ESPECTáCULOS
Los herederos de “Jackass”, una conjura de los necios televisivos
“Dirty Sanchez y “Freak Show” abren una nueva oleada de “idiotas”, un subgénero que encanta en EE.UU. y escandaliza en Europa.
› Por Julián Gorodischer
El nuevo idiota se saca el pantalón. Lo que viene después es un extraño pero evidente placer que se manifiesta en la sonrisa y el entusiasmo: se está raspando el culo en la pista de patinaje sobre hielo. Muestra la herida a cámara, en un primerísimo primer plano, y los amigos le tiran aguardiente en un festejo tribal que crece cuanto más fuerte es el grito. A esta nueva camada de “Dirty Sanchez”, estreno de octubre de MTV, no le importa innovar sino “entrar en serie”, asemejarse al fundador “Jackass” y defender los méritos del ser parecido. Desde que el subgénero “idioteces” se impuso, cosechó impugnaciones, sobre todo de parte de franceses enojados que objetan la globalización de un modo de ser estadounidense, pero también adulones y fanáticos que luchan por un espacio propio, sólo para decirle al mundo que nació el continuador.
El nuevo idiota ha tomado la forma de “Dirty Sanchez” (tres galeses y un inglés) o de “Freak Show” (el anunciado “Jackass” alemán que se estrena en noviembre), también por MTV. Se lo puede ver, por qué no, en la reciente Jackass, la película, directamente al video, más extrema y asquerosa que su par televisivo. En cualquier caso, vale para todos una conclusión: aquí no hay modo de mirar adormilado, de mantener el spleen medio del espectador hipnótico. Alguien encontró la manera de renovar el impacto, que es evidente en cada mueca del horror o del asco.
Hasta ahora, el idiota televisivo era un típico hijo del Imperio, uno más entre el montón que podía llamarse Johnny Knoxville y llevaba a la pantalla su culto al desnudismo y la autoflagelación. A Johnny le encanta recibir dardos en la piel y mostrar el surco. O estrellarse contra troncos, casas o gente con un auto alquilado. O aceptar el chorro de orina ajena encima como si fuera un baño refrescante. El mundo observó la expansión “Jackass” en MTV, y hasta se acostumbró a sus excéntricos chicos. Pero el crítico europeo, desde las páginas de Le Monde, levanta la voz cuando la moda atañe a sus propios hijos. Es que los ingleses y los alemanes cometen el pecado mayor: no sólo imitan el boom estadounidense sin cambiar una coma, importando lo peor de una cultura, sino que tienen éxito y se extienden en la programación, al punto de que el Canal 4 londinense acaba de comprar los derechos de “Dirty...”. Sobre “Freak Show” poco se sabe, pero el asqueroso “Dirty...” ya puede verse en la pantalla local: sus chicos rinden culto a la exhibición de genitales. Se pasean desnudos en el local de ropa, igualitos al simpático Party Boy de “Jackass”, que de pronto decide desnudarse en el lugar menos pensado y bailar música disco. Nada es nuevo: juegan al hockey en pañales y reciben golpes severos, se bombardean con balines o exhiben el pene a la mujer mayor. Le Monde llama a sus lectores a replantear el consumo de TV. MTV dedica, en tanto, cada vez más tiempo a las zafadurías de “Dirty...”.
Con la satisfacción de la misión cumplida y con herederos reconocibles, “Jackass” decidió despedirse de la pantalla chica con el gran banquete de La película, una puesta en extremo de los recursos que fundaron una forma de hacer televisión: la monería. Cada sketch se propone como un llamado de atención, sin más pretensión que romper una inercia promedio. El idiota es penetrado con un autito de juguete, y se ve después la cara de espanto del médico ante la radiografía. No habría “Jackass” sin el enojo del común. El común rechaza la inmundicia, valora la higiene y condena la escatología; se levanta ofendido, da un portazo en la habitación, y grita como el crítico de Le Monde “¡Esto es asqueroso!” Los chicos “Jackass” del film, en última y estruendosa aparición, nadan entre tiburones con los calzones llenos de langostinos, se cortan los dedos a propósito con papel o tragan montoncitos de wasabi. La alegría reformula las reglas del sadomasoquismo: de minoría sexual a modo de ser de lo masivo. ¿Una pequeña revolución? De preguntárseles, los “Jackass” o los “Dirty Sanchez” no harían comentario: la moda idiota no admite la figura del comentarista. Se limita a la consagración del último héroe épico (en la apertura y cierre del film), con los brazos en alto y con fondo musical operístico, a bordo de un carrito de supermercado, preparado para su único destino posible: la paliza cuando se estrella contra el muro.