arte tiene el deber de ser bastión en la defensa de la identidad. A un empresario puede no importarle con quién se asocia. Para él lo primero son los números. Pero en el arte lo que interesa es lagente. Nuestra cultura no puede ser acrítica. Si vamos por ese camino, crearemos un híbrido, que en el fondo no es otra cosa que colonización cultural. Es necesario adherir a un juego de sanas competencias culturales y defender la propia identidad, no como un nacionalismo a ultranza sino como propiedad creativa. Esto es lo que pretendemos con Teatro X la Identidad.
D.F.: –A nosotros estos ciclos nos han modificado. Es como en una reconstrucción judicial: descubrimos datos que no teníamos.
–¿Imaginaban este crecimiento?
D.L.: –No teníamos idea de qué iba a pasar. Nos asombró la cantidad de gente que nos acompañaba en A propósito de la duda. El Centro Cultural Rojas se llenaba de jóvenes, y nos preguntábamos si debíamos hacer una función más. Algo muy fuerte pasó entonces cuando desde el escenario se empezó a hablar de la apropiación de niños.
–Y de manera tan directa, porque eran fragmentos de testimonios...
D.L.: –Totalmente, y bien concretos.
L.R.L.: –Era la potencia del mensaje. La forma es sencillamente vehículo de un concepto. Ahí vemos la importancia que tiene el concepto en el hecho artístico.
–¿Pasaron por momentos de desánimo?
L.R.L.: –En 2002 atravesamos una especie de crisis, debido a la dificultad en la elección de los proyectos que iban a participar en el ciclo 2003. Era tanto el material que tuvimos que organizar una comisión de lectura. Quedó muchísima gente afuera que estaba entusiasmada con participar. Esto generó una cantidad de conflictos que esperamos no se reproduzcan. Decidimos instrumentar una forma distinta para armar los espectáculos, independientemente de la convocatoria a concursar, que se mantiene.
–El ciclo de 2003 se caracterizó por ser itinerante. Las obras se vieron en el Teatro Roma de Avellaneda, Municipal Gregorio de Laferrère, de Morón, y el Auditorium de San Isidro. ¿Cómo será en 2004?
L.R.L.: –Durante este año trabajamos en esa nueva estructura del 2004, al tiempo que desarrollábamos el ciclo itinerante que culmina mañana en el Maratón. Organizamos talleres para enriquecer el próximo ciclo. Aplicamos un criterio amplio, tanto a nivel conceptual como formal. Citamos a integrantes de Abuelas y teatristas de diferentes disciplinas. Participaron 150 personas, entre mesas redondas, conferencias y debates. Cualquiera sea el resultado, es importante destacar que es mucha la gente joven que tuvo (y tiene) la posibilidad de investigar y expresarse a través de Teatro X la Identidad. Es gente que desea utilizar el escenario como un lugar donde poner sus cosas profundas y entablar un vínculo con los otros.
–¿Cómo fue la experiencia fuera de Buenos Aires?
D.L.: –Muy interesante, y la vamos a repetir en el 2004. Esperábamos la buena recepción que tuvimos en Avellaneda y Morón, pero dudábamos de San Isidro. Ahí nos llevamos una grata sorpresa.
D.F.: –El martes pasado, en la convocatoria que se hizo en Plaza de Mayo me crucé con varios agentes culturales interesados en llevar este proyecto a las escuelas. Es una forma de encarar parte de nuestra historia.
L.R.L.: –Aunque Abuelas ha hecho campañas por televisión y en el ámbito del deporte, el teatro sigue siendo el lugar ideal para plantear un tema tan complicado. Esto no se reduce a un spot publicitario ni a un slogan. Los chicos que se acercaron a Abuelas sabían que no se los iba a tratar de modo superficial, que su problema no era una cuestión de buenos y malos.
–¿Cuál fue el criterio en la elección de obras que se verán en el Maratón?
D.L.: –Nos basamos en la disponibilidad. Son elencos que además de querer estar, estaban en condiciones de aportar con su trabajo ese día.
L.R.L.: –Justamente, un elemento esencial en esta actividad es la capacidad de autogestión de los elencos. Nosotros llamamos a todos, pero les advertimos que la única manera de que el Maratón funcione bien era que ellos mismos participaran del armado. Cada elenco debía mandar una o dos personas para encargarse de la producción. Hubo quienes no podían y otros sí. En el ciclo itinerante pasó algo de esto. Había espectáculos muy buenos, pero por distintos motivos no soportaban el traslado.

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