Vie 22.08.2003

ESPECTáCULOS  › MAYUMANA, UN SHOW IMPECABLE DE PERCUSION, ACROBACIA Y ACTUACION

Los tachos como fuente de energía

El grupo israelí protagoniza una velada festiva e impactante: latas, patas de rana, caños y otros objetos son parte del arsenal rítmico.

› Por Roque Casciero

La expectativa que creó la llegada a Buenos Aires del grupo israelí Mayumana se podía palpar en el Gran Rex cuando las luces comenzaron a bajar. El público se puso a cantar como si estuviera por salir a escena alguna banda de rock, en esa mezcla de ansiedad y entrega anticipada tan común en los recitales. Pues bien, hay que decir que Mayumana paga con creces a través de un espectáculo integral que divierte, asombra y contagia energía. Boaz Berman, uno de los creadores del grupo, le dijo a Página/12 que no sabe cómo definir al show en una frase. Es que no es simple explicar la constante interacción de disciplinas que se ven y escuchan sobre el escenario: hay mucho humor y mucho ritmo, percusiones inusuales, una coordinación que bordea la perfección, baile (capoeira, tap, danza del vientre y un largo etcétera), actuación, clown, teatro negro, destreza física y muy pocas palabras. Una verdadera ensalada que provoca carcajadas y ojos y oídos bien abiertos para no perderse ninguno de los detalles de color, movimiento y sonido.
Cada uno de los integrantes de Mayumana que sube a escena tienen su momento de lucimiento: los hay más graciosos, más musicales, mejores bailarines, más atléticos. Berman había adelantado que todos pueden expresarse con libertad durante el show y que el grupo incorpora las habilidades especiales de los integrantes para mejorar la performance. Y aunque éstos cambian en cada presentación, la coordinación de movimientos sigue siendo casi perfecta. Sobre el escenario hay diez artistas incansables que golpean tachos de basura, una especie de sikus gigante hecho con caños de desagüe de PVC, cajones de lata y patas de rana, y que le sacan sonidos a una botella sumergida en un tanque y a pipas de agua. Pero cuando no tienen nada de eso, también generan ritmo: usan las palmas de las manos sobre sus cuerpos y sobre los de sus compañeros, arman una base tecno sólo con la garganta, crean un mantra hilarante con palabras como “mondongo”, “choripán” y “chinchulín”. Parece imposible que dejen de generar música, no importa los recursos con los que cuenten.
Pero no es sólo el ritmo lo que deslumbra. La imagen de los Mayumana bailando mientras tocan, los cambios del escenario, las luces usadas con suma inteligencia, las súbitas explosiones de color y el cuidado de los detalles hasta en el peinado de cada uno ayudan a conformar un espectáculo que mantiene al público pensando con qué van a salir en el próximo cuadro. Como Mayumana es una compañía conformada por actores–bailarines–músicos de distintas nacionalidades, las palabras son mínimas. Entonces, el humor se basa en los gestos y en lo inusual de ciertas percusiones. Y en eso se destacan claramente Hovav Shoshan (el pelado que también toca el bajo hacia el final del show) y Natalie Pik (la chica de los llantos hilarantes), dos verdaderos payasos sin pintura. El griterío femenino, en cambio, se lo lleva el brasileño Roberto Araujo cuando vuela con movimientos de capoeira.
Después de la hora y media de un show exigente para cuerpo y mente, era fácil imaginar a los Mayumana deseosos de darse una ducha y encarar derechito hacia la cama. Pero no: cuando ya no quedaba nadie sobre el escenario, una voz en off invitó a seguirla en el hall del teatro.Entonces hubo más percusión y baile, con los integrantes del grupo rodeados de un público tan entusiasmado como si todo recién arrancara. La fiesta siguió afuera, en la calle: la avenida Corrientes cortada a puro tambor (o más bien tachos), como en la época de Alberto Castillo.
Walter Zaga, el único argentino de Mayumana, se perdió el debut porteño debido a una sobrecarga de actividades promocionales. Sin embargo, fue imposible pararlo y se prendió en ésa (no tan) improvisada batucada final. Después se quedó en la vereda para recibir los abrazos de amigos y familiares, una escena con la que soñó durante los tres años que lleva en Mayumana. “Siempre veía cómo esperaban a mis compañeros y pensaba lo lindo que sería que eso me pasara a mí”, le aseguró a este diario. Ese deseo ya se le cumplió, aunque no haya estado sobre el escenario el primer día. Y también las ganas de que el público de su ciudad aplaudiera de pie la labor de Mayumana, el grupo en el que encontró su lugar en el mundo.

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