Vie 17.10.2003

ESPECTáCULOS  › “SOY TU AVENTURA”, SEGUNDA PELICULA DE NESTOR MONTALBANO

Una fiebre del sábado por la tarde

El film protagonizado por Aguilé, Luque y Capusotto levanta las banderas de aquellos que poblaban el cine argentino de los ‘70.

› Por Martín Pérez

Unos veinte años atrás, perdida en el segundo álbum del grupo Los Twist, había una brillante canción llamada “Probé de todo”. Su protagonista narraba efectivamente lo que anunciaba el título del tema, cómo había ido sufriendo toda clase de tragedias, vicios y salvaciones hasta terminar, inesperadamente, en la Policía Federal. Algo parecido es lo que le sucede al desocupado personaje de Diego Capusotto –que sería el protagonista ideal de la versión cinematográfica de aquel tema de Pipo Cipolatti y Daniel Melingo– al comienzo de Soy tu aventura. Probará con todos los trabajos, e incluso intentará anotarse en la policía. Pero terminará yendo aún más lejos, cautivado por la propuesta de un primo aparecido casi de la nada (interpretado por Luis Luque) para comerse el fiambre que queda en la heladera de su casa. Y para convencerlo de secuestrar a Luis Aguilé –de visita en su pueblo– y pedir un millón de dólares de recompensa.
Así como Scorsese hizo secuestrar a Jerry Lewis por Robert De Niro, Néstor Montalbano hace que Capusotto y Luque se lleven a Aguilé. Pero si aquel Lewis era cascarrabias y digno de todos los males de este mundo, aquí Aguilé es simplemente Aguilé, un tipo sencillo y querible, al que sólo un desharrapado como el que interpreta Luque puede querer hacerle daño. Y así es como Soy tu aventura es una película decidida a hacerle homenaje a todas las películas posibles con semejante homenajeado. La historia es muy sencilla: de visita a un pueblo para hacer un show benéfico a sala llena, Aguilé será secuestrado por un par de malandras menores, que intentarán huir en un rastrojero destartalado, con el que no llegarán demasiado lejos. Pero ésa es la idea: que queden atrapados en un pueblo pequeño, desde donde deberán intentar darle cauce a su secuestro y al pedido de rescate. Para ello tendrán un inesperado aliado en un desopilante pastor con labia convincente (encarnado por Jorge Marrale) y una misión que pondrá por delante de todo, incluso de un secuestro.
Con varias canciones interpretadas por el secuestrado a lo largo de la más de hora y media de film, y un tranco sin apuros y lleno de diálogos inocentes que no buscan ningún efectismo sino simplemente dejar que transcurra la trama (y a veces sólo salir del paso), Soy tu aventura es un trabajo a imagen y semejanza de las más clásicas películas populares argentinas de los años setenta. Las de los títulos en cursiva y las estrellas dudosas, y un color chirriante. A pesar de cargar con el aval de haber sido el director de “Todo X 2$”, y la presencia protagónica de una de las estrellas del ciclo (el increíble Capusotto, con su coequiper Fabio Alberti apareciendo en un rol secundario), poco hay del feroz humor de aquel programa en este segundo largometraje de Néstor Montalbano. Tal como le sucedía a Alberto Olmedo al pasar de la televisión al cine, Capusotto luce contenido en Soy tu aventura, pero –curiosamente– no le calza nada mal esa contención.
Algo que tampoco sufre demasiado todo el film, más interesado en ser clásico que en ser de vanguardia. Intentando regresar a un pasado más calmo e inocente casi de prepo, si hay algo que logra Soy tu aventura es ser una buena película de Luis Aguilé. Y no sólo como las de antes, sino con alguna puesta al día no formal, pero sí de actitud de sus personajes. Sin embargo, con eso no alcanza. El film de Montalbano es –al menos orgullosamente– una película de esas que llenaban de abulia cuando eran exhibidas en televisión los sábados por la tarde. Algo de esa abulia habita en su trama, que jamás termina de encontrar un camino más allá de la complicidad. Completando el círculo paródico de aquellos homenajes de las películas de Sandro en “Cha cha cha”, Soy tu aventura es una película como aquéllas. Y por momentos transmite ese heroísmo de ser apenas eso. Pero en otros contagia irremediablemente ese tedio. Terminando de encarnar demasiado en serio aquello que generosamente invita a recordar.

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