ESPECTáCULOS
› ENTREVISTA AL NARRADOR Y ENSAYISTA COLOMBIANO WILLIAM OSPINA
“Hay crisis, pero también creación”
De paso por el país, el autor habla de la crisis recurrente, la violencia y la prensa de su país, de su escritura y de, claro, Gabriel García Márquez.
Por Angel Berlanga
“América latina se está pensando muy intensamente a la luz de sus crisis y ante el desafío de sus conflictos”, dice el escritor William Ospina, uno de los intelectuales más importantes de Colombia, premio Nacional de Literatura de su país en 1992, ganador del Casa de las Américas de ensayo 2003 y uno de los contados lectores a quien Gabriel García Márquez confió sus memorias antes de publicarlas. Por primera vez en la Argentina, este poeta y ensayista, nacido en la ciudad de Tolima en 1954, recitó sus versos en el Festival Latinoamericano de Poesía de Rosario y en la Biblioteca Nacional y dialogó con Página/12 acerca de los profundos conflictos del continente y su país: “Al mismo tiempo que en Colombia hay crisis, una gran violencia, un gran desorden social –dice–, también se vive un gran auge del pensamiento y de la creación: es una respuesta cultural necesaria ante los desafíos de la historia”.
–Con tantas décadas de violencia en Colombia, ¿cómo influye ese elemento en su escritura?
–La atmósfera de mi país, sus tragedias, están en mi poesía. Sin proponerse como reflejo fiel de la realidad, la literatura habla de cómo los seres humanos la sentimos, percibimos, imaginamos y deformamos; es un registro de la realidad, aunque no sea convencional ni sereno. Pero también me propongo reflexionar sobre el tema. Publiqué libros sobre la situación, y en uno, ¿Dónde está la franja amarilla?, reflexiono sobre medio siglo de crisis a la luz de la historia anterior: cuáles son los problemas, qué hace que la crisis se prolongue como para que parezca no tener solución. Me preocupo por responderme esas preguntas, interrogar al país. Es algo que hacemos los escritores latinoamericanos: el continente está en crisis, aunque en cada país tenga distinta magnitud y enfoque. Yo siento una misma turbulencia y una misma pregunta sobre quiénes somos, qué nos define y qué podemos esperar de nosotros mismos.
–¿Y qué produce escribir sobre un tema que cada día parece empeorar más? ¿Es desalentador?
–A veces sí, porque uno quisiera que su labor como intelectual tuviera un poco más de capacidad de transformar la realidad. A veces produce impaciencia una realidad que no se modifica con suficiente presteza; creo, además, que uno advierte algunas cosas que el común de la gente no advierte, no porque no estén ahí, sino porque su ritmo de vida no los lleva a reflexionar sobre ellos, y uno tiende a desesperar más porque entiende mejor la complejidad de lo que ocurre. Pero no desespero, porque los países tienen que pasar por esas turbulencias para encontrar su destino. Colombia está descubriéndose a sí misma. Lo que vivimos como un gran desorden es la aparición del verdadero país, que estaba cubierto por discursos e ideologías que no nos permitían verlo en su complejidad y su riqueza, que mientras no se interpreten serán vividas como un conflicto. Siento que son las grandes potencialidades no conscientes del país las que colisionan y detienen la posibilidad de avanzar hacia algo más civilizado y generoso. Lo que tiene que hacer un artista, un intelectual, es ser fiel a sus sueños y convicciones, su percepción de la realidad, e insistir sin descanso en que existe la posibilidad de transformar las cosas.
–¿Y cómo gravita la prensa? ¿Considera que contribuye a agravar o a atenuar la violencia?
–Creo que contribuye a agravar la situación. No sé si la prensa está exasperada con la violencia de distintos bandos, o cansada del conflicto, o de los dramas que se viven, pero tuvo que acostumbrarse a atenuar un poco el aspecto trágico de la realidad, y entonces uno ve cómo se alternan en los noticieros la sección sangrienta con la frívola, como si se hablara de dos mundos y se pudiera pasar de uno a otro sin conflictos morales. Al ser tan fuerte la guerra, se compromete la objetividad del que informa: amenudo se coarta la libertad, o hay autocensura para no exponerse a represalias. Es difícil manejar la información en un país en discordia. Nadie sabría muy bien cómo hacerlo. Insistir demasiado sobre el costado trágico también le quita a la gente la posibilidad de vivir con serenidad... Tal vez no es culpa de nadie, pero no siento que la información ayude a solucionar los problemas.
–¿Sigue teniendo peso extraordinario la opinión de García Márquez?
–Sí, y él es consciente de que casi todo lo que dice siempre tiene repercusión. Y en México, donde vive, también. Eso hace que hable cada vez menos, porque lo que dice es objeto de muchas interpretaciones. En Colombia hubo un gran revuelo hace poco, porque habló de la legalización de la droga en un mensaje que envió a la Universidad de Antioquia, y causó un gran debate social. El y su literatura son muy influyentes.