Dom 12.10.2003

ESPECTáCULOS

El drama de Verona ahora transcurre en la Villa 31

“Romeo y Julieta. La Villa” presenta en el C. C. San Martín a un elenco amateur que sorprende por su sinceridad, disciplina y habilidad rítmica.

› Por Cecilia Hopkins

Una singular puesta en escena de Romeo y Julieta, de William Shakespeare, acaba de reestrenarse en la sala Enrique Muiño del Centro Cultural San Martín. Hoy y los próximos domingos de octubre, a las 19, bajo la dirección de Gabriel Morales Lema –también en el rol protagónico, junto a Luciana Ulrich– Romeo y Julieta. La Villa se presenta con un elenco integrado por habitantes de la Villa 31 de Retiro, que el propio Morales Lema reunió. El proyecto comenzó hace dos años, cuando el director se propuso versionar la obra junto a Pablo Brisuela y Juan Gabriel Romero, conductor de “Sentimiento volando”, un programa de la radio comunitaria de la villa. Ambientada en la misma barriada, la puesta de la obra escrita por el autor isabelino hacia 1595 no intenta concretar una reconstrucción de época, sino que busca mantenerse fiel a los códigos (gestuales, verbales, musicales) que comparten los intérpretes. De este modo, los actores reconstruyen la historia de rivalidad que mantiene enfrentadas a dos familias (las cuales conservan aquí los apellidos de Montesco y Capuleto, como en la historia original), trasfondo de las desventuras que viven los jóvenes amantes.
Graficada con sencillez (la escenografía pertenece a Daniel Martínez y Bernabé Ortiz), el interior de la villa se resume en el ancho pasillo donde se cruzan aliados y enemigos. Limitado por un murallón, el centro de los acontecimientos queda separado del resto de la ciudad, representado en la imagen de los rascacielos que se alzan a lo lejos. Es en un picado de fútbol donde los integrantes de ambas familias reavivan viejos enconos. Es por eso que en la “joda” que esa misma noche organizan los Capuleto, Romeo no es para nada bienvenido. Sin embargo, de nada sirvió que la madre de Julieta le recomendara “fichar” bien a un tal París que la pretende: nadie puede impedir el flechazo de la pareja que sella su pacto amoroso en la conocida escena del balcón, que aquí comienza en la terraza de la vivienda de ella y sigue entre los trastos del patio. Luego, sobrevienen la pelea entre pandillas y el crimen que obliga a Romeo a fugarse a Rosario. Si bien el tono cotidiano es el factor dominante en las escenas dialogadas, la dirección no buscó el camino más fácil: muchas de las situaciones fueron pautadas coreográficamente y hasta con un carácter simbólico que, por momentos –especialmente al comienzo y al final de la historia– se resuelven desde la interpretación coral.
Tal vez, el problema mayor lo plantea el propio texto, que no siempre resulta funcional: en muchos tramos, el cruce entre los registros callejero y literario no ensamblan convenientemente y se corre el riego de oscurecer el sentido. Del mismo modo, no siempre se acierta en la manera de resumir la historia y es por esto que quedan algunos cabos sueltos. Es el caso del personaje de Fray Lorenzo, aquí no del todo partícipe en el ardid del falso envenenamiento. En cuanto a la interpretación, el elenco sorprende por su sinceridad, disciplina y habilidad rítmica. Largas horas de ensayo se adivinan tras los resultados. Integran el elenco, además de los nombrados, Alberto Servín, Jeanneth Camacho, Genoveva Grisolía, Alejandro Sosa, Fabián Escudero y Víctor Aramayo.

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